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Álvaro Rama

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Asume tu responsabilidad, Maria

El positivo de la jugadora deja muchos interrogantes. ¿Hay que aplaudirla por reconocerlo públicamente? ¿Nadie en su equipo consultó la lista de sustancias prohibidas?

Foto: Sharapova dio positivo el 26 de enero, el día en que perdió en los cuartos de final del Open de Australia contra Serena Williams. (Tracey Nearmy/EFE)
Sharapova dio positivo el 26 de enero, el día en que perdió en los cuartos de final del Open de Australia contra Serena Williams. (Tracey Nearmy/EFE)

Maria Sharapova reconoció este lunes haber dado positivo en un test antidopaje en el Abierto de Australia. En un hotel de Los Ángeles (Estados Unidos), la cinco veces campeona de Grand Slam explicó lo ocurrido con una prueba realizada el pasado 26 de enero, fecha en la que disputó su último partido en los cuartos de final del primer grande de la temporada ante Serena Williams. La sustancia encontrada en su cuerpo es Meldonium, un medicamento que favorece el incremento en la resistencia de los deportistas, ayuda en la recuperación tras el ejercicio, protege contra el estrés y mejora la activación del sistema nervioso central.

Expuesto el caso, pasamos a considerar algunas preguntas en torno a la figura de la jugadora rusa y un escenario que ha sacudido la élite del deporte.

Rueda de prensa en la que Sharapova anunció su positivo.

¿Tan difícil es consultar una lista de sustancias prohibidas? Sharapova reconoció que la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) dejó un mensaje en su dirección de correo electrónico el pasado mes de diciembre. Algo tan banal como los productos que no pueden aparecer en el organismo de una deportista profesional para garantizar la honradez en el rendimiento. Como "grave error" valoró Sharapova este supuesto descuido en el protocolo de preparación, sin que haga falta mayor valoración. Una jugadora con un grupo humano enorme a su alrededor debería mantener un mínimo de atención a detalles de esta naturaleza. Ese es el punto más obvio, considerando como válida la teoría expuesta.

¿Y si no llegan a 'descubrir' ese efecto del producto? La AMA indicó en septiembre de 2015 que el Meldonium (también conocido como Mildronate) pasaba a incluirse en la lista de sustancias prohibidas una vez quedó evidenciado que los atletas lo ingerían con "intención de aumentar su rendimiento". El descubrimiento de la molécula por parte de un laboratorio antidopaje de Colonia (Alemania) en multitud de muestras de deportistas llevó a esta conclusión. Dejemos a un lado que hasta el año 2015 no se preste atención a los efectos en rendimiento deportivo de un producto desarrollado en los setenta. Consideremos que es un producto cuyo uso está extendido en multitud de disciplinas -en apenas unos días de ilegalidad, hay sanciones en modalidades tan variadas como atletismo, ciclismo, patinaje, tenis… lo que viene a indicar su uso habitual por parte de numerosos profesionales-. Si tantos atletas y en tan diversas disciplinas lo empleaban de forma frecuente, si ese producto era conocido de manera informal como una sustancia curalotodo en antiguas repúblicas soviéticas, ¿es posible que los atletas y no los organismos médicos supieran de estas propiedades? Y centrados en el caso de Maria Sharapova: si como el propio fabricante del producto ha reconocido, las sesiones normales se extienden entre cuatro y seis semanas, con hasta dos o tres posibles repeticiones anuales de tratamiento, ¿está actuando con buena fe una persona que lo consume, o afirma haberlo consumido, durante una década? Bastantes interrogantes.

