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El 'Cholo' Simeone, jefe de los hipócritas del fútbol
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José Manuel García

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El 'Cholo' Simeone, jefe de los hipócritas del fútbol

Si Carlos Marx hubiese vivido en los tiempos que corren, probablemente sería seguidor de Leo Messi; desde cualquier café berlinés, hubiese soltado aquello de “el fútbol

Foto: El 'Cholo' Simeone, jefe de los hipócritas del fútbol
El 'Cholo' Simeone, jefe de los hipócritas del fútbol

Si Carlos Marx hubiese vivido en los tiempos que corren, probablemente sería seguidor de Leo Messi; desde cualquier café berlinés, hubiese soltado aquello de “el fútbol es el opio del pueblo”. O se tiraría al monte. O se hubiese hecho árbitro. Los futbolistas, los entrenadores, los periodistas deportivos, los dirigentes, todos magnifican el fútbol y hacen del balón el centro de sus vidas. De no ser así, gente tan profesionalizada como Diego Pablo Simeone, el 'Cholo' engrandecido del Atlético de Madrid, no hubiese proclamado a los cuatro vientos: “Yo jamás seré entrenador del Real Madrid”.

Ole, con el Cholo y sus brindis al sol, sus faenas ventajistas mirando a los tendidos de los hinchas más sensibleros y menos exigentes. El, que se comió a besos los escudos del Sevilla, del Atlético, del Inter, de la Lazio, de la selección argentina; que luego, ya como entrenador, besó las camisetas de Racing (el club de sus amores de chico), Estudiantes de la Plata, River Plate, Catania y de nuevo el Atlético. Él, tan besucón de camisetas y escudos, un tipo que tiene a la afición rojiblanca en ambos bolsillos de sus perniles, quiere más, se desmontera y lanza: “Nunca seré entrenador del Real Madrid”.

Obvio, entrenador del Real Madrid hasta el 2016, lo es José Mourinho, otro de tipo de sangre hirviendo, que tiene pinta y planta de seguir un tiempecito más en la casa de Chamartín, al menos mientras siga Florentino Pérez, presidente de talonario fácil a la hora de encapricharse de alguien.

Uno recuerda a iconos del Atlético trasvasando a la otra orilla. Quizás el más sonado sea Hugo Sánchez, personaje muy propicio a darse golpes de escudo y expresar amores a la camiseta. Otro gran ídolo de los atléticos, Luis Aragonés, hubiese dirigido al Real Madrid de no chocar su eléctrica personalidad con la no menos volcánica personalidad de Ramón Mendoza. Faltó el canto de un duro para que el laureado ex seleccionador no consumara su aterrizaje en Chamartín.

Radomir Antic y Bernd  Schuster cambiaron de orilla unas cuantas veces. El serbio siempre andará en los corazones de los atléticos (como el Cholo), pero nunca se lo ocurrió realizar tamaña declaración amorosa. Porque Antic sabe que el fútbol es el reino del nunca jamás, y hoy estás en el Manzanares y mañana puede que un magnate ruso, por una millonada, te haga plantar una tienda de bikinis en Siberia.

Al Kun Agüero le patinaron los amores en el último instante; cuando el argentino se veía compartiendo vestuario con Cristiano Ronaldo y Casillas, un par de manos negras lo evitaron y terminó en el Manchester City. Pero muchos analistas del Real Madrid apuntan y juran que ya veían al Kun de blanco.

Un arrebato de ira del difunto Jesús Gil, lapidando la cantera del Atlético, llevó al infantil Raúl González al Real Madrid, donde hizo carrera y mantuvo sus votos de fidelidad hacia el club blanco. Pero Raúl o Butragueño o, si me apuran,  Carles Puyol, y alguno más, forman parte del club de los raros fieles del fútbol. Del resto no ponga la mano en el fuego.

Y nadie osará cuestionarlos. El fútbol es espectáculo y como tal un negocio floreciente, donde el que más paga es el que mejor cuadra posee. Nadie se rasgue las vestiduras ni haga amago de arrojar el corazón a la marmita de aceite hirviendo. Un chico como Oliver  Torres, sin duda la mejor promesa del Atlético, fue visto de manera casual en el Santiago Bernabéu. Ahora anda castigado por los técnicos. El padre de Radamel Falcao, el mejor cañonero del mundo, hizo de padre y proclamó a los cuatro vientos que su hijo luciría un día la blanca del Real Madrid. Cayeron chuzos de punta sobre Colombia, y tuvo que llegar un manguerazo de su hijo para apagar el incendio.

Miguel Ángel Gil Marín, aguililla con los dineros, sabe que tiene negocio seguro y asegura que “60 millones por la venta de Falcao, terminaría con nuestras deudas”.

Al final, todo lo arregla el dinero. Hasta los cantos de fidelidad hipócrita del 'Cholo' Simeone se sofocaría. Nada como una sustancial mejora en su contrato. Así, Atlético de por vida. 

Si Carlos Marx hubiese vivido en los tiempos que corren, probablemente sería seguidor de Leo Messi; desde cualquier café berlinés, hubiese soltado aquello de “el fútbol es el opio del pueblo”. O se tiraría al monte. O se hubiese hecho árbitro. Los futbolistas, los entrenadores, los periodistas deportivos, los dirigentes, todos magnifican el fútbol y hacen del balón el centro de sus vidas. De no ser así, gente tan profesionalizada como Diego Pablo Simeone, el 'Cholo' engrandecido del Atlético de Madrid, no hubiese proclamado a los cuatro vientos: “Yo jamás seré entrenador del Real Madrid”.

Diego Simeone