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¿Descorchas o contaminas?
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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¿Descorchas o contaminas?

Cada vez que descorchamos una botella contribuimos a que el mundo sea un poquito mejor y más sano.Publica el suplemento de El País del pasado fin

Cada vez que descorchamos una botella contribuimos a que el mundo sea un poquito mejor y más sano.

Publica el suplemento de El País del pasado fin de semana un precioso reportaje sobre la industria del corcho, ecológica, sostenible y generadora de empleo donde las haya. Portugal y España acaparan un ochenta por ciento de la producción mundial de corcho que, entre otras muchas e interesantes aplicaciones –algunas para la NASA-, produce los tradicionales tapones de las botellas; esta industria contribuye a mantener y cuidar esos maravillosos parajes poblados de alcornoques –no seamos mal pensados, no me estoy refiriendo a nuestros políticos ni banqueros- del Sudoeste de la Península Ibérica, que alegran la vista y alimentan el espíritu a todos aquellos a los que todavía les queda una pizca de sensibilidad que no haya sido anestesiada por la codicia y la barbarie urbanística de los últimos años.

En el mencionado artículo se relata la lucha de la industria por mantener un mercado en el que compite con los tapones de aluminio -que contaminan veinticuatro veces más-, y los de plástico –diez veces más-, y no ayudan a mantener ningún paisaje ni ecosistema, sino todo lo contrario.(*)

Aunque las cifras del sector son modestas comparadas con el consumo mundial de energía, es un ejemplo de cómo la suma de muchas industrias como esta podrían, no solo ser generadoras de abundante empleo, sino medioambientalmente beneficiosas, ayudando a reducir las emisiones de CO2 y otros contaminantes, y garantizando un futuro realmente sostenible.

Lo mismo que cualquiera que bebe un vasito de buen vino al día está, según los estudios, alargando su vida, beneficiándose de un componente esencial de la dieta mediterránea, y contribuyendo a mantener una industria y una cultura ancestrales, aquel que se bebe una botella diaria no deja de ser un alcohólico y un enfermo con muchas posibilidades de padecer cirrosis o cualquier otra enfermedad que acortará su vida.

Se podría decir lo mismo acerca del abuso del consumo energético. Es innegable que la energía ha contribuido y contribuye al desarrollo y al aumento de nuestra calidad de vida; que su uso racional nos permite avanzar y vivir mejor. Pero si continuamos con el innecesario y absurdo derroche actual, la naturaleza acabará pasándonos justa factura, nos hará retroceder en la historia de la evolución humana.

Los primeros corchos de calidad producidos por un alcornoque no llegan a las botellas hasta pasados unos cincuenta años desde la plantación del árbol. Por ello la importancia de no permitir el destrozo ni la desaparición, por unos espurios intereses del momento, de lugares y parajes insustituibles, a nuestra escala temporal, que podrían proporcionar abundante trabajo y riqueza, como la industria del corcho, inteligentemente explotados. Igualmente las nuevas tecnologías, incluidas las energías renovables, así como todos los nichos de empleo inteligente que se deberían ir creando a su vera, permitirán un mejor uso de los recursos disponibles y un gasto energético más responsable.

Por todo ello, en estas páginas nos hemos marcado únicamente tres modestos objetivos:

* Difundir y divulgar, con espíritu crítico, las energías disponibles y las que llegarán; sus bondades pero también sus problemas, los retos a los que se enfrentan. La idea de que, con el estado de la tecnología actual, el de momento incierto futuro energético vendrá de la utilización diversificada de todas las fuentes de energía disponibles, la investigación y la innovación; de desarrollar racionalmente las nuevas renovables que vayan surgiendo, no pudiendo prescindir, de momento, de ninguna, desgraciadamente.

* En segundo lugar, insistir en que la mejor energía es la que no se consume; en el juicioso ahorro energético. Insistir en que una adecuada concienciación, la contribución de cada uno, la suma de infinitos pequeños esfuerzos e iniciativas a escala planetaria -como la industria del corcho- que iremos paulatinamente identificando y trayendo a estas páginas, permitirán no solo reducir apreciablemente el consumo, sino vivir honrosamente a muchos millones de personas. Empeñarnos en invertir la ecuación actual que dice que el progreso económico es imposible sin un aumento continuo y creciente del consumo energético y de los recursos naturales. Proponer alternativas. Sugerir. Es una oportunidad, no una amenaza.

* Y, lo más importante, recalcar que, si no detenemos y revertimos el deterioro exponencialmente acelerado al que estamos sometiendo al planeta, reducimos las emisiones y cuidamos los ecosistemas, en años venideros, la ciencia actual no permite pronosticar dentro de cuantos, acabaremos arrepintiéndonos no haber comenzado antes, aunque ya más de uno lo esté empezando a lamentar, empobreciéndose.

Como en la industria del corcho, hará falta mucha paciencia y sabiduría, tenacidad y esfuerzo, investigaciones y fracasos, pruebas y errores; plantearse retos y cosechar frustraciones; abundarán las amenazas y encontraremos las soluciones. Millones de granitos de arena forman una playa; cada uno deberá aportar el suyo. Si no, estaremos condenados al fracaso. Pero el resultado merecerá la pena: seremos todos más felices.

Así que ya saben: cuando compren una botella de buen vino –no es necesariamente lo mismo que caro, especialmente en España y Portugal- para beberlo con moderación, por favor, comprueben que lleva auténtico corcho ibérico, busquen la denominación de origen. El planeta se lo agradecerá.

Y para los del marketing rabioso y exportador, ecológico y diferenciador, plantéense introducir alguna coletilla en las cápsulas o en las etiquetas que lo recalquen, algo así como “cork zero emissions”. El consejo es gratis.

(*) No he visto los estudios que menciona el reportaje ni sé cómo se han realizado los cálculos de emisiones de CO2 y por lo tanto los comentarios que vienen a continuación son puras especulaciones. Pero un millón doscientas treinta y seis mil hectáreas de alcornocales en España y Portugal, el cincuenta y cinco por ciento del total mundial, junto con el resto de vegetación que les acompañan, son muchas; constituyen un gigantesco sumidero de CO2 por efecto de la fotosíntesis. Da la sensación que tal extensión de bosques debería más que compensar el proceso industrial que acompaña al crecimiento y a la producción del corcho, no especialmente agresivo, sobre todo si la extracción se realiza cada nueve años.

Cada vez que descorchamos una botella contribuimos a que el mundo sea un poquito mejor y más sano.