¿Una segunda oportunidad? Una de las frases más llamativas de la declaración pública de Maria Sharapova apeló a la clemencia dentro de un ambiente solemne. "No quiero poner fin a mi carrera profesional de esta manera. Querría una segunda oportunidad", vino a decir la rusa, con los matices de traducción que estimen pertinentes. El mensaje, no obstante, fue ese: opción de poner una guinda menos amarga a su trayectoria. Ahora bien, ¿la segunda oportunidad para quién sería moralmente justa en este caso? ¿Para ella, que ha ganado absolutamente todos los torneos del circuito y se ha erigido como la deportista mejor pagada del mundo durante toda una década, año tras año? ¿O para las rivales que tomen el deporte con total limpieza y hayan convivido junto a ella -sin tener constancia de cuán larga es esta lista-? ¿Quién devuelve esos años de competición al resto, aunque el producto fuera legal? ¿Acaso no son 10 años de ventaja competitiva una oportunidad en sí misma? ¿No es una situación privilegiada 'per se' estirada durante toda una carrera?

No se busca una sanción retroactiva, a fin de cuentas ella actuaba dentro de la legalidad vigente -lo legal no es sinónimo de justo-, pero tampoco eximir a futuro al rozar una línea roja moral. La defensa de la jugadora, eso sí, apela a una ingesta terapéutica y emplea los 25 días de infracción -tiempo ínfimo en comparación con los 10 años de consumo dentro de la normativa- para atenuar la sanción. El desconocimiento de una norma no exime de su cumplimiento, de manera que el "no lo sabía" seguido de un sentido suspiro ante las cámaras es por ahora eso, un plano de televisión. Si hay un cambio normativo en las reglas del juego, pongamos por caso la omisión del 'let', y un jugador no está al corriente de ello, no podría pedir que repitieran el punto por su ignorancia.

¿Salir en público a reconocer que se ha incumplido la norma debe ser un motivo de aplauso? Una de las cuestiones más criticables del caso Marin Cilic, cuyo consumo de glucosa en el torneo de Montecarlo afloró durante el año 2013 en Wimbledon con una puesta en escena deplorable, fue el oscurantismo empleado por las instituciones. Entonces se consideró más provechoso elaborar una mentira: el jugador no salió a disputar un partido por una supuesta lesión cuando en realidad pasaba a cumplir una sanción provisional de forma encubierta. ¿Es más loable salir y afirmar efectivamente lo ocurrido? Sin duda alguna. Pero pensemos con sentido: si nadie es premiado por actuar correctamente, haciendo lo que debe, ni mucho menos debería ser motivo de loa reconocer haber obrado mal. Hay una sutil contradicción en las palabras de Maria Sharapova al afirmar que acepta plenamente las consecuencias de lo ocurrido mientras dos frases más tarde solicita veladamente una pena limitada.

Para la rusa, un auténtico icono del deporte moderno, este caso supone un capítulo negro en el expediente. Su extenso portfolio de patrocinadores no ha dudado en comenzar a derribar el castillo. Nike ha suspendido provisionalmente su acuerdo, vigente desde 2010, extendido por ocho años y con un valor estimado de 70 millones de dólares —el más grande de los congelados hasta la fecha por la compañía estadounidense—. Porsche, socio de la rusa desde 2013, ha decidido suspender todas las acciones planeadas hasta el momento, y TAG Heuer, firma relojera de lujo, ha optado por desentenderse de las negociaciones abiertas tras terminar su contrato con la exnúmero 1 el pasado 31 de diciembre.

Los interrogantes sobre Maria Sharapova se acumulan, y el cuestionario parece no haber hecho más que empezar.

Maria Sharapova reconoció este lunes haber dado positivo en un test antidopaje en el Abierto de Australia. En un hotel de Los Ángeles (Estados Unidos), la cinco veces campeona de Grand Slam explicó lo ocurrido con una prueba realizada el pasado 26 de enero, fecha en la que disputó su último partido en los cuartos de final del primer grande de la temporada ante Serena Williams. La sustancia encontrada en su cuerpo es Meldonium, un medicamento que favorece el incremento en la resistencia de los deportistas, ayuda en la recuperación tras el ejercicio, protege contra el estrés y mejora la activación del sistema nervioso central.