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Al Barça le urge una renovación, pero en su parte noble y en el banquillo
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José Manuel García

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Al Barça le urge una renovación, pero en su parte noble y en el banquillo

Desde la noche del 23 de abril del año de autos, Múnich es nuevo lugar de los dolores que el barcelonismo, tan propicio a las flagelaciones,

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Al Barça le urge una renovación, pero en su parte noble y en el banquillo

Desde la noche del 23 de abril del año de autos, Múnich es nuevo lugar de los dolores que el barcelonismo, tan propicio a las flagelaciones, ha colocado en el álbum de los horrores históricos. Desde anoche se pasea por las azoteas del fútbol otra pregunta con carga de dinamita: ¿Llegó el fin de ciclo de este memorable Barça? Los oportunistas buscarán la sangre y el cambio, pero a este Barça todavía le queda mucho camino por delante antes de que le caiga encima la fecha de caducidad. Eso sí, demanda una urgente mano de ajustes. Pero en la planta noble. Y en el banquillo.

El Barça de los últimos tiempos acaparó títulos y gestas y se acostó sobre una columna vertebral de estrellas, con Leo Messi como principal referencia. El argentino es el alma de un equipo de virtuosos, que en los últimos tiempos pasa muy malas noches. La de Múnich, por su altura y escarnio, no la olvidarán nunca los barcelonistas. Pero no es equiparable a la de Atenas, cuando el Milan cerró la historia del mítico Dream Team y se llevó por delante a Johan Cruyff.

A este equipo azulgrana le queda mucho recorrido. Piqué, Busquets, Jordi Alba, Andrés Iniesta, Cesc Fábregas, Pedro, Dani Alves, Leo Messi y, si me apuran, Xavi Hernández, forman un núcleo muy sólido como para recurrir a las máquinas demoledoras.

De todos ellos, el más veterano es Xavi Hernández (33 años), pero me parece una torpeza imperdonable que quieran jubilarle con anticipación. A Xavi, futbolista mágico, le quedan un par de temporadas, y es cierto que sus fuerzas andan erosionadas por el paso del tiempo, pero al igual que el italiano Pirlo, el fútbol de Xavi puede disparar mucha gloria. Su repuesto idóneo se llama Cesc Fábregas. O Sergi Roberto. Y puede que algún día “despierte” Thiago Alcántara, cuya figura amaneció excesivamente temprana.

Pero a este Barça le queda mucha tarea y un barco cargado de autocrítica. Este equipo ha llegado fundido a esta altura del Campeonato. A fuerza de exprimir las calidades de sus primeros espadas, incluyendo a Leo Messi, la estructura ha sufrido desconchones y excesivos descosidos. En los últimos tiempos los fichajes han sido un puro desastre. Han aterrizado jugadores que, además de taponar el crecimiento de sus canteranos de oro, han empobrecido el equipo. 

Un equipo que ha regido con mano de hierro los designios del fútbol mundial durante un largo lustro, ahora no puede tocar las campanas de la retirada. Este Barça tiene que parar los pies y llamar a la reflexión. Sobre el papel, un río de preguntas que contestar: ¿Por qué no se ha fichado esta temporada a un central de jerarquía y se apostó por el músculo en el mediocampo que aportaba Song, que apenas da para calentar banquillo? ¿Quién es el mago de las estrategias que ha permitido que el equipo haya llegado a esta altura del curso resoplando y sin resuello? ¿El presidente Rosell, el director deportivo Andoni Zubizarreta, quizás el propio Tito Vilanova?

El Barça debiera tomar buena nota de su propia historia, esa que escribió noches de gloria y letras de oro con Johan Cruyff y terminó con las manos ensangrentadas por el estrepitoso fracaso. Por aquel entonces, nadie se miró al ombligo y el Barça caminó hacia el abismo. Nadie parece que aprendió la lección. Ni Rosell ni Zubizarreta. A ojos del aficionado, ambos personajes parecen que lucen para las fotos, apuestan ciegos a que el equipo azulgrana seguirá ganando títulos mostrando el escudo, la camiseta y a Messi. Eso no es así. Se lo dijeron Real Madrid, el Milan y esta semana el Bayern, que la noche del martes tiznó la cara a todos. A Tito Vilanova el primero. En la retina de todos, la imagen penosa del Barça con el 4-0, Tito haciendo la estatua de sal y mostrando síntomas de bloqueo mental. Respetamos el drama interno del entrenador. Respetamos los gestos de la directiva hacia su persona. Pero el equipo campeonísimo ya no está dirigido por Pep Guardiola. Se corrió el escalafón. Y, pese a que el Barça va a ganar la Liga y ha llegado a semifinales de Champions, este equipo chorrea fracaso. Urgen refuerzos. Y cambios. Pero arriba, en la parte noble, y en el banquillo.

Desde la noche del 23 de abril del año de autos, Múnich es nuevo lugar de los dolores que el barcelonismo, tan propicio a las flagelaciones, ha colocado en el álbum de los horrores históricos. Desde anoche se pasea por las azoteas del fútbol otra pregunta con carga de dinamita: ¿Llegó el fin de ciclo de este memorable Barça? Los oportunistas buscarán la sangre y el cambio, pero a este Barça todavía le queda mucho camino por delante antes de que le caiga encima la fecha de caducidad. Eso sí, demanda una urgente mano de ajustes. Pero en la planta noble. Y en el banquillo.