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La verdad sobre el cambio climático (I)
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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La verdad sobre el cambio climático (I)

Tema crucial, sobre el que probablemente debería girar la toma de decisiones acerca de nuestro futuro en este planeta, que abordaremos desde un planteamiento lo más

Tema crucial, sobre el que probablemente debería girar la toma de decisiones acerca de nuestro futuro en este planeta, que abordaremos desde un planteamiento lo más riguroso posible, dentro de los límites que impone la divulgación.

 

Es importante al menos intentar que tanto los datos científicos como los resultados obtenidos no sean cuestionados, aunque las conclusiones puedan ser opuestas -como de hecho lo son- para los de uno y otro bando, entre los que están a favor del cambio climático y los que niegan tal fenómeno.

Ya me dirán ustedes, al final del último capítulo, si algo hemos aclarado.

El clima varía, y ha variado constantemente, a lo largo de la historia. Es sin embargo, la velocidad del cambio del cambio climático -valga la redundancia-, la posible influencia consciente o inconsciente del ser humano en el proceso, así como nuestra ignorancia científica, lo que debería preocuparnos.

 

Porque, si para algo relativamente sencillo y localizado como predecir el comportamiento de un avión o un Fórmula 1 los modelos matemáticos no son lo suficientemente realistas y se sigue necesitando la validación experimental en forma de túneles de viento. Porque si para modelizar la hidrodinámica de un barco, y no les quiero ni contar de un Copa América (por favor, no me pidan que lo escriba en fino), son todavía más pedestres, a pesar de los superordenadores, ya que ahora intervienen, además de un gas -el aire-, un líquido -el agua-, y la interface entre los dos -la superficie del mar y las olas-, con mucho lo más difícil de simular matemáticamente, y de hecho no conseguido; porque si por todas esas razones los poco conocidos viejos canales de experiencias hidrodinámicas y de olas siguen siendo, después de un siglo, indispensables, nos deberíamos preguntar: ¿tan poco hemos avanzado durante los últimos cien años?

Si el movimiento de las cosas teóricamente más sencillas no son fáciles de predecir ni de calcular matemáticamente, no les quiero ni contar la dificultad de simular el clima, los efectos e interrelaciones de todos los elementos que componen nuestro planeta: las corrientes marinas, la evaporación de los mares, las tormentas y las lluvias, las nubes, los bosques o la actuación humana: la agricultura, la urbanización descontrolada, la deforestación, la desaparición de especies, un avión mientras vuela,… Desde la respiración de cada uno al efecto del pitillo que se está usted fumando, el llamado efecto mariposa.

Comparativamente, mandar una sonda a Marte es un juego de niños matemáticamente hablando, de hecho ahí están. Si nosotros no somos capaces de predecir el tiempo a un mes vista, por mucho que podamos ir a la Luna (no hay que olvidar que el hombre llegó a la Luna con los ordenadores “a pedales” de los años 60, todos cabían en su portátil), ¿lo vamos a poder hacer con un horizonte de años o décadas?

Como las predicciones mediante cálculo directo de momento no son posibles, lo único que podemos hacer es estudiar el pasado, medir la evolución reciente de los diferentes fenómenos de la naturaleza y realizar experimentos parciales. Con ellos podremos formular hipótesis, crear modelos más o menos precisos, realizar análisis y sacar conclusiones, sin tener una garantía cierta de que lo que anteriormente pasó, volverá a ocurrir en el futuro (*).

Algo no muy diferente del llamado análisis técnico de las bolsas de valores y, desgraciadamente, igual de preciso.

Esta necesaria introducción lo único que pretende es prevenirles de que con estos temas las posiciones dogmáticas son absurdas, desde el momento en que es mucho más lo que desconocemos, que lo que sabemos. 

Les invito, pues, a que pergeñemos juntos nuestros propios razonamientos, con el fin de que cada uno se quede con su propia verdad, con aquella con la cual se sienta más a gusto.

Los datos

Durante la pasada época oscura -la de la recientemente finiquitada Administración Bush-, afortunadamente muchos investigadores fueron capaces de continuar con su trabajo para beneficio de toda la humanidad. Así es como se demuestra la grandeza de un país. Aquí mientras tanto hemos seguido contemplándonos el ombligo, aliándonos con todas las civilizaciones y manifestando continuamente a todo universo y planeta conocido lo progresistas y maravillosos que somos –por sus hechos les reconoceréis-. Y, ¿se acuerdan? ¡España va bien! (sic).

