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En busca del empleo perdido
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

Por

En busca del empleo perdido

Después de la trágica y siniestra introducción del otro día, un entremés literario a modo de inútil pataleo ante el depravado despropósito patrio, y un cariñoso

Después de la trágica y siniestra introducción del otro día, un entremés literario a modo de inútil pataleo ante el depravado despropósito patrio, y un cariñoso tirón de orejas a Krugman para ver si espabila el buen mozo calzándose clarividentes anteojos económicos fundamentales, llega un frustrante nudo que desembocará en esperanzador desenlace gordiano, que dará quiebro temporal al destino más o menos lejano.

Llegará cuando nos dignemos hacerlo terciar entre tanto desbarajuste, falta de imaginación consciente e incompetencia cruel y desasosegante. Repasemos.

Materias primas

Es el sector más fácil de explotar y el primero en agotar. No hay más que contemplar la prosperidad envenenada de Brasil o Australia. O la tumba que se está cavando China con entrópica conciencia y glacial fruición, a la manera de los aplastados e inmortales guerreros de Xian.

España floreció de la misma forma en época de tartesios, fenicios, cartagineses y romanos. De tales glorias nos quedan los lodos actuales, no solo literales, también ambientales. A aquellos BRIC les llegará su San Martín, cual PIIGS conscientes que apestarán al resto.

Hispania fue, en aquellos tiempos arcaicos, pero todavía civilizados, la mayor fuente de metales y recursos naturales del Mundo Antiguo. Tres milenios después, las minas de Riotinto solo sirven para abrevar bacterias, parientes no tan lejanos de políticos, banqueros y marcianos sin escrúpulos, aliñadas en azufre y otros condimentados efluvios.

Las más que bimilenarias minas de mercurio de Almadén o la fabulosa explotación aurífera de las Médulas en el Bierzo, junto con las anteriores, son al menos espectaculares reclamos turísticos, lo cual no se podrá decir de los escombros venideros.

De tales emporios solo queda naturaleza, historia, turismo, recuerdos, tradiciones, pero poco empleo que rascar. Un aviso de los gloriosos navegantes del pasado a los apestados náufragos terrenales del futuro.

Es la inexpugnable ley de la Tierra, la única imposible de batir sin respeto ni humildad hacia ella, hacia nosotros mismos y los que vendrán después prestos a maldecirnos.

Electricidad, petróleo, gas.

Seguimos secos, dilapidando indispensables divisas, con la prima de riesgo trinando en la azotea de la desmesura ganada a pulso. Mediante yacimientos de gas pizarra bien gestionados se podría intentar escarbar algo, para escándalo de fundamentalistas verdiales y la religión en ciernes. ¿Petróleo en Canarias? Ojalá.

Hay que seguir promoviendo localmente otras energías, cuasi renovables o no, aunque solo sea para ahorrar divisas. Instaurando una política energética digna de tal nombre, incluyendo la generación distribuida, dejando de agujerear bolsillos y de fomentar onerosas cafradas.

Poniendo orden y concierto en la electricidad. Algo más que carísimos partos de los montes para agasajar al impresentable oligopolio amigo; comeduras de coco seudoecologistas; o continuar con medidas tarifarias populistas, dignas de la otra orilla del charco, para amansar a nuestros descamisados ansiosos por seguir viviendo del cuento, por la cara y el papo.

Agua

Los ríos fluyen huérfanos, alicaídos, mustios, cabizbajos, tristes, amargados, secos, derrotados. Poblaciones y ecosistemas dependen en muchos lugares desérticos de acuíferos agotables. O racionalizamos el uso del agua y hacemos revivir los cauces o estamos apañados, con cambio o sin cambio climático por medio.

Las desaladoras producen contaminación y otros efectos malditos allá donde están hospedadas. Podrán ser remedo temporal en ciertos lugares, pero jamás solución ni panacea a largo plazo.

Deberíamos aprender de las maravillosas infraestructuras hidráulicas legadas por romanos o árabes, hoy arruinadas