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Stan Wawrinka o cómo convertirse en un mito del tenis con más de 30 años
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Álvaro Rama

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Stan Wawrinka o cómo convertirse en un mito del tenis con más de 30 años

El jugador suizo consiguió su tercer Grand Slam, todos ellos logrados a una edad en la que los tenistas piensan en retirarse. Ha conseguido mantenerse concentrado y desplegar un ataque brutal

Foto: Stan Wawrinka, en un rascacielos neoyorquino (Reuters)
Stan Wawrinka, en un rascacielos neoyorquino (Reuters)

Impone el silencio como muestra de autoridad. La celebración de Wawrinka al ganar el Abierto de los Estados Unidos ante Novak Djokovic, sin decir absolutamente nada, alzando fríamente los brazos donde otros se hubieran dejado la voz, fue una demostración de templanza reservada a los elegidos. Tras tomar uno de los torneos más grandes del mundo, en el estadio con mayor aforo del planeta y ante el tenista más dominante de la actualidad, su estoicismo fue la pura manifestación del síntoma: Stan, residente en la sombra durante toda su carrera, ha llegado a normalizar el triunfo en el mayor escaparate. A tocar como norma lo que parecía fuera de su alcance. A considerar como suyo lo que hasta hace no tanto ni rozaba con los dedos. 

Foto: Wawrinka besa el trofeo (EFE)

Magnus Norman, antiguo número 2 mundial y hombre encargado de pilotar la carrera del suizo desde la temporada 2013, tramo en que ha levantado sus tres coronas del Grand Slam. Una colección ya histórica e impensable tiempo atrás por un jugador falto de autoestima durante grandes fases de su carrera. Su confesión tras coronar Flushing Meadows, además, fue reveladora sobre la psicología de trabajo empleada entre ambos. “Lloré cinco minutos antes de jugar la final”, declaró Wawrinka con la copa ya en la mano, mostrando un lado humano invisible en la competición. “Pero Magnus estableció una norma muy clara: no mostrar un solo sentimiento en pista”.

Stan, un pegador descomunal con capacidad para rasgar las defensas de Djokovic, actuó como un autómata de principio a fin. Con una actitud de frialdad en un ambiente que haría temblar las piernas del más despreocupado. Una virtud que ha pulido en los últimos tiempos en un historial que habla por sí mismo: Wawrinka, que había entregado nueve de las 13 primeras finales de su carrera, ganando cuatro torneos de la menor categoría hasta rondar la treintena de edad, ha mutado en un competidor colosal, capaz de apretar la mano las últimas 11 veces que peleó por una copa. Eso, la capacidad para elevar el nivel a la hora de la verdad, le han convertido en el rival más temido por la élite.

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Sep 11, 2016; New York, NY, USA; Novak Djokovic (SRB) and Stan Wawrinka (SUI) at the trophy presentation ceremony after their match on day fourteen of the 2016 U.S. Open tennis tournament at USTA Billie Jean King National Tennis Center. Mandatory Credit: Susan Mullane-USA TODAY Sports

 

El más incómodo para Djokovic

Su confianza desató un torrente de juego directo imparable hasta para mejor jugador de la actualidad. Suficiente para desarbolar la defensa de Djokovic, uno de los atletas más ágiles de su era, con medio centenar de tiros ganadores. Apuntando a la sien como indicador de una concentración absoluta en la tarea. Sin importar la identidad al otro lado de la cinta. Como actuando en una burbuja con todo elemento bajo control.

Es la creencia total de un deportista en una era de rivales de tamaño histórico. Y ése es el mayor cambio de Stan. Y Novak sirvió como punto de inflexión en su carrera. Las octavos de final del Abierto de Australia 2013, donde el precio de su derrota fue un quinto set de 22 juegos ante el serbio. Un choque que actuó como acicate par soltar a un tenista hasta entonces vacío de triunfos más allá de la cuarta ronda en un grande. Un encuentro donde Wawrinka comenzó a establecerse como el jugador más incómodo para Djokovic en la actualidad. Ningún otro tenista ha desafiado al número 1 como el suizo en los Grand Slam durante su época de esplendor. El de Lausana, que ha batido o llevado al quinto set a Novak en sus últimos seis choques en los majors, sigue haciendo historia sorprendiendo a propios y extraños.

Así, y pese a no haber levantado un Grand Slam antes de los 30 años, Wawrinka ya ha levantado una coraza de jugador inmortal.

Impone el silencio como muestra de autoridad. La celebración de Wawrinka al ganar el Abierto de los Estados Unidos ante Novak Djokovic, sin decir absolutamente nada, alzando fríamente los brazos donde otros se hubieran dejado la voz, fue una demostración de templanza reservada a los elegidos. Tras tomar uno de los torneos más grandes del mundo, en el estadio con mayor aforo del planeta y ante el tenista más dominante de la actualidad, su estoicismo fue la pura manifestación del síntoma: Stan, residente en la sombra durante toda su carrera, ha llegado a normalizar el triunfo en el mayor escaparate. A tocar como norma lo que parecía fuera de su alcance. A considerar como suyo lo que hasta hace no tanto ni rozaba con los dedos. 

Novak Djokovic