Es noticia
Un inmobiliario serio, un modelo para salir de la quiebra y dar la cara
  1. Economía
  2. A Corazón Abierto
Agustín Marco

A Corazón Abierto

Por

Un inmobiliario serio, un modelo para salir de la quiebra y dar la cara

La manera en que Lualca afronta la crisis es un ejemplo no sólo para las inmobiliarias, sino para todo un país que vuelve a cometer los mismos errores

Juan José Bruguera sacó pecho esta semana al asegurar que Inmobiliaria Colonial, el otrora imperio ladrillero de La Caixa, era la primera empresa del sector que había arreglado su difícil situación. Con el dinero de Villar Mir, del emirato de Qatar y de los Santo Domingo, una de las grandes fortunas de Latinoamérica, todo ha sido más fácil. El veterano presidente se refería sin citar nombres a todos los colegas del boom que se habían quedado por el camino, como Martinsa Fadesa, Reyal Urbis, Metrovacesa, Realia, Vallehermoso y San José (perdonen si me olvidaba de Marina D`Or, Habitat, Sacresa, Tremón, Nozar o Llanera). Varias de ellas han protagonizado sonados concursos de acreedores y otras están todavía en pleno proceso de liquidación al mejor postor.

Otras de tamaño más mediano, pero con las mismas ambiciones de grandeza, han pasado desapercibidas. Quizás porque, tras reconocer los errores, pusieron pies en tierra. No se agarraron al axioma de que, si debes 1.000 euros a la banca, tienes un problema; pero si la deuda es de 1.000 millones, el tumor es para las entidades financieras. Algunas optaron por dar la cara, reconocer la pérdida y empezar de nuevo.

Entre éstas está Lualca, una inmobiliaria propiedad de Luis Canales, un antiguo tendero que en 2003 vendió los Supermercados Alcosto por unos 300 millones a Capabro, que cuatro años después fue engullida con indigestión incluida por Eroski por 1.500 millones. A Canales le dio, como a casi todos, por invertir en inmuebles, en suelo y hasta por comprar alguna participación relevante, como el 5% de Realia por 88 miillones, que, como los advenedizos Luis Portillo y compañía, había que lucir palmito en bolsa, darse a conocer, acaparar portadas, relacionarse con políticos, hacerse fotos con el concejal y con el ministro de turno. La típica película española del trinque que nos ha llevado a este páramo.

Lualca, propiedad de un tendero que vendió a buen precio, ha superado una situación límite tras darse a los mismos vicios que hundieron a Metrovacesa, Vallehermoso, Reyal, Realia y Martinsa, entre otras

Gran parte de lo que obtuvo por la venta de los súper lo invirtió en comprar terrenos en Pozuelo de Alarcón, uno de los municipios del noroeste de Madrid de mayor renta per cápita, cuna de la corrupción de corbata, donde el marido de la ministra Ana Mato –Jesús Sepúlveda- se paseaba con los Jaguar que le regalaban esos simpáticos muchachos de la Gúrtel. Ella se subía al cochecito de lujo, pero ni se enteraba de cómo iban a parar al garaje. Menos mal que ahora en el Ministerio de Sanidad puede tomar pastillas para la memoria sin receta.

Ahí, en Pozuelo, Lualca pagó 45,5 millones por un solar para construir 96 pisos en Avenida de Europa, uno de los ejes inmobiliarios más preciados de esta localidad. Dos años más tarde obtuvo la licencia de obras y empezó a construir una urbanización de alto estánding en la que se pedían 720.000 euros + IVA por una vivienda de tres dormitorios, de 140 metros más terrazas. Pero el estallido de la crisis, el aterrizaje forzoso a la realidad, se tragó la potencial demanda.

Allí quedó el esqueleto de cemento, con un aspecto desolador, con los materiales arrinconados, las herramientas de los albañiles tiradas y el cartel de financiación de BBVA perdiendo color y sentido. El banco quitó al tiempo su enseña para no manchar su marca, mientras la empresa languidecía. Ni tenía dinero para construir, ni para atender la deuda con la entidad bancaria. La urbanización y la empresa eran carne de cañón, dos muertos vivientes, dos futuros hijos del banco malo.

Pero Canales optó por eso tan raro en el sector del ladrillo de ser responsable, de no salir corriendo con la pasta ganada lejos de la lupa de Hacienda. Con el visto bueno de los acreedores, transformó cada una de las promociones en una empresa individual, hizo compartimentos estancos en Grupo Lualca para que si una fallaba no contaminara a las otras; terminó las promociones que estaban en marcha  y las comercializó a precios más razonables, por debajo del valor de la hipoteca que la inmobiliaria tenía con la banca; no vendió las viviendas hasta que no estuvieron terminadas para no volver a dejar tirados a los clientes y mantuvo las calidades para no faltar a lo comprometido en los folletos originales.

Luis Canales, su presidente, ha optado por reconocer una pérdida de 110.000 euros por vivienda en la venta de una promoción, yendo a la firma de cada una de las escrituras, para dar la cara ante los clientes y el banco

Tomando como referencia la urbanización citada, Lualca la terminó en octubre de 2013 y, una vez niquelada, la puso en el mercado a cerca de 450.000 euros + IVA por una vivienda de tres dormitorios. En cuatro meses las había vendido, con una pérdida media de 110.000 euros por casa respecto a la hipoteca que había firmado con BBVA. En total, un agujero de más de 10 millones de euros en la promoción. “Así es la vida, a veces se gana y a veces se pierde, pero lo importante es tirar para adelante, seguir trabajando”, sostiene Luis Canales, que se presentó a cada una de las firmas de escritura ante notario para dar las gracias a los nuevos propietarios por comprarle su mercancía e invitarles a presentar una lista con los posibles defectos a un operario con nombre y apellido. Nada de dar largas.

A Canales se le ha visto por allí hasta repasando si las papeleras, los bancos, los columpios y la pista de pádel se han puesto conforme al diseño original. No ha escatimado ni un euro ni esfuerzo en cumplir su palabra, algo anormal en el mundillo del ladrillo, un ejemplo ante tanto ladronzuelo venido a venos, que sigue cobrando sueldos de casi dos millones de euros por continuar como presidente de una cotizada en quiebra.

Lualca aún tiene mucho desierto por recorrer, muchos agujeros por tapar, como el terreno que compró al Ministerio Defensa por 240 millones en el antiguo polvorín de Retamares, al lado de dos de las urbanizaciones de lujo de Madrid, Montegancedo y Montepríncipe. A Canales le quedan tragos amargos por superar, pero su actitud es un ejemplo para un sector que, visto la pésima regeneración industrial de este país low cost, volverá a ser, por desgracia, junto al turismo, el motor de la tan ansiada recuperación.

Sean felices

Juan José Bruguera sacó pecho esta semana al asegurar que Inmobiliaria Colonial, el otrora imperio ladrillero de La Caixa, era la primera empresa del sector que había arreglado su difícil situación. Con el dinero de Villar Mir, del emirato de Qatar y de los Santo Domingo, una de las grandes fortunas de Latinoamérica, todo ha sido más fácil. El veterano presidente se refería sin citar nombres a todos los colegas del boom que se habían quedado por el camino, como Martinsa Fadesa, Reyal Urbis, Metrovacesa, Realia, Vallehermoso y San José (perdonen si me olvidaba de Marina D`Or, Habitat, Sacresa, Tremón, Nozar o Llanera). Varias de ellas han protagonizado sonados concursos de acreedores y otras están todavía en pleno proceso de liquidación al mejor postor.

Metrovacesa Pisos