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Koplowitz 'achatarra' su imperio con el permiso de la banca para sobrevivir
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Agustín Marco

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Koplowitz 'achatarra' su imperio con el permiso de la banca para sobrevivir

Hace un año, FCC se enfrentó a posiblemente el consejo de administración más importante de la historia reciente de la compañía, constituida como tal en 1992

Hace un año, FCC se enfrentó posiblemente al consejo de administración más relevante de la historia reciente de la compañía, constituida como tal en 1992 tras la fusión de Construcciones y Contratas con Obras y Construcciones, esta última con casi cien años en los andamios. Aquel 20 de diciembre, el grupo, en una situación ya delicada, tuvo que tomar la medida más drástica para sus accionistas en veinte años: la supresión del dividendo por primera vez como entidad cotizada.

En el crucial momento de la citada reunión, en la que también se debatieron posibles desinversiones urgentes para pagar la deuda de 8.000 millones que arrastraba el holding, se ausentó Eshter Koplowitz, la principal accionista, con el 54% del capital, que a su vez tenía un pasivo personal de 1.100 millones de euros. La entonces presidenta optó por ponerse de perfil, tal y como había hecho en el consejo del 8 de noviembre, cuando ante la dureza del plan de reestructuración que presentó el primer ejecutivo en aquel momento, Baldomero Falcones, decidió levantarse de la silla y dejar en suspenso el voto.

Dos instantes en los que quedó patente que la situación era del desagrado de la empresaria, que veía como el imperio creado por su padre se desmoronaba como un castillo de naipes ante el hundimiento de la acción hasta mínimos históricos. La hermana de Alicia, que años atrás prefirió alejarse del ladrillo, pensaba que el pedigrí del apellido le ayudaría en este país, donde la banca tiene un trato preferencial con los Pérez, Alcocer, Del Pino o Koplowitz,

No le faltaba razón a doña Esther, que a finales de 2011 consiguió que BBVA y en menor medida Bankia le dieran una prórroga de seis años para  pagar sus 1.100 millones de deuda personal. Ni más ni menos que hasta 2017, única fecha de amortización. Ambas entidades, que sí le habían obligado a aportar garantías adicionales por casi 290 millones, fueron condescendientes. Sobre todo Paco González, que tenía créditos impagados tanto en la sociedad patrimonial de la familia como en la matriz de la constructora. Si ejecutaba la garantía, las acciones, se convertía en el dueño mayoritario de una constructora al borde del precipicio. Mal negocio.

Doña Esther, superada por las circunstancias y sin cash, vuelve a pedir árnica a la banca apenas dos años después de que le dieran seis para hacer frente a su deuda personal de 1.100 millones

El problema es que, al suspender por exigencia de todos los acreedores el tradicional dividendo que pagaba FCC en diciembre de 2012, el se quedó literalmente sin cash para pagar ni los intereses. Es lo que le ha pasado este año, motivo por el cual ha pedido otra vez árnica. Su situación es, cosas de la vida, tan crítica como la de cualquier ciudadano llamado Martínez, Sánchez o García, pero con más networking.

Por ese motivo, la matriarca ha tenido que pedir auxilio por segunda vez en 24 meses, porque su patrimonio, por muy repleto de obras y fincas que esté, no es suficiente. Una coyuntura impropia en la historia de la familia por la que, sirva de consuelo, ya pasaron otros nombres ilustres de la patria. Un underwater que sufrió no hace muchos años la familia Del Pino cuando las acciones de Ferrovial llegaron a valer mucho menos que lo que los constructores debían a la banca. Como contamos por aquí, este verano tuvieron que volver a alargar el plazo para devolver sus créditos pese a que el grupo de infraestructuras ya se ha recuperado en bolsa con gran holgura gracias al trabajo de fino picapedrero y mejor vendedor de activos de Iñigo Meirás.

Aprietos similares han vivido Florentino Pérez, que ha reducido sensiblemente su pasivo de casi 600 millones a poco más de 350 en una operación todavía sin explicar. El presidente del Real Madrid y sus socios más fieles, como los Albertos y Pedro López Jiménez, observaron con preocupación cuando ACS cotizaba a poco más de 12 euros. Los primos y el alter ego de don Florentino tuvieron que vender a la carrera tras ser amenazados de ejecución por los bancos nacionalizados. 

La empresaria, sin dinero ni para los intereses, tiene cogido a BBVA, que corre el riesgo de quedarse con la compañía por ser el mayor acreedor de la familia y de la empresa al mismo tiempo

Los otros, los privados, han sido más benevolentes. Mientras empresas industriales como Fagor, retailers como Blanco y otras constructoras de menos nombre han sucumbido, ninguno de los grandes se ha atrevido con estos empresarios de postín, que jugaron a ver quién tenía el músculo más largo en aquellas operaciones sobre Repsol, Iberdrola o Endesa. El problema es que ahora el Banco de España ya no permite esas patadas hacia adelante, esos tratos de favor, por lo que toca casi pasar por el mismo aro que un Martínez, un Sánchez o un García. La diferencia es que mientras al ciudadano de a pie le custodia el anónimo director de oficina sin piedad, que hace lo que le dice el responsable de riesgos, a los de más pedigrí los fiscaliza el consejero delegado de turno. Como Ángel Cano, de BBVA, en el caso de Koplowitz, un banquero con una gran mano izquierda y mucho recorrido.

Sin ninguna duda, a la empresaria la va a salvar la banca, aunque tenga que dejarse el control del grupo por el camino. Los tiene agarrados por donde más duele.  La refinanciarán pese a que para ello tenga que poner en un brete a su nuevo consejero delegado, Juan Béjar, quien aseguró que FCC no podría pagar dividendos hasta después de 2015. La endeudada dueña pide que sea ya el próximo año porque de lo contario no puede pagar lo suyo.

La petición de la dueña de pagar dividendo se contradice con lo anunciado por su consejero delegado, Juan Béjar, al que la banca le ha dado un crédito más que merecido

Otra vez, la guerra entre los intereses particulares y los de los accionistas. Si ella impaga, BBVA y Bankia se quedan con la compañía, que a la vez debe 7.000 millones. Pero si la constructora se gasta la poca caja que tiene en repartirla entre sus inversores principales, no puede hacer frente al pasivo bancario. En conclusión, tiene que dar entrada a un socio afín que acepte estar en minoría y 'achatarrar' la empresa como está haciendo con gran dilación el cirujano Béjar. En un año habrá cumplido con una gran parte del obligado plan de adelgazamiento 2013-2015, un sacrificio que es apreciado hasta por un adinerado tan particular como Bill Gates.

Tanto Koplowitz como FCC saldrán adelante con total seguridad, pero con más arrugas. Antes de fin de año habrá fumata blanca, de lo cual habrá que congratularse, especialmente por los miles de trabajadores que aún quedan –ya ha hecho cuatros EREs- en el grupo, que tiene problemas para pagar la Seguridad Social y los impuestos a Hacienda. Llamativa y trágica encrucijada que pone de manifiesto muchos de los vicios que han llevado a este país a un lodazal del que aún costará salir.

Sean optimistas y felices.

Hace un año, FCC se enfrentó posiblemente al consejo de administración más relevante de la historia reciente de la compañía, constituida como tal en 1992 tras la fusión de Construcciones y Contratas con Obras y Construcciones, esta última con casi cien años en los andamios. Aquel 20 de diciembre, el grupo, en una situación ya delicada, tuvo que tomar la medida más drástica para sus accionistas en veinte años: la supresión del dividendo por primera vez como entidad cotizada.

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