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Novak Djokovic: radiografía de un campeón
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Álvaro Rama

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Novak Djokovic: radiografía de un campeón

El tenista serbio continúa demostrando, con el paso de los años, que es un jugador que, a día de hoy, no tiene rival. Posiblemente, su principal enemigo sólo sea él mismo

Foto:  (Enrique Villarino)
(Enrique Villarino)

En Melbourne no hubo un solo grito. Al coronar uno de los torneos más prestigiosos del circuito, segundos después de hacer historia al conquistar por sexta vez el Abierto de Australia -un récord guardado en exclusiva por Roy Emerson desde 1967-, Novak Djokovic bajó la mirada, caminó lentamente hacia la red y dedicó un discreto beso al firme de la Rod Laver Arena, la pista central del primer Grand Slam del año. Un gesto que refleja a la perfección el estado actual del balcánico. Contención ante el triunfo. La excelencia como dogma. La superioridad como rutina. Un acto impasible al coronar en Melbourne su undécimo título del Grand Slam (igualando la marca de mitos como Björn Borg o el propio Rod Laver), recortando distancias con las 14 coronas de Rafael Nadal (las mismas que ostenta Pete Sampras) y planteando el debate sobre sus opciones de alcanzar el récord de 17 títulos nobles firmado por Roger Federer. Al salir de Melbourne, sin embargo, la conversación va más allá de un simple número. A sus 28 años, habiendo disputado las últimas cinco finales de Grand Slam, doblando en puntos al segundo clasificado y probando un nivel que nadie parece poder frenar de forma regular a corto plazo, el serbio juega una partida con cartas para buscar la condición de mejor jugador de todos los tiempos.

Porque se trata de un competidor evolucionado, paciente para convertir antiguas debilidades en principales fortalezas y abrirse paso entre la cremallera de una rivalidad histórica. El serbio ha plantado su nombre pasando de boquear en partidos exigentes a romper el récord de puntos ATP o la marca de Masters 1000 ganados en una sola campaña, toda una prueba de resistencia. De acumular retiradas, sacando la bandera blanca incluso en encuentros de Grand Slam, a enlazar cinco finales grandes con una total sensación de normalidad. Incluso, con la opción de mirar ya a Roland Garros -su último anhelo- pensando en ganar cuatro grandes de forma consecutiva, algo inédito desde finales de los años 60, en los albores de la Era Profesional. Méritos incuestionables para un hombre que ha pasado de vivir a la sombra de Roger Federer y Rafael Nadal, dos de los tenistas más formidables de la historia, a dominar la rivalidad ante ambos jugadores y establecerse, con una renta cercana a los 8.000 unidades, como el número 1 más destacado desde que el circuito masculino introdujera la puntuación electrónica en 1973.

Djokovic le da mucha importancia a actividades despreciadas, como el yoga y la meditación

Un cuerpo privilegiado

En una disciplina individual, con una dependencia total de las propias prestaciones, el estado de forma ocupa un papel central. Ahí, Djokovic ha alcanzado un punto de plenitud evidente. Capaz de alcanzar 17 finales consecutivas, registrando 92 victorias en sus 97 encuentros más recientes, el de Belgrado está marcando unas distancias desconocidas desde la cumbre del suizo Federer entre 2005 y 2007. El balcánico, dotado de un estilo hábil para la recuperación de pelotas imposibles, con una capacidad para poner la pelota en juego desde cualquier área de la pista y mantener una agresividad en todos los golpes, figura como la referencia total para las demandas del tenis moderno.

"Siempre digo que Novak Djokovic me parece el deportista total" señala Blanca Bernal, la única fisioterapeuta española que ha trabajado para la WTA. "Es un jugador comprometido con su físico como pocos, cuidando todos los aspectos sin dejar nada al azar. Está dotado de una combinación de movilidad y fuerza fuera de lo normal, lo que le permite dominar todos los aspectos del juego a su antojo". A ojos de un especialista, el serbio ejerce como el ejemplo del rigor en la preparación deportiva, una dedicación plena en la puesta a punto. "Se cuida y se trabaja, tanto física como mentalmente, cada día. Le da mucha importancia a actividades quizá despreciadas en el circuito, como el yoga y la meditación, combinado con entrenamientos de fuerza específica y estiramientos analíticos. Todo esto de la mano de unos protocolos de hidratación exhaustivos, y un control absoluto de la dieta. Atrás quedaron los problemas respiratorios que le mermaban en partidos muy físicos o muy estresantes, seguramente en parte gracias a la erradicación del gluten de su dieta" continúa Bernal, incidiendo en un cambio nutricional que acompañó el despegue del balcánico en 2011. "Él mismo le ha dado mucho valor a ese tema, escribiendo un libro sobre ello. Todo este trabajo, sumado a sus cualidades innatas, hacen que estemos disfrutando de una de las máquinas más perfectas que nos dará este deporte".

Control emocional como llave

Para abrirse paso en una era que concentra a varios de los mejores jugadores de siempre, el balcánico ha dado un paso al frente en su gestión psicológica. Lejos queda el jugador expresivo de antaño, muy reactivo al marcador y desbordado ante cada éxito. El ascenso ha ido acompañado por la contención de emociones y la normalización del triunfo. En los grandes eventos, Novak parece emitir la sensación de propiedad y nunca de conquista. Mentalmente, Djokovic acude a recolectar lo que es suyo, a tomar lo ganado en los entrenamientos.

"La tranquilidad que ha mostrado al ganar es la de un hombre que siente que tiene camino por delante" indicó Àlex Corretja al contemplar el triunfo del serbio ante Andy Murray, su antiguo pupilo. "La forma de actuar de alguien que está al principio o en mitad de una tarea, en ningún caso al final. Cuando uno sabe que está ante su último Grand Slam, reacciona de forma muy distinta a como hemos visto a Nole".

