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El día que Messi demostró que era el mejor con el enfado de Eto'o
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José Manuel García

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El día que Messi demostró que era el mejor con el enfado de Eto'o

En su debut ante el Albacete cambió la vida de Leo para siempre y en el libro del fútbol se escribieron en oro las jugadas del mago más grande y su pelota

Foto: Leo Messi durante un partido de Liga (AP).
Leo Messi durante un partido de Liga (AP).

Leo Messi, ese principito de ojos chispeantes y cara asustadiza, cumplió diez años en las alturas de la competición haciendo el gol número siete de su selección a Hong-Kong. Sus compañeros le abrazaron y él respondió con una sonrisa de niño travieso acostumbrado a lanzar petardos.

Leo y su amiga la pelota han recorrido juntos un largo trayecto. En los cinco continentes, Messi (el llamado mago silencioso) y su amiga se sacaron de la chistera jugadas donde algunos inventan palabras y otros, más malvados, inventan guerras. El fútbol es el lenguaje de los hombres y, al decir de muchos, su mejor intérprete se llama Messi, el depredador más silencioso, el hombre que dibuja, desarrolla y ejecuta.

Román Riquelme dijo de su paisano: “Los argentinos tendríamos que estar todo el día hablando maravillas de él: es un marciano”. El Flaco Menotti vierte un río de palabras hermosas sobre los hombros de Leo: “Messi está hoy en día por encima de todos. Nadie estuvo más cerca que él de ser el quinto rey en la historia del fútbol”. El Coco Basile, aquel entrenador que se enfrentó a Jesús Gil (QEPD) en su efímera etapa como entrenador del Atlético (“Yo en su contrato me cago…”), deshace a favor del 10 las eternas comparativas: “Cristiano Ronaldo es un gran jugador humano. Leo es marciano porque lleva la pelota a una velocidad que el que lo corre sin balón no lo alcanza”. El Narigón Bilardo no puede ser más explícito: “Tenés que verlo en el entrenamiento. Es una cosa de locos. De 0 pasa a 50. No lo puedes parar. La pelota es como si fuera un hueso del pie y él (Leo) corre como si no tuviera nada, sólo huesos”.

Un paisano de Messi y amigo mío, Jorge Valdano, dijo esto en mi libro ‘Messi, sueños de un principito’: “El caso es que (Leo) nunca nos deja de sorprender y cada día hace que tengamos más ganas de volverlo a ver, porque sabemos que volverá a inventar otra jugada nueva”.

Ronaldinho, el penúltimo gran 10 del Barça, guiñó el ojo a Leo cuando le vio por vez primera en el vestuario. El brasileño y Messi congeniaron a la primera. Dentro y fuera de la cancha. Diez años después, Ronaldinho recuerda orgulloso que él fue el primero que le dio un pase de gol a Messi. Después llegó un tsunami de fútbol que dejó a todos con los ojos como ventanas de puro asombro. “Siempre me acordaré de aquel partido. Fue contra el Albacete. Íbamos empatados y yo le di el pase. Leo hizo lo demás. Ya desde el principio me di cuenta de lo grande que iba a ser”.

En aquel partido, el Albacete era un hueso que defendía la puerta con navaja y dientes apretados. A falta de cinco minutos, Rijkaard, el entrenador del Barça, ordenó un cambio que hizo crujir el Camp Nou: el juvenil Messi por el intocable Eto’o. Al camerunés le sentó aquello como si le metieran una aguja ardiendo en el ojo. Entró en el vestuario sin mirar a nadie y cuando franqueó la primera puerta dio un portazo que sonó en el Tibidabo. Pero Messi no podía dejar pasar su momento. Ronaldinho le miró dos veces y sonrió. Al brasileño sólo le borra la sonrisa una derrota y la mordedura de una patada. En el tercer vistazo, Ronaldinho observó a Leo desmarcado en el pico del área grande y envió un globo por encima de las cabezas de cuatro adversarios, Messi hizo el resto. La maravilla fue anulada por el árbitro.

Tragando frustración, Leo siguió mirando por el retrovisor a Ronaldinho y los ojos del brasileño le invitaron a samba. Messi encaró a un rival, cedió al brasileño y dejó en carrera al lateral. Ronaldinho envió otro globo y Messi solo vio gloria. Ese día cambió la vida de Leo para siempre y en el libro del fútbol se escribieron en oro las jugadas del mago más grande y su pelota.

Leo Messi, ese principito de ojos chispeantes y cara asustadiza, cumplió diez años en las alturas de la competición haciendo el gol número siete de su selección a Hong-Kong. Sus compañeros le abrazaron y él respondió con una sonrisa de niño travieso acostumbrado a lanzar petardos.

Leo Messi