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La mano blanda de Zidane sí que es "la hostia"
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Jesús Garrido

La mano blanda de Zidane sí que es "la hostia"

El Madrid que se encontró el técnico francés en enero de este año venía de mantener una relación negativa con Benítez y él recuperó el buen rollo para hacerlo un equipo ganador

Foto: Zidane ha ganado tres títulos como entrenador (Franck Robichon/EFE/EPA).
Zidane ha ganado tres títulos como entrenador (Franck Robichon/EFE/EPA).

“Podemos decir que 2016 ha sido la hostia para todos”. Zidane fue bastante elocuente para definir cómo se sentía después de jugar y ganar el último partido del año. La consecución del título mundial completó doce meses apoteósicos en los que el éxito del entrenador francés ha ido subiendo como lo hace la espuma en el vertido de un vaso de champán. Nadie, probablemente, tendrá un debut profesional como tuvo en 2009 Pep Guardiola, pero el de Zidane en este 2016 no le anda demasiado a la zaga. Tres títulos en algo menos de un año, uno grande, dos menores, pero dos menores que solo se pueden llegar a disputar si se gana el grande.

Foto: Zidane fue manteado por sus jugadores (Toru Hanai/Reuters)

Nadie lo habría creído en enero. Cuando decimos nadie, decimos que ni siquiera el hombre que lo puso en el cargo se lo imaginaba ni por asomo. Florentino Pérez no tenía mucha más salida que contratar a Zidane para que se dejara de mentar su nombre en términos peyorativos desde las tribunas del Bernabéu, pero él nunca creyó que estuviera preparado para dirigir al Real Madrid de la manera que se debe hacer, según su criterio, claro. Zidane había sido un fantástico jugador de fútbol, uno de los mejores que ha pisado un césped pintado con rayas y puntos blancos, lo cual no tenía por qué sugerir que pudiera trasladar su talento desde los pies a la cabeza, es decir, que se pudiera convertir en buen entrenador, pero al presidente no le quedaban más balas en la recámara, y la última, la que siempre hay que guardarse para que no te atrapen vivo, la disparó desde el estadio Alfredo di Stéfano.

Florentino contrató entonces a lo que había despedido meses antes. En mayo de 2015 se cansó de los métodos simpáticos de Ancelotti después de que una racha de 22 victorias consecutivas no sirviera para ganar ningún título a final de temporada (porque durante esa época sí se ganó algo, el Mundial de clubes). Lo que logró Ancelotti, además de cuatro títulos, fue una comunión con la plantilla que no se había apreciado desde los años en los que al frente del Madrid estaba Vicente del Bosque. El presidente consideró que esa relación paternal del técnico con sus pupilos debilitó al equipo y que, por esta razón, dejó escapar todos los torneos en juego. Y por eso reclutó a un sargento como Benítez para volver a poner orden en la jauría.

Poco le importó entonces a Pérez que a los jugadores les sentara como una patada donde más duele que les arrebatasen a su entrenador y amigo Carletto. Muchos salieron a defender al italiano poco después de que se confirmara su despido. Pocos recibieron con agrado a Benítez, que nunca encontró la manera de hacer que sus futbolistas sintieran empatía por él y su trabajo, y muchos se sintieron aliviados cuando fue despedido en plenas festividades navideñas. Volvían a tener a un amigo diciéndoles lo que tenían que hacer, lo cual siempre resulta mucho más agradable y cercano que recibirlas de una persona ajena a su forma de vida.

"Con esta mano blanda he ganado tres Champions", dijo Ancelotti en su día cuando le hicieron referencia a su manera 'amable' de dirigir a la plantilla blanca. ¿Por qué nadie le pregunta lo mismo a Zidane? ¿Por qué no se cuestiona su mano blanda? Porque gana, porque no pierde. En parte, también, porque es Zidane y a Zidane se le respeta. Pero los métodos del marsellés no se diferencian demasiado de los de su maestro, en absoluto. De hecho, en buena medida los ha aprendido de él. Entendió que para que una plantilla de la inmensa calidad del Real Madrid funcione medianamente bien, lo más importante es que el ambiente dentro del vestuario sea el más sano posible, y esto se consigue de dos maneras: llevándose bien con los jugadores y manteniéndolos a todos, o casi todos, contentos.

Foto: James salió desde el banquillo en la semifinal y no jugó en la final (Kim Kyung-Hoon/Reuters)

En estos meses, Zidane no ha tenido ningún revuelo en el vestuario. Hasta ahora. La 'revuelta' de James en la zona mixta del estadio de Yokohama anunciando que podría salir del Real Madrid es el único contratiempo verdadero que se ha encontrado, y que en parte ha provocado él mismo, ya que es Zidane el que decide que James juegue lo que juega. Hasta ahora, todos los jugadores de la primera plantilla han disputado algún minuto y, contra la Cultural Leonesa, llegaron a participar varios futbolistas del filial. Y todos parecen aceptar sus diversos roles, salvo James, que siente que está perdiendo el tiempo en el Madrid, incluso para llevar la contraria a Gestifute y no esperarse a final de curso para decir lo que verdaderamente pensaba sobre su situación.

Salvo este hecho que acaba de explotar (aunque ya se atisbaba desde hace mucho tiempo), el resto de los miembros de la plantilla han mostrado siempre su agrado por la forma que tiene Zidane de dirigir al equipo. Todos participan, todos juegan, todos producen, todos ganan títulos. La profundidad de la plantilla, formada por 25 jugadores (24 de ellos con ficha, Lucas Silva no está inscrito) no ha impedido que se repartan los minutos. Es verdad que las lesiones han venido 'bien' en este sentido, pero el entrenador también ha puesto de su parte: Ramos pudo jugar la semifinal del Mundial, pero aguardó en el banquillo porque Zidane confía plenamente en Nacho. También se ha fiado ciegamente de Kovacic cuando ha tocado, o de Morata, o de Asensio, o de Isco, o de Casilla, o de Lucas o de Mariano. Y cuando salen, lo dejan todo. Así es más fácil ganar, o no perder.

“Podemos decir que 2016 ha sido la hostia para todos”. Zidane fue bastante elocuente para definir cómo se sentía después de jugar y ganar el último partido del año. La consecución del título mundial completó doce meses apoteósicos en los que el éxito del entrenador francés ha ido subiendo como lo hace la espuma en el vertido de un vaso de champán. Nadie, probablemente, tendrá un debut profesional como tuvo en 2009 Pep Guardiola, pero el de Zidane en este 2016 no le anda demasiado a la zaga. Tres títulos en algo menos de un año, uno grande, dos menores, pero dos menores que solo se pueden llegar a disputar si se gana el grande.

Zinédine Zidane Florentino Pérez
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