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La euforia de la bolsa, entre la propaganda optimista y el riesgo cero
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Agustín Marco

A Corazón Abierto

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La euforia de la bolsa, entre la propaganda optimista y el riesgo cero

La bolsa suele servir de termómetro para los políticos, que tienden a asemejar las subidas de las acciones con la buena salud de la economía

El estado de ánimo de la bolsa suele servir de termómetro para los políticos, que tienden a asemejar las subidas de las acciones con la buena salud de la economía. Ni que decir tiene que las bajadas, las obvian. Como hizo Zapatero en octubre de 2007, cuando el Ibex se paseaba por los máximos históricos, los que mandan actualmente han aprovechado la revalorización del índice selectivo para asociarla al éxito de las políticas de ajustes aplicadas por Cristóbal Montoro y Luis de Guindos. “Fíjense que bien lo hemos hecho, que los inversores extranjeros no paran de comprar activos en España”, están cantando a bombo y platillo. Un mantra que de tanto repetirlo cala en el ciudadano medio que aún tiene ahorros y que pica. Ya saben, cuando el taxista habla de bolsa…

Pero, sin quitar el mérito a los dos ministros de Mariano Rajoy, los dos motivos que explican la escalada de las cotizaciones es el striptease de las empresas y la transfusión artificial de la FED y del BCE. Lo primero lo hicieron las compañías estadounidenses y británicas en el mismo 2008, cuando la tormenta financiera empezó a arreciar y dejó en paños menores a la gran mayoría de la banca mundial. El reconocimiento de las pérdidas. Un axioma elemental que fue negado por los principales ejecutivos españoles hasta que las vergüenzas eran de tal tamaño que ni la connivencia de las auditoras –qué daño hicieron los Deloitte, Price y KPMG- podía ocultar.

Por estas tierras contamos en reiteradas ocasiones la falsedad de los balances de las empresas cotizadas, números cuyos directivos sostenían contra viento y marea, contra el descrédito general, con el único objetivo de seguir manteniendo el sillón presidencial. Los ejemplos de la farsa eran abundantes. El equipo titular lo conformaban Prisa, por los medios de comunicación; ACS, Sacyr, Ferrovial y FCC, como representantes de las constructoras; Bankia, Popular, Sabadell y Santander, en nombre de la moribunda banca; con Telefónica y Martinsa-Fadesa en la punta de ataque. En el banquillo tuvieron sus oportunidades zombies como Reyal Urbis y la inolvidable Astroc, y más recientemente las eléctricas como Acciona, Endesa e Iberdrola o Codere.

El tardio reconocimiento de las pérdidas y los ajustes en costes (miles de despidos) y en capex (inversiones) han permitido una subida del valor de las acciones que puede extenderse en el tiempo

Nadie admitía el tumor y en consecuencia ninguna se aplicaba el tratamiento. Hasta que a mediados del pasado año, ante el fuego eterno que suponía la incapacidad de obtener financiación para pagar los gastos más comunes, una a una fueron admitiendo los pecados. Los casos más llamativos fueron los de Telefónica, con la histórica supresión del dividendo por primera vez desde 1936, y ACS, con la venta forzada de Iberdrola, amén de los miles de millones en provisiones de entidades como BBVA, Santander y Caixabank a los que les obligó Luis de Guindos.

Decisiones de urgencia solo adoptadas cuando se vieron con la soga al cuello. La reacción fue muy tardía, con el daño consiguiente a los sufridos accionistas. Pero en bendita hora que expiaron los pecados. El fruto se recoge ahora en forma de una credibilidad que han comprado los inversores, se llamen Bill Gates o los numerosos y anónimos fondos de inversión que han comenzado a sobreponderar las empresas españolas en sus carteras.

Gracias a la purga de las pérdidas pasadas –solo ACS, Sacyr y FCC sumaron 4.600 millones en números rojos-, sus cuentas son más verosímiles. Y los inversores, que saben que muchas de estas compañías cotizaban a precios de merecido derribo, se han abalanzado sobre ellas al calor de las medidas adoptadas –recortes de costes y de capex- por sus renovados equipos gestores y por el Gobierno.

El resultado está siendo la primera subida de la bolsa española en cuatro años, hasta niveles no ollados desde mediados de 2011. Una revalorización que ha provocado el lógico efecto psicológico de riqueza en todos los inversores, desde los institucionales hasta los particulares, que han visto crecer su renta disponible. Una mejoría que ha llevado a España a abrir las portadas de Financial Times y de The Wall Street Journal, dos medios que hasta hace bien poco usaban con frecuencia el término PIG (cerdo) para hablar de la patria y que ahora emplean elogios para referirse a inversiones como la de Gates.

Una redención que, no olvidemos, ha necesitado el sacrificio de muchos consejeros delegados y presidentes que no estuvieron a la altura. Ahí está el otro equipo de cesados, con Luis del Rivero, Baldomero Falcones, Rodrigo Rato, Fernando Martín, Jaime Echegoyen, Julio Linares, Eshter Koplowitz, Rafael Sánchez Lozano y Alfredo Sáenz, entre otros. Algunos, como Juan Luis Cebrián y cia, siguen vivos amarrados a sus cortijos.

Pero la revalorización de los índices no esconde que las bolsas siguen están enchufadas a la máquina de la respiración asistida de la FED y que los resultados operativos de las empresas continúan famélicos

Una recuperación que exige prudencia, como pedía uno de los ministros con peso en el monasterio de Mariano Rajoy. Porque los números operativos, es decir, los márgenes, no son para tirar cohetes. Ni mucho menos. No salen, como reconoce el presidente de Vodafone España, Francisco Román, que no percibe todavía esa mejoría que se vocifera desde los atriles. Mientras no despierte el consumo, habrá pocas alegrías. Solo hay que ver los resultados trimestrales operativos que esta semana han presentado multinacionales como Santander, BBVA o Iberdrola.

Por ello hay que preguntarse si esta subida de la bolsa y, por tanto, de la sensación de que todo va mejor, incluido el bolsillo, es perdurable en el tiempo. La conclusión es que si mientras, como decíamos antes, los bancos centrales de Estados Unidos y Europa siguen con la manguera de regar dinero. En ese caso, invertir en renta variable tiene un riesgo casi cero después de que las empresas hayan provisionado todos los agujeros actuales.

La cuestión es hasta cuánto se puede extender la euforia y ahí la respuesta es más incierta porque los márgenes de las compañías siguen planos en el mejor de los casos. Si no se crea empleo y el ciudadano no gasta, el recorrido al alza será más corto que largo por mucho trasvase que haya de depósitos bancarios tradicionales a fondos, y de fondos a la bolsa. Aunque aún queda camino para ganar unos euros muy ricos con los que compensar todo lo que nos ha quitado Montoro, que nadie olvide que los mercados siguen conectados a la máquina de oxígeno de la FED y del BCE.

Sean felices

El estado de ánimo de la bolsa suele servir de termómetro para los políticos, que tienden a asemejar las subidas de las acciones con la buena salud de la economía. Ni que decir tiene que las bajadas, las obvian. Como hizo Zapatero en octubre de 2007, cuando el Ibex se paseaba por los máximos históricos, los que mandan actualmente han aprovechado la revalorización del índice selectivo para asociarla al éxito de las políticas de ajustes aplicadas por Cristóbal Montoro y Luis de Guindos. “Fíjense que bien lo hemos hecho, que los inversores extranjeros no paran de comprar activos en España”, están cantando a bombo y platillo. Un mantra que de tanto repetirlo cala en el ciudadano medio que aún tiene ahorros y que pica. Ya saben, cuando el taxista habla de bolsa…

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