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Sandro Rosell, el 'Elegido', el hombre más odiado por los barcelonistas
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José Manuel García

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Sandro Rosell, el 'Elegido', el hombre más odiado por los barcelonistas

Qué tiempos aquellos en los que Rosell flotaba en el pensamiento de la afición como el llamado a ser el timonel del club, ahora el presidente no es el Elegido

Foto: Sandro Rosell (Efe).
Sandro Rosell (Efe).

Qué tiempos aquellos en los que Sandro Rosell flotaba en el pensamiento de los barcelonistas como el personaje llamado a ser el gran timonel del F.C. Barcelona, esa multinacional del fútbol que genera toneladas de dinero y ríos de pasiones. Rosell ahora ya no es el Elegido, sino un personaje que, a ojos de la ingente masa de simpatizantes barcelonistas, aparece como un furúnculo en sus partes más dolorosas. Por eso lo quieren echar.

El fútbol es el barómetro pasional de la vida, su cara más amable o su rostro más abominable; de cualquier forma deja marcas y Sandro Rosell, aquel aspirante a futbolista, que corría como las balas en las filas del Sants, hijo de Jaume, ese ejecutivo serio y eficaz que movió hilos azulgrana en la época de Agustí Montal, y fue uno de los padres de Convergencia, no podía ser menos. De pasar a ser el presidente más votado (nada menos que 35.021 socios confiaron en él) en la historia del Barça, a encontrarse en el centro de la diana de las sospechas del barcelonismo, que siente cómo SR no era más que un pufo envuelto en un envoltorio de seda.

Apenas queda nada de aquel triunfador, que comenzó vendiendo colonia en el mercado asiático, sacó buena tajada en los Juegos Olímpicos de Barcelona, se armó como hombre fuerte de Nike Europa y Brasil, que fue clave en la irrupción de Ronaldinho en el Barça y se fotografiaba orgulloso con Joan Laporta hasta que el abogado se percató que su vicepresidente le roía los pantalones de la fama y lo arrojó por la ventana de la planta noble del Camp Nou.

Apenas queda rastro de aquel personaje de sonrisa profidén, que contaba chistes gruesos en el privilegiado grupo que logró pasaje en el vuelo de la canarinha que regresaba de Japón como campeona del mundo y fue recibida en los cielos de Brasilia por cinco cazas (tributo por los cinco títulos mundiales) de la fuerza aérea verdeamarelha. Rosell, al que le abrían las puertas de las mejores casas de Brasil, ve cómo los sabuesos de Hacienda y de la policía tributaria de aquel país le pisan la sombra, una vez que algunos de sus amigos están a dos centímetros de ser encarcelados por fraude o, como Ricardo Teixeira, su socio en la empresa Alianto, ha tenido que exiliarse a Miami, porque no tiene respuestas convincentes a preguntas sobre el flujo de millones de euros sin aclarar. Wagner Abrahao, otro de los socios brasileños del presidente barcelonista, experto en hinchar cuentas como si fueran balones de reglamento.

En lo deportivo, el barcelonismo anda llameante de cólera porque el otrora mago del márketing deportivo resulta que en realidad tiene una mano de esparto y ha arañado la esfinge de dioses sagrados del mundo barcelonista: Johan Cruyff, el hombre que marcó los pasos del Barça campeón, no pisará la planta noble del club mientras que siga la misma persona en el sillón presidencial. Pep Guardiola ha pedido que se respete su silencio, que sus palabras de ira las ha guardado con llave porque no quiere que la sangre corra.

Eso es lo que hace Rosell: correr y no mirar atrás. Solo mira a Messi y apenas le importa el resto. Ese pensamiento se le pasó a Eric Abidal, que superó un cáncer, corrió y gastó hasta el último gramo de energía para volver al fútbol con la camiseta del Barça, sintió cómo le palmeaban la espalda y se marchó por la puerta de atrás. Al francés, un tipo entrañable e ingenuo que vio cómo Messi lloraba a lágrima viva por él, le engañaron como a un chino. Le prometieron rosas y renovación y luego enterraron sus promesas.

El barcelonismo es una religión, un sello azulgrana que viste con orgullo millones de corazones. Y eso no lo tuvo en cuenta Rosell. Él sigue caminando y no mira atrás, por si acaso.

Un grupo de socios azulgrana, encabezados por Joan Arnés y Jordi Cases, del colectivo GO Barça, promovió un voto de censura y lucha contra el tiempopara intentarreunir 16.000 firmas de afines necesarias para que prosperasela moción de censura y arrojasedel sillón a Rosell. Los promotoreshan decidido suspender el proceso ante "la imposibilidad de llevarlo a cabo". Pero elretrato está hecho. Y escrita la historia.

Qué tiempos aquellos en los que Sandro Rosell flotaba en el pensamiento de los barcelonistas como el personaje llamado a ser el gran timonel del F.C. Barcelona, esa multinacional del fútbol que genera toneladas de dinero y ríos de pasiones. Rosell ahora ya no es el Elegido, sino un personaje que, a ojos de la ingente masa de simpatizantes barcelonistas, aparece como un furúnculo en sus partes más dolorosas. Por eso lo quieren echar.

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