"Para mí" concuerda Xavier Budó, técnico de Carla Suárez y una referencia en el estudio psicológico del juego, "en la actualidad la clave del éxito de Djokovic es que ha conseguido un equilibrio y un balance extraordinarios en las distintas áreas: técnico, táctico, físico y mental/emocional. Esta fluidez, esta coordinación entre ellas y un rendimiento tan elevado no hubiera sido posible si no hubiera mejorado tanto un aspecto: su mentalidad y su control emocional. Ha sustituido momentos de ansiedad, de cambios en los estados de ánimo… por la posesión de un alto grado de control emocional, de mucha calma interior, de fortaleza y dominio de su mental. En definitiva, mucha creencia en sí mismo", resume el técnico catalán al observar la dinámica del serbio, capaz de firmar un balance abrumador (36-5) contra el Top 10 desde principios de 2015, un dominio sin parangón. "Esto le permite rendir más y mejor en los partidos de máxima exigencia y presión, como hemos visto en el último Masters de Londres o, durante estos últimos días, en el Abierto de Australia”.

Lejos de contentarse con ganar, Djokovic parece dispuesto a mandar un mensaje total al vestuario. Arrasar, ganar por KO, y echar la vista atrás para cerciorarse de que nadie cuestiona su dominio. Auténticos fogonazos concentrados en un mes ante sus mayores rivales (la semifinal de Melbourne ante Federer -"probablemente los dos mejores sets seguidos que jugué en mi carrera" indicó tras cerrar 6-1 6-2 en 45 minutos- el triunfo ante Murray -con un 6-1 como bienvenida, el arranque más contundente de su vida en una final Slam- o días antes ante Nadal en la final Doha -la victoria más desnivelada en rivalidad 47 partidos- dejan al serbio con una brecha mental muy marcada en la élite.

"Para mí, hemos tenido siempre un fuera de serie en lo mental: Rafa Nadal. Ahora, tenemos también otro: Novak Djokovic", cierra Budó.

En Roland Garros va a tener presión máxima y tanto Nadal como Wawrinka son muy peligrosos

Novak es el horizonte

¿Qué queda para un jugador en plenitud deportiva? ¿Cómo se altera a un atleta en paz interior? ¿Cómo es el futuro de un número 1 indiscutible sin aparente freno a corto plazo? La opción de aspirar a ganar los cuatro grandes en una misma temporada, cuyo único precedente profesional lo firma Rod Laver en 1969, o buscar los 17 títulos de Roger Federer, quimeras que cada vez lo parecen menos.

"Está demostrando que está en su mejor momento", asegura Jordi Arrese, excapitán del equipo español de Copa Davis y medallista de plata en los Juegos Olímpicos de Barcelona. "Es el hombre a batir pero también él tiene que ir batiendo esos récords que no son nada fáciles. En el momento actual es el mejor jugador del mundo claramente" indica el catalán, que observa en Roland Garros, el grande que completaría la colección de Djokovic y su lugar en la historia, una tarea de dificultad añadida. "Allí va a seguir teniendo la presión máxima. Va a tener algunos jugadores con opciones de frenarle. Tanto Rafael Nadal como Stan Wawrinka son muy peligrosos para Djokovic. Todo es que desaparezcan antes del cuadro y que no los tenga delante. Si los tiene, la presión va a estar ahí, porque el tipo de juego que desarrollan estos jugadores no es tan fácil para el serbio en tierra batida".

"Si sigue jugando a este nivel y los demás no suben un poco, va a ir ampliando esta estadística. El techo viene más relacionado a que los demás se le puedan subir a las barbas o no. Con el nivel que viene mostrando, creo que es el jugador que podría llegar a batir la marca de Federer. Pero no es sencillo. Aunque parezca que quedan sólo seis, puede ir llegando, si se le escapa uno, otro se lo gana otro jugador compitiendo increíble… Esos años en los que él está marcando la diferencia como ahora son los que tiene que aprovechar para ir sumando mínimo tres Grand Slams por temporada. Si no, al final todo se hace muy largo y de un año a otro, todo cambia mucho".

Lo que no cambia últimamente es el desenlace de los torneos. La sonrisa de Djokovic en una era de gigantes.

En Melbourne no hubo un solo grito. Al coronar uno de los torneos más prestigiosos del circuito, segundos después de hacer historia al conquistar por sexta vez el Abierto de Australia -un récord guardado en exclusiva por Roy Emerson desde 1967-, Novak Djokovic bajó la mirada, caminó lentamente hacia la red y dedicó un discreto beso al firme de la Rod Laver Arena, la pista central del primer Grand Slam del año. Un gesto que refleja a la perfección el estado actual del balcánico. Contención ante el triunfo. La excelencia como dogma. La superioridad como rutina. Un acto impasible al coronar en Melbourne su undécimo título del Grand Slam (igualando la marca de mitos como Björn Borg o el propio Rod Laver), recortando distancias con las 14 coronas de Rafael Nadal (las mismas que ostenta Pete Sampras) y planteando el debate sobre sus opciones de alcanzar el récord de 17 títulos nobles firmado por Roger Federer. Al salir de Melbourne, sin embargo, la conversación va más allá de un simple número. A sus 28 años, habiendo disputado las últimas cinco finales de Grand Slam, doblando en puntos al segundo clasificado y probando un nivel que nadie parece poder frenar de forma regular a corto plazo, el serbio juega una partida con cartas para buscar la condición de mejor jugador de todos los tiempos.

Novak Djokovic