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Simeone recoge los cómplices que en su día cultivó... y Luis Enrique pisoteó
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David Espinar

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Simeone recoge los cómplices que en su día cultivó... y Luis Enrique pisoteó

Los entrenadores de los tres equipos que mandan en la Liga deberían replantearse si la atención correcta a la prensa es un atributo que debería exigirírseles

Foto: Luis Enrique, durante una rueda de prensa. (EFE/Toni Albir)
Luis Enrique, durante una rueda de prensa. (EFE/Toni Albir)

El técnico del FC Barcelona,Luis Enrique, protagonizó la semana pasada un nuevo episodio de la peculiar relación que se establece entre un entrenador y la prensa. Su encontronazo dialéctico con un informador dio pie a análisis, quejas y recordatorios, en particular a la estancia de José Mourinho en el Real Madridy sus diatribas con el periodismo. Sin embargo, a diferencia del portugués, que en Barcelonafue extremadamente cortés con los periodistas durante sus días de ayudante de Bobby Robson hasta el punto de ser un auténtico chivato de los pormenores del camerino, el asturiano actúa en la sala de prensa con la misma disposición que tuvo como jugador. No entiende Luis Enrique que la atención a los medios de comunicación es primordial en su corporación y por ello se limita al más estricto protocolo, pese a que en ocasiones lo sobrepasa con actitudes interpretadas como groseras o insultantes. Las reacciones de los ofendidos tienden más a la gesticulación ostentosa que al verdadero dolor: teniendo el FC Barcelona en su mano la concesión del merchandising de sus productos, tranquilo puede estar el club sobre las protestas en los medios.

El técnico del Barça se limita al más estricto protocolo, pese a que en ocasiones lo sobrepasa con actitudes interpretadas como groseras o insultantes

Puede afirmarse que Luis Enrique mantiene sus relaciones en el punto en que las dejó como futbolista. Lo mismo, pero a la inversa, ocurre conDiego Simeone, quien en sus días de pantalón corto no se granjeó enemistades entre el mundo informativo. Como preparador, dirige todo lo que le rodea, ya sean profesionales o aficionados, y zafiedades como la del baloncito desde el banquillo ante elMálagason disculpadas cuando no ignoradas por la letra impresa o retransmitida. Mientras las cosas vayan bien, Simeone recoge los cómplices que en su día cultivó. ElAtlético de Madrid, a su vez, disfruta de una prensa que se significa por su militancia y parece que la entidad por fin ha entendido que se trata de un extraño privilegio en el mundo del fútbol aunque siga sintiéndose maltratado por el sector madrileño no favorable a los triunfos rojiblancos.

El Atlético disfruta de una prensa que se significa por su militancia y parece que la entidad ha entendido que se trata de un extraño privilegio en el fútbol

Algo similar se puede decir de Pep Guardiola. En su caso, se descubrió como un excelente orador, futbolista inusual para el relato, ya fuesen conclusiones políticas o descripciones tácticas. El aún técnico del Bayern cuajó buenas amistades con los periodistas. Era mucho más habitual de lo que parece hoy, en que un mundo de distancia separa a ambos gremios. En sus tiempos de jugador no era tan complicado trabar buena convivencia porque eran muchas las horas que se compartían y muy sencillo el acceso de la prensa a los protagonistas. Mantuvo bien esa cordialidad hasta el punto de que sus restricciones informativas, insólitas en el Barcelona hasta su nombramiento como técnico, fueron asimiladas con cierta docilidad, pese a unos cuantos días de duelo tras el anuncio de las puertas cerradas, las faltas de entrevistas, los cierres de concentraciones o el adiós a las exclusivas. Los títulos hicieron el resto. La ecuación de las redacciones de deportes siempre contempla el aumento de audiencias de forma paralela a la consecución de triunfos pese a que durante mucho tiempo el récord de ventas de un diario deportivo se produjo tras una debacle europea. Con un sextete en el bolsillo, ya pueden darse condiciones de trabajo incómodas.

Por lo que respecta al jugador Zidane, no fue el tipo más popular del Real Madrid de los galácticos, aunque tampoco el más antipático. Al revés de lo que sucedía con su actitud en el campo, que le hacía sobresalir sin importar lo que hiciese, en sus momentos periodísticos fue más bien gris, hasta el punto de alcanzar una línea de discreción incomprensible para un personaje de su calibre. Como entrenador, en cambio, ha presentado ya una doble cara y en ningún caso ha sido plana: o ha mostrado incomodidad y mano dura en sus manifestaciones, aunque no hacia los informadores, o ha transmitido serenidad, buen humor y buenos modales. En la prensa que sigue al Madrid hay más consenso cuanto mejores son los resultados, tal y como sucede en Barcelona. No obstante, la excepción la protagonizó el mencionado Mourinho, que nunca dejó un indiferente y sus valedores fueron tantos como sus damnificados, tan dolidos por los mandobles como por la imposibilidad de sacar una noticia, por insignificante que fuera.

La excepción en el Real Madrid la protagonizó Mourinho, que nunca dejó un indiferente y sus valedores fueron tantos como sus damnificados

Los tres preparadores de los equipos que mandan en la Liga fueron magníficos futbolistas. Sería de justicia reconocerles los méritos profesionales en sus nuevas etapas en el banquillo, aunque quizás convenga replantearse si la atención correcta a la prensa es un atributo que debería exigirse o no a los entrenadores. También sería interesante replantear el talante del periodismo y su comportamiento ante los protagonistas y los clubes. De esa reflexión el principal beneficiario será el aficionado.Por cierto, en quien no piensan ni unos ni otros.

El técnico del FC Barcelona,Luis Enrique, protagonizó la semana pasada un nuevo episodio de la peculiar relación que se establece entre un entrenador y la prensa. Su encontronazo dialéctico con un informador dio pie a análisis, quejas y recordatorios, en particular a la estancia de José Mourinho en el Real Madridy sus diatribas con el periodismo. Sin embargo, a diferencia del portugués, que en Barcelonafue extremadamente cortés con los periodistas durante sus días de ayudante de Bobby Robson hasta el punto de ser un auténtico chivato de los pormenores del camerino, el asturiano actúa en la sala de prensa con la misma disposición que tuvo como jugador. No entiende Luis Enrique que la atención a los medios de comunicación es primordial en su corporación y por ello se limita al más estricto protocolo, pese a que en ocasiones lo sobrepasa con actitudes interpretadas como groseras o insultantes. Las reacciones de los ofendidos tienden más a la gesticulación ostentosa que al verdadero dolor: teniendo el FC Barcelona en su mano la concesión del merchandising de sus productos, tranquilo puede estar el club sobre las protestas en los medios.

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