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Sergio Ramos, el heredero natural de Carles Puyol
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José Manuel García

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Sergio Ramos, el heredero natural de Carles Puyol

Con Carles Puyol en la cuneta y curándose de su enésima lesión muscular, Vicente Del Bosque ha visto muy claro qué futbolista le toca dar el

Foto: Sergio Ramos, el heredero natural de Carles Puyol
Sergio Ramos, el heredero natural de Carles Puyol

Con Carles Puyol en la cuneta y curándose de su enésima lesión muscular, Vicente Del Bosque ha visto muy claro qué futbolista le toca dar el paso adelante en las funciones de líder de la selección en el costal trasero: Sergio Ramos. Y éste no ha dicho una palabra, se ha limitado a sonreír y a pensar desde ya en el debut de la Eurocopa. Sergio, como Puyol, no es hombre de palabras, sino de hechos. Va de frente, a seguir coleccionando títulos y cicatrices. Y, desde luego, a morir en el intento.

Decía Joaquín Caparrós cuando le preguntaron por el juvenil Sergio Ramos: “Ese niño, además de una madurez fuera de lo común, tiene la fuerza de un toro”.  A sus veintiséis años, Sergio ha hecho acopio de un palmarés que muy pocos futbolistas tienen. Cuando aterrizó en el Real Madrid, los de márketing le colocaron el “4” de Pirri y Fernando Hierro, dos de los futbolistas más emblemáticos de la historia blanca y Sergio los ha superado. El paisano de Curro Romero se encuentra a un paso y medio del centenar de encuentros con la selección, ahora lleva 87; y queda la Eurocopa y los partidos de clasificación mundialista.

La polivalencia de Sergio es total. Puede jugar en cualquier posición defensiva, sea derecha o izquierda. No tiene problemas con el manejo del balón; no es un virtuoso ni cerebral como Xabi Alonso, pero sabe conducir el cuero a la perfección, y tiene algo que valoran sobremanera los técnicos: aprende.

Otra virtud que valoran sus entrenadores, y también sus compañeros, es la intensidad que imprime a cada una de sus acciones. “No es un toro loco, pero no te pongas delante”, ha dicho un ex compañero del Sevilla. Sergio Ramos aprieta los dientes, abre los ojos y se pone a vivir cada partido como si fuera el último; no vive otra cosa, y anda pendiente de cada detalle. Su furia no es ciega, como suele suceder con Pepe; cada vez que entra en acción, ya conoce el desenlace de la jugada siguiente. En los cruces no duda: es un tren de alta velocidad, porque la velocidad calculada hace a un defensa de oro; Sergio no es Pepe, pero muy pocos delanteros o nadie se le escapa en carrera.

Eso lo sabe Vicente del Bosque, que no duda en colocar a Sergio Ramos el brazalete simbólico de líder de la zaga, incluso ha tenido un par de conversaciones con el jugador de Camas para que deje a un lado sus cuitas y lime aristas con el otro zaguero titular de la selección, el catalán Gerard Piqué. Tampoco hace falta poner énfasis a la cuestión. Uno y otro son de carácter abierto y bromistas consumados. Gerard notará la ausencia de Puyol, pero tendrá a Cesc Fábregas como centro de sus bromas; con Jesús Navas, Sergio es un tipo temible en la concentración; el terror de los salones de juego.

Cuando se produjo la baja de Puyol, el mundo del fútbol pareció resquebrajarse, incluso en las casas de apuestas pareció bajar el papel de España. Pero Del Bosque no movió un pelo de su espeso bigote. Sabía que tenía un plan B: Sergio Ramos. Un relevo natural, que puede mejorar las prestaciones del “cinco” del Barça. Por juventud, por velocidad, por calidad técnica. En remate de cabeza y garra, quedan parejos. Ahora sólo falta el engarce con Sergi Busquets y Xavi Hernandez. Con Xabi Alonso no hace falta: juegan con los ojos cerrados. Con el paisano del Faraón de Camas en liza, España puede caminar tranquila, porque hay garantía de fútbol. Y de raza.

Con Carles Puyol en la cuneta y curándose de su enésima lesión muscular, Vicente Del Bosque ha visto muy claro qué futbolista le toca dar el paso adelante en las funciones de líder de la selección en el costal trasero: Sergio Ramos. Y éste no ha dicho una palabra, se ha limitado a sonreír y a pensar desde ya en el debut de la Eurocopa. Sergio, como Puyol, no es hombre de palabras, sino de hechos. Va de frente, a seguir coleccionando títulos y cicatrices. Y, desde luego, a morir en el intento.

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