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Celebremos (también) las derrotas de Garbiñe
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Álvaro Rama

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Celebremos (también) las derrotas de Garbiñe

La jugadora española no va a ganar siempre y en la derrota también hay enseñanzas necesarias. Su reacción a la salida de Wimbledon demuestra que es capaz de analizarlo

Foto: Garbiñe Muguruza, en Wimbledon (EFE)
Garbiñe Muguruza, en Wimbledon (EFE)

Garbiñe no va a ganar siempre. Aceptémoslo desde ya. De entrada y para evitar disgustos innecesarios. Perder en la primera semana de Wimbledon ante la 124 mundial en menos de una hora de juego puede parecer un paso atrás. Desde luego no es la situación ideal y ni mucho menos un resultado para recordar en el tiempo. Todavía más teniendo como referencia la copa levantada en Roland Garros unas semanas antes. No obstante, sería bueno tomar los acontecimientos con perspectiva. Ganar en París no le convierte necesariamente en candidata a cualquier título. Ganar un Grand Slam por primera vez, con la sensación de gran objetivo cumplido que ello conlleva, no le obliga a coronar todos los puertos en primera posición. Mucho menos en un evento de la exigencia de Wimbledon, independientemente de que el año anterior quedara a un paso de la copa o de que su último resultado en Grand Slam fuera quedar por encima de todas.

Lo que parece más importante en momentos como éste son las reflexiones a sacar por la protagonista. La actitud para dominar un giro quizá inesperado en el guión. Y en Wimbledon el golpe de timón fue claro.

Una de las líneas más notables en torno a Garbiñe fue la reacción de la jugadora en la derrota. Es en los instantes complicados donde se observa el potencial de las personas. Y allí, en el momento de dar las explicaciones pertinentes ante la prensa, la deportista tomó un camino: buscar lecciones en el tropiezo. La primera reflexión de Muguruza no fue una visión desganada ni una respuesta para pasar al siguiente tema con la calentura del encuentro, con la decepción de la derrota prematura todavía viva. Garbiñe apuntó a la necesidad de programar mejor sus períodos de descanso. Dar peso a su ritmo de trabajo al margen de la competición para acudir con las mayores garantías a los torneos. Toda una lectura limpia en un momento de decepción. Claridad y sinceridad en un momento oscuro. “No voy a hacer ningún drama”, aclaró la número 2 mundial, buscando desde el primer momento una vía de solución al problema encarado. Aceptar los tropiezos como parte del camino.

Otras pasaron por esto

No han sido pocas las jugadoras que han tenido dificultades para encontrar resultados después de su primera corona del Grand Slam. En las últimas temporadas, tenemos los ejemplos de jugadoras como la china Na Li o la australiana Samantha Stosur, competidoras ya maduras en el momento de esplendor de sus carreras que padecieron la resaca del primer gran triunfo. Si ellas, deportistas con una década de competición a la espalda, debieron aprender a tragar la nueva altura adquirida, qué margen no le puede quedar a una tenista de 22 años que prácticamente ha hecho suya la cumbre del tenis femenino. Y Garbiñe ni siquiera se encuentra en un bache de juego, habiendo transcurrido apenas dos encuentros desde Roland Garros como para etiquetar el momento actual de bajón competitivo.

Muguruza sigue siendo la segunda raqueta del circuito. Muguruza sigue figurando como cuarta tenista más destacada de 2016, con un pie metido en el WTA Championships de Singapur que reunirá a las mejores del curso al cierre de la temporada. Y Muguruza sigue representando uno de los valores jóvenes más firmes del deporte femenino para la próxima década.

La derrota como prueba del margen de mejora es necesaria en la competición. Es necesaria e inevitable. Nadie vence de manera permanente en ninguna disciplina. Es un elemento para detectar los puntos débiles, para pulir ciertos errores y convertir al competidor en una versión más fuerte de sí mismo si tiene la humildad y la capacidad de sacrificio necesaria para pelear contra sus limitaciones. La derrota de Muguruza en Wimbledon no es más que eso: la viva demostración de que el camino a la excelencia está lleno de sombras.

Garbiñe no va a ganar siempre. Aceptémoslo desde ya. De entrada y para evitar disgustos innecesarios. Perder en la primera semana de Wimbledon ante la 124 mundial en menos de una hora de juego puede parecer un paso atrás. Desde luego no es la situación ideal y ni mucho menos un resultado para recordar en el tiempo. Todavía más teniendo como referencia la copa levantada en Roland Garros unas semanas antes. No obstante, sería bueno tomar los acontecimientos con perspectiva. Ganar en París no le convierte necesariamente en candidata a cualquier título. Ganar un Grand Slam por primera vez, con la sensación de gran objetivo cumplido que ello conlleva, no le obliga a coronar todos los puertos en primera posición. Mucho menos en un evento de la exigencia de Wimbledon, independientemente de que el año anterior quedara a un paso de la copa o de que su último resultado en Grand Slam fuera quedar por encima de todas.

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