La información recogida, aunque lejos de ser abundante –sobre todo la de épocas más remotas-, algo nos podrá sugerir. Dos organismos estadounidenses son quizás las más importantes y fiables fuentes de datos acerca de las emisiones de gases a la atmósfera, la National Oceanic & Atmospheric Administration (NOAA) y el Oak Ridge National Laboratory (ORNL). Ambas instituciones se han dedicado a recopilar los resultados de distintos proyectos científicos, algunos promovidos por ellos mismos, ya que cada período histórico ha requerido de diferente metodología –se llama paleoclima, una ciencia apasionante-. Parte muy importante de los datos provienen de campañas de perforaciones en la antigua estación soviética de Vostok en la Antártida, para, a partir del CO2 secuestrado por los hielos a lo largo de los siglos, deducir los niveles en cada época.

Es un poco hilarante porque tanto los que admiten el fenómeno el cambio climático, como aquellos que lo niegan, se basan en las mismas fuentes, lo cual nos facilita la tarea.

He utilizado para el primer gráfico, uno realizado por una reputada organización privada –una entre muchas, la he escogido porque pienso que es muy rigurosa, aunque discutibles algunos de sus planteamientos, como todo en esta vida-. El Worldwatch Institute ha recogido estos datos y los ha publicado en un interesante informe, que les sugiero leer, titulado Low-Carbón Energy: a Roadmap:

A continuación, se muestra la evolución más reciente del nivel de emisiones, desde el año 2005 hasta hoy, según el observatorio de Mauna Loa en las islas Hawaii:

Finalmente, podemos observar otros dos gráficos acerca de cómo se cree que ha sido la evolución de la temperatura y las emisiones de CO2 durante los últimos cuatrocientos y pico mil años. Para dar gusto a todo el mundo, han sido elaborados por una página de Internet crítica con el cambio climático aunque, según afirman, las fuentes son las anteriormente mencionadas:

Los resultados

Si observamos los gráficos, y para terminar por hoy, solo les voy a hacer notar, para que vayan reflexionando,  lo siguiente:

"         En estos momentos, la concentración de CO2 en la atmósfera es de unas 387 partes por millón (ppm).

"         Durante los últimos 450.000 años, el nivel de CO2 ha variado –en forma de ciclos recurrentes de unos cien mil años cada uno- dentro de una horquilla que ha oscilado entre algo menos de 200 ppm y un límite máximo cercano a las 300 ppm.

"         Hacia el año 1920 la concentración de CO2 en la atmósfera ya alcanzó el mencionado límite superior, esas 300 ppm.

"         Desde entonces vivimos por encima de los máximos del último medio millón de años.

"         La concentración de CO2 se está incrementando al galopante ritmo de unos 2,25 ppm al año.

"         Si extrapolamos, en el año 2050 el nivel de CO2 habrá crecido otras 100 ppm, hasta alcanzar las 450-500 ppm; alrededor de un 60 % por encima de los mencionados máximos, del nivel de 1920. Esto suponiendo ninguna variación en la velocidad.

"         De manera recurrente en cada ciclo -aunque no totalmente proporcional-, una variación de 100 ppm, dentro de la horquilla anteriormente mencionada, ha ido paralela a una diferencia de unos 10ºC en la temperatura de nuestro planeta; siendo rápidas –en tiempos geológicos- las subidas, más lentas las bajadas.

Continuaremos la próxima semana. Analizaremos estos datos y debatiremos un poco, esperando que cada cual saque las conclusiones que más le convenga y mejor se adapten a sus prejuicios -perdón a su ideología-, y a sus orejeras mentales –el que las tenga-.

N.B.: Necrológica. El pasado 24 de Febrero cayó al mar durante su lanzamiento el satélite OCO de la NASA. Pretendía realizar mediciones más precisas del CO2 y así ayudar a conocer mejor como funciona nuestra atmósfera. Una mala noticia. D.E.P.

(*) Los autores de los modelos existentes, procedentes de las más prestigiosas instituciones científicas, sostienen que aunque sus modelos no son  capaces de reproducir fenómenos locales, ni siquiera regionales, de manera fiable, son bastante precisos analizando los fenómenos globales. Yo, de momento,  tengo obligación de ser escéptico hasta encontrar las evidencias que me demuestren lo contario. Es lo que tiene poseer un espíritu crítico. Pero estoy dispuesto a cambiar de opinión, perdón, estoy deseándolo, si alguien es capaz de demostrarme la rigurosidad científica de esos modelos. Adjunto un enlace  del Panel sobre el Cambio Climático (6) de la ONU que describe el estado del arte. Sin embargo creo que este debate no debería cambiar sustancialmente las conclusiones de estos artículos que espero y deseo que ustedes mismos saquen cuando finalicemos.

Tema crucial, sobre el que probablemente debería girar la toma de decisiones acerca de nuestro futuro en este planeta, que abordaremos desde un planteamiento lo más riguroso posible, dentro de los límites que impone la divulgación.