Es noticia
George Soros, el depredador que huele la sangre de Esther Koplowitz y del yerno
  1. Economía
  2. A Corazón Abierto
Agustín Marco

A Corazón Abierto

Por

George Soros, el depredador que huele la sangre de Esther Koplowitz y del yerno

Meses atrás, cuando Esther Koplowitz negociaba como salir de ese apurillo de 1.000 millones que adeuda a BBVA y Bankia por sus caprichos personales, la señora

Meses atrás, cuando Esther Koplowitz negociaba como salir de ese apurillo de 1.000 millones que adeuda a BBVA y Bankia por sus caprichos personales, la señora se citó con unos inversores institucionales de renombre que le iban a ayudar a salir del hipotecón más grande de España. La cena se produjo en su palecete del Paseo de la Habana de Madrid, al lado de donde están los viejos estudios de TVE. Un edificio residencial donde antaño vivió el pintor Joaquín Sorolla que doña Esther fue comprando a sus vecinos para tener total intimidad y seguridad (¿recuerdan el robo de sus famosas obras de arte?), hasta el punto que por la última vivienda de 200 metros pagó 3,6 millones en los tiempos de la España del esplendor.

Tras los primeros intercambios diplomáticos, la conversación derivó hacia el vital asunto que les había reunido: buscar una solución para evitar que el histórico apellido pudiera siquiera ser mancillado por la palabra impago, default o bancarrota. Cuando el diálogo entró en el momento caliente, la señora cogió y se levantó de la mesa con la excusa de que tenía que dar el biberón y poner seco a uno de sus nietos.

Los invitados se quedaron boquiabiertos al observar como, de repente, sin venir a cuento, de forma totalmente inesperada, la todavía dueña de FCC les dejaba con la cena en la mesa, como si la empresaria no tuviera, en tan suntuosa rmorada, repleta de cuadros de Goya, Juan Gris o Pisarro, personal de servicio para atender al bebé. Los asistentes se quedaron de piedra, mirándose unos a otros, no dando crédito a la esperpéntica situación. “Al menos hemos cenado en un museo”, se dijeron atónitos.

En manos de tal personaje está el futuro de una compañía con cerca de 100.000 empleados, con un nuevo equipo gestor muy profesional (Juan Béjar), que desde su llegada hace poco más de un año ha encauzado un transatlántico a la deriva, gracias a que un grupo de más de treinta bancos le ha dado cuatro años para abonar una deuda impagable de más de 6.000 millones. Una familia cuyos créditos son aún más imposibles de afrontar y que están contaminando el futuro de la empresa y de sus accionistas.

Aunque el pasado 22 de diciembre, doña Esther asegurara en una insólita nota de prensa que había “logrado refinanciar hasta 2018 la deuda asociada a su participación en FCC”, gracias a que George Soros le había comprado un 3,8% del capital de la constructora, lo cierto es que seis meses después la situación se ha vuelto más crítica si cabe. El próximo 1 de agosto tiene que pagar 80 millones de los que no dispone en concepto de intereses a Bankia y BBVA, que ya le han salvado en varias ocasiones con un trato casi reverencial. Y ni uno ni otro le pueden darle otra patada adelante a la deuda de 1.000 millones de la familia porque a partir de noviembre sus balances van a estar supervisados por el BCE y no por los amiguetes del Banco de España, que han hecho la vista gorda en más de una ocasión.

Una propuesta inasumible por la banca, que no quiere bajarse los pantalones hasta los tobillos, y rechazada por la señora, que, pese a estar totalmente tiesa, insiste en mantener la mayoría de las acciones de FCC. Quiere seguir mandando sin pagar, una obsesión absurda que provoca un daño brutal al resto de accionistas, por lo que tiene escasa consideración. Sigue pensando que es su cortijo sin aceptar que otras familias de postín, como los Del Pino, controlan Ferrovial con menos del 50%. Que no decir del Santander y los Botín.

Ni el yerno, Pablo Santos, marido de la actual presidenta, Esther Alcocer Koplowitz, y elegido para llevar las negociaciones (bastante tiene con el problema de su empresa con Hacienda del que ya hablaremos otro día), ni Jean Marie Messier, el banquero francés que no es capaz de hablar en español, entran en razón, olvidando que cada día que pasa, sus accionistas pierden dinero por el efecto dilusivo que supondrá la ampliación de capital que por las buenas o por las malas FCC tiene que afrontar para repagar 1.350 millones. Salvo que la jugada del gabacho sea poner en bandeja la constructora española para el desembarco de la gala Vivendi. Hay partido porque aquí habrá prórroga, pero los milagros a Lourdes.

Se acabó la broma para los empresarios que hasta ahora han tenido un trato premium por el apellido pese a haber cometido los mismos errores que cualquier Martínez. En algo está cambiado el ambiente y para bien.

Sean felices.

Meses atrás, cuando Esther Koplowitz negociaba como salir de ese apurillo de 1.000 millones que adeuda a BBVA y Bankia por sus caprichos personales, la señora se citó con unos inversores institucionales de renombre que le iban a ayudar a salir del hipotecón más grande de España. La cena se produjo en su palecete del Paseo de la Habana de Madrid, al lado de donde están los viejos estudios de TVE. Un edificio residencial donde antaño vivió el pintor Joaquín Sorolla que doña Esther fue comprando a sus vecinos para tener total intimidad y seguridad (¿recuerdan el robo de sus famosas obras de arte?), hasta el punto que por la última vivienda de 200 metros pagó 3,6 millones en los tiempos de la España del esplendor.

Esther Koplowitz Noticias de FCC George Soros Inversores Juan Béjar