Es noticia
Casillas y el Real Madrid, un futuro incierto
  1. Deportes
  2. No hay Estrellas
José Manuel García

No hay Estrellas

Por

Casillas y el Real Madrid, un futuro incierto

Cuando José Mourinho escenificó su respuesta ante el compañero Fernando Burgos, sabía perfectamente qué hacía, sabía muy bien que sus palabras tendrían el eco de una piedra sobre un

Foto: Casillas y el Real Madrid, un futuro incierto
Casillas y el Real Madrid, un futuro incierto

Cuando José Mourinho escenificó su respuesta ante el compañero Fernando Burgos, sabía perfectamente qué hacía, sabía muy bien que sus palabras tendrían el eco de una piedra sobre un pozo. O de un mortero sobre una mesa de camilla. Su misil iba directamente dirigido contra Iker Casillas, cuya guerra  subterránea con el portugués no se saldará con sangre, pero sí con un despido sangrante y clamoroso.

Ante el silencio calculado de Florentino Pérez, cuyas simpatías hacia el cancerbero nunca fueron clamorosas, la 'batalla' entre el capitán del equipo y el máximo responsable del plantel blanco podrían tener un desenlace inesperado. Y no habrá vueltas atrás ni recomposición del jarrón chino que se estrelló en el suelo.

Cuando Iker Casillas cayó lesionado con su mano hecha añicos, Mourinho vio el cielo abierto y aprovechó el momento para preparar adecuadamente el terreno para la batalla final. A Diego López, un protagonista involuntario,  se le vino el marrón encima. El ex sevillista, de golpe, se encontraba acostado en el hotel de los líos y con un papel estelar en una película en la que él aterrizaba como convidado de piedra. En Manchester, de repente, le sobrevino la luz. Diego López hizo en Old Trafford el partido de su vida y observó de reojo que Mourinho sonreía. Ahora, el meta gallego es el titular de la portería del Real Madrid y José Mourinho, que ya ha dicho a sus amigos que dejará el cargo a finales del curso, lo mantendrá contra huracanes. Es más, el técnico portugués tratará por todos los medios de mantener "la baja competitiva" del crack de Móstoles hasta la extinción de la temporada.

En la planta noble del Santiago Bernabéu nadie dice nada, todos miran a otra parte, Florentino sonríe como sonríen los frailes cocineros después de comer una patata frita. Mourinho le habrá resuelto el "problema Casillas" y así podría acometer un plan que le ronda desde hace tiempo: fichar a un portero de primer nivel, que gane la mitad de dinero del capitán del equipo y con un perfil menos ruidoso.

En el club madridista dan por seguro que Iker Casillas no soportará el pulso, porque no puede quedarse en blanco casi media temporada y aunque viaje a la Copa Confederaciones con la selección, Valdés y De Gea andan apretando con fuerza en sus clubes y Del Bosque, por mucho afecto personal que sienta por el de Móstoles, esperará sólo lo necesario. El Mundial de Brasil se encuentra a un año vista y no es plan de hacer experimentos con fuego real.

Casillas, que en mayo cumplirá 32 años, todavía tiene una gran edad para un portero de primer nivel, pero asimila que no soportaría mantener durante más tiempo un pulso sentado en el banquillo. Necesita jugar y sabe muy bien que en la parte noble del club miran la guerra con el entrenador desde la primera fila de barrera y nadie moverá un dedo. Sabe muy bien Casillas que, de seguir Mourinho, sus papeles permanecerán mojados. Y aunque éste se marche, nadie le garantiza que el entrenador que le sustituya le devolverá la titularidad. Casillas quiere ver con frialdad el escenario. Y el escenario dibuja un final borrascoso. 

Cuando José Mourinho escenificó su respuesta ante el compañero Fernando Burgos, sabía perfectamente qué hacía, sabía muy bien que sus palabras tendrían el eco de una piedra sobre un pozo. O de un mortero sobre una mesa de camilla. Su misil iba directamente dirigido contra Iker Casillas, cuya guerra  subterránea con el portugués no se saldará con sangre, pero sí con un despido sangrante y clamoroso.

Iker Casillas