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¿Ha llegado la hora de que Alierta y Botín den un paso y no al frente?
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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¿Ha llegado la hora de que Alierta y Botín den un paso y no al frente?

Llamó mucho la atención que, en la reciente Junta General de Accionistas de Telefónica, celebrada hace apenas quince días, su presidente, César Alierta, arremetiese contra los

Llamó mucho la atención que, en la reciente Junta General de Accionistas de Telefónica, celebrada hace apenas quince días, su presidente, César Alierta, arremetiese contra los inversores que están castigando a la compañía en bolsa hasta llevarla a niveles del verano de 2005 (ya de 2003 tras las dos semanas de pasión). Una defensa justificada porque, según el aragonés, la compañía ha multiplicado por dos el número de clientes, por 1,7 los ingresos y por 1,8 el beneficio por acción desde 2005.

Cierto. Un argumento con el que se puede estar muy de acuerdo. Pero hay que tener en cuenta que al primer ejecutivo de Telefónica se le olvidó decir que hace siete años su compañía tenía una deuda de 30.000 millones, frente a los casi 55.000 actuales y que el ratio de endeudamiento respecto a su beneficio operativo era de 1,9 veces frente a los casi 2,5 de hoy en día. Además, su cifra de negocios, su OIBDA y otros indicadores de su cuenta de resultados crecían al 25% frente al estancamiento de los ingresos, el descenso del 5% del OIBDA y la caída del 46% del beneficio neto (datos de 2011).

Cualquier tesis es válida para apostar al alza o a la baja por Telefónica, que en las últimas 48 horas ha recibido dos rejones de Standard & Poor´s y de Moody´s que pondrán en serio peligro la promesa del dividendo. Alierta negó hasta los pies de la cruz de los mercados –estas dos agencias ya le habían advertido en verano- que mantendría la retribución al accionista contra viento y marea. La última vez fue en noviembre de 2011, tres semanas antes de anunciar un profit warning de dividendo de muy señor mío.

La queja de Alierta sonó rara porque si de algo sabe don César es de bolsa, de cómo funcionan los inversores, de cuándo te creen o no te creen, de por dónde van las modas a la hora de jugarse la pasta. De si con la estrategia que propones, en especial en estos momentos en los que las cuentas de resultados no cuadran con facilidad, consigues vender tus acciones o si, por el contrario, los grandes gestores de carteras prefieren a tus competidores. Los dos presidentes atacan a los inversores, que a su vez consideran que sería bueno renovar al primer ejecutivo de Telefónica y Banco Santander

De esa maquinaria Alierta sabe como pocos. Su profesión real es la de broker, la de agente de cambio y bolsa, una época de su vida en la antigua Beta Capital en la que ganó mucho dinero y que le aupó a las presidencias de Tabacalera y de Telefónica. Por eso, por que fue monaguillo antes que fraile, su quejío cuesta de entender, salvo que fuera un acto de liberación al observar como todos sus intentos –compra masiva de autocartera, nueva estructura directiva, cambio de rumbo en la gestión, etc..- han sido baldíos.

Su presunto desgaste coincide con el cansancio de sus accionistas, los dueños reales de la empresa, que en la reciente junta le retiraron parte del apoyo a la hora de reeligirlo como presidente. Solo votaron a favor el 75% de los asistentes, frente al 99% de hace cinco años. Porcentaje que, una vez filtrada la participación de los minoristas, se rebaja aún más en cuanto al rechazo de los institucionales, los que verdaderamente hacen subir o bajar la acción. A cerca de la mitad de este colectivo le gustaría tener otro presidente.

Situación similar a la de don Emilio Botín, a quien también le enmendaron la plana en su cita anual con los propietarios verdaderos del banco. Aproximadamente, el 50% de los grandes inversores le dijeron que vaya pensando en dejar el sillón, noble posición a la que tanto el banquero como el presidente de Telefónica se amarraron cuando en plenas navidades de años atrás retrasaron los límites de edad para ejercer sus cargos. Los dos comparten -Botín lleva años criticando a los inversores- además capítulos judiciales no muy edificantes, lo cual también puntua a la baja.

Lo de Botín tiene el agravante de que a su hija, a Ana Patricia Botín, también le afearon su renovación como consejera en la junta de 2011, cuando muchos inversores votaron en su contra. Una coyuntura nueva en los órganos de gobierno de nuestras principales empresas, acostumbrados hasta ahora a que nadie les tosiera, sintiéndose los jefes in pectore de la empresa pese a no tener apenas el 2% del capital en sus manos en el mejor de los casos.Las últimas juntas de accionistas son un antes y un después para la continuidad de los ejecnutivos con más nombre del Ibex 35

Internamente, donde se admite la preocupación, se explica por una nueva corriente surgida entre los grandes gestores de evitar que un presidente o consejero esté más de doce años en el cargo, más de tres legislaturas, no vaya a ser que se acomode o acomode a sus amiguetes y entre unos y otros no administren el capital con la tensión necesaria. Probable e incluso lógica petición de airear las casas, de dejar paso a las nuevas generaciones, especialmente cuando las cosas no salen, cuando la acción cae y cae en bolsa.

Pero insuficiente para los guardias de corps de los Alierta y Botín, los cuales consideran que su gestión está más allá de un momento puntual, por muy delicado que sea. Y que unos tíos de Edimburgo, Francfort, Boston o Minesota, por muchos miles de millones que gestionan, no van a echar por tierra el trabajo de muchos años.

Correcta defensa si no fuera porque estos tipejos son los que hacen subir o bajar la cotización, los que se ponen cortos o largos contra la acción, y porque guste o no son los dueños finales de Santander y Telefónica. Se aproximan vientos de cambio.

Sean felices en este cambio de era.

Llamó mucho la atención que, en la reciente Junta General de Accionistas de Telefónica, celebrada hace apenas quince días, su presidente, César Alierta, arremetiese contra los inversores que están castigando a la compañía en bolsa hasta llevarla a niveles del verano de 2005 (ya de 2003 tras las dos semanas de pasión). Una defensa justificada porque, según el aragonés, la compañía ha multiplicado por dos el número de clientes, por 1,7 los ingresos y por 1,8 el beneficio por acción desde 2005.