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Azarenka, Nadal… resucitar en el tenis
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Álvaro Rama

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Azarenka, Nadal… resucitar en el tenis

La tenista bielorrusa ha ganado Indian Wells y Miami y demuestra así que se puede volver a ser grande años después de ser número uno y tras superar sus problemas físicos

Foto: Victoria Azarenka posa con el título del Miami Open (EFE)
Victoria Azarenka posa con el título del Miami Open (EFE)

¿Cuánto valor tiene aceptar comenzar de cero? ¿Cuántas personas tragarían el barro de los primeros días una vez probada la miel de los primeros puestos? ¿Es la lesión la mayor cura de humildad existente en la competición profesional? En las situaciones límite aflora la verdadera naturaleza de las personas. Y para los deportistas no hay mayor impotencia que no practicar deporte. “No me dolió perder, me dolió no poder jugar” declaró Rafa Nadal cuando su espalda se removió en la final del Abierto de Australia 2014 ante Wawrinka, un partido que marcó un cierto punto de inflexión en los siguientes dos años de su carrera.

[Lea aquí: La reacción de Nadal]

Suele decirse que mantenerse en las primeras posiciones es más complicado que llegar hasta ellas. Por la regularidad que conlleva sostener un estatus. Con un grado superior de dureza podríamos situar la vuelta a la élite tras haber estado en ella, que requiere un ejercicio de voluntad y experiencia, pero sin el estímulo de la novedad que estaba presente al alcanzarla en un primer momento. Especialmente cuando el abandono viene motivado por un lastre físico y no a raíz de un mero bajón competitivo por estrés o un deficiente manejo psicológico de la grandeza adquirida. Es, sin duda y con tremendo impacto en la temporada 2016, el caso de Victoria Azarenka, ya asentada como número 1 WTA de la temporada con una plaga de lesiones a la espalda. En el circuito masculino, en un caso distinto pero en el fondo comparable (tomar temperatura tras lesión), es el caso que aborda desde hace meses la figura de Rafael Nadal.

Hay una reflexión de Andy Murray que ilustra a la perfección la dificultad de regresar al nivel máximo. Con ese tono apesadumbrado del escocés, indiscernible si su presencia figura en un funeral o en una coronación si uno cerrase los ojos, quedó plasmada la pared a escalar cuando tuvo que acudir al quirófano a reconstruirse la espalda. "Cuando uno está fuera del circuito, la dificultad para volver es doble: no es que tú estés detenido, sino que los demás siguen mejorando cuando tú no puedes hacerlo. En tu regreso, la brecha se ha extendido". Eso es el efecto multiplicador de una lesión: el tiempo perdido y, además, un terreno más amplio por recuperar con menor margen. Nunca fue más válida esa frase que define la locura como el arte de esperar resultados distintos haciendo lo mismo. Nunca fue más necesaria, en consecuencia, la introducción de variaciones técnicas que al regreso de una grieta física.

Resumen de la final del torneo de Miami.

Es el tenis un deporte de evolución permanente. Lejos de las tácticas asentadas en las disciplinas de equipo, donde evidentemente la búsqueda de la victoria pasa por un ejercicio conjunto de evolución hasta superar al rival, en una disciplina individual esa metamorfosis requiere de una voluntad total de la persona. "Me siento mejor tenista que cuando fui número 1", declaró esta semana Azarenka, guiñando el ojo a las cifras con cierto desdén. Poniendo en palabras la necesidad de mejora: lo que entonces valía para liderar el vestuario, hoy no serviría para tocar el quinto puesto que ahora ocupa. Dejando entrever algo superior a una lista que te señale como el primero: sentirse referencia como paso previo. "No saldría a pista si no pensara de esta manera". Y tan tranquila con la copa a un lado. Lo demostró con hechos, pruebas como sostén al blanco sobre el negro. Azarenka ganó el torneo sin ceder un set, plasmando que la mejora al servicio es toda una realidad para la exnúmero 1 con el primer golpe menos contundente de los últimos tiempos. Azarenka ganó en Indian Wells y Miami para completar un mes perfecto al alcance de casi nadie (diez años sin una gesta así en el circuito femenino y con apenas Steffi Graf y Kim Clijsters en la nómina de precedentes). Y Azarenka, que ya es número 1 del curso tras pasar año y medio lejos de las 10 mejores, probó un hambre aplicable más allá del deporte: si la pasión va desligada a la circunstancia, es pasión verdadera.

En una época donde la demanda física es cada vez superior y la preparación de los jugadores cada vez más cuidada, una consecuencia es evidente: levantarse de una caída es cada vez más duro. Es, también, una prueba fidedigna para revelar a los auténticos animales competitivos.

¿Cuánto valor tiene aceptar comenzar de cero? ¿Cuántas personas tragarían el barro de los primeros días una vez probada la miel de los primeros puestos? ¿Es la lesión la mayor cura de humildad existente en la competición profesional? En las situaciones límite aflora la verdadera naturaleza de las personas. Y para los deportistas no hay mayor impotencia que no practicar deporte. “No me dolió perder, me dolió no poder jugar” declaró Rafa Nadal cuando su espalda se removió en la final del Abierto de Australia 2014 ante Wawrinka, un partido que marcó un cierto punto de inflexión en los siguientes dos años de su carrera.

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