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Si Beckham fuera catalán no hubiera pedido permiso al Madrid para hablarlo
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David Espinar

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Si Beckham fuera catalán no hubiera pedido permiso al Madrid para hablarlo

Mientras los departamentos de prensa se comporten como muros en lugar de como puentes, las relaciones públicas de los futbolistas seguirán siendo teledirigidas

Foto: David Beckham.
David Beckham.

El domingo surgió una nueva polémica en torno a la prohibición por parte del Real Madrid a Kiko Casilla de expresarse en catalán. Más allá de la paletada de pensar que un idioma se aprende para sustituir a otro y que, por tanto, no se puede hablar más de uno, el caso es que la decisión de la persona que asesoró al guardameta encendió un fuego innecesario. Un entuerto que ha erosionado al jugador, cuya bien ganada fama de buena persona le sigue precediendo, y al club, cuya política de comunicación seguramente no recoge los vetos idiomáticos.

Pero más allá del incidente, la enseñanza que puede extraerse es que los futbolistas son tan capaces de acometer acciones decisivas dentro del campo como incapaces de hacerlo fuera. No es Casilla el primero que cede la iniciativa al club que le paga o a la selección que le convoca para cualquier nimiedad. A diferencia de grandes estrellas del pasado, incluso más recientes, los protagonistas de hoy no dirigen su imagen.

[El Madrid no permite a Casilla responder a un periodista en catalán]

Resulta complicado imaginarse a Beckham, Ronaldo, Romario, Raúl, Bakero o Figo con dudas sobre cómo responder en una entrevista, la conveniencia de asistir a un evento o pronunciarse sobre temas candentes. Qué decir de Pelé, Cruyff, Beckenbauer o Maradona. Algunos de los entrenadores de hoy son ejemplo de autogestión de estas cuestiones: Zidane, Luis Enrique, Simeone, Guardiola o Pochettino siempre tenían la sartén por el mango en cuanto a su comunicación pública. Por su cuenta y riesgo hablaban o vetaban y, lo más importante, asumían su responsabilidad en las decisiones. Para semejante personalidad no hace falta ser uno de los mejores del mundo y esta idea es la que se pretende evitar desde su entorno.

Mientras los departamentos de prensa sean muros en lugar de como puentes, las relaciones públicas de los futbolistas seguirán siendo teledirigidas

En cambio, los presentes fenómenos chirrían en estos aspectos. Messi, Ronaldo, Neymar o Lewandowski, por citar a algunos. Es innegable que los verdaderos protagonistas del espectáculo son los deportistas y que sus obligaciones con los aficionados van más allá de una aparición mensual ante los medios de información. El férreo control de los clubes sobre la comunicación de sus estrellas ha empequeñecido el trabajo de periodista y el daño aquí se reparte entre estos profesionales, los jugadores y los seguidores. Mientras los departamentos de prensa se comporten como muros en lugar de como puentes, las relaciones públicas de los futbolistas seguirán siendo teledirigidas.

[Casilla se come el marrón de quien le prohibió responder en catalán]

Algo en lo que no reparan es que mientras sean unos magníficos deportistas no les faltarán puestos de trabajo pero por el contrario disfrutan de una profesión de caducidad muy temprana. A partir de ese momento son innumerables los casos de aburrimiento, depresión o incluso ruina de esos nuevos jubilados. Mientras su imagen esté bien gestionada, sus ingresos podrán aumentar en el presente y perdurar en el futuro con buenos contratos de patrocinio, sus clubes seguirán disponiendo de futbolistas populares que les permitan vender camisetas, derechos y abrir nuevos mercados, y las marcas publicitarias encontrarán oportunos reclamos de negocio.

Otros deportes actuales son mucho más proactivos al respecto. El motor es un mundo en el que abundan los pilotos que controlan los escenarios públicos. Lorenzo o Rossi son la continuidad de otros monstruos de la notoriedad; Hamilton o Alonso, cada uno con su particular modo de entender la comunicación, siguen la estela de renombrados precedentes. Aunque las marcas dirigen muchas de sus intervenciones, los mensajes que envían estos deportistas son independientes, cuando no opuestos, de los intereses de los propietarios de los equipos y constatan la necesidad de algo que un gran jugador explicó con mucha visión hace diez años: “Noto que cada entrevista que doy es en interés del club y lo justo es que por lo menos también vayan en el mío”.

Otros deportes actuales son mucho más proactivos al respecto. El motor es un mundo en el que abundan los pilotos que controlan los escenarios públicos

Los deportes estadounidenses van por delante en lo relacionado con las intervenciones de sus protagonistas. Como personajes cercanos, Pau Gasol o su hermano Marc son una buena muestra de cómo comportarse en este sentido. Casi da la impresión de que para un español es más sencillo conseguir una entrevista con cualquiera de ellos que convocarles para un partido de la selección y que, una vez terminado el diálogo, podrán extraerse varios titulares de sus declaraciones. El control de los equipos de prensa es también estricto pero profesional. Esa es la gran diferencia con sus colegas del fútbol y los deportistas de este gremio.

El domingo surgió una nueva polémica en torno a la prohibición por parte del Real Madrid a Kiko Casilla de expresarse en catalán. Más allá de la paletada de pensar que un idioma se aprende para sustituir a otro y que, por tanto, no se puede hablar más de uno, el caso es que la decisión de la persona que asesoró al guardameta encendió un fuego innecesario. Un entuerto que ha erosionado al jugador, cuya bien ganada fama de buena persona le sigue precediendo, y al club, cuya política de comunicación seguramente no recoge los vetos idiomáticos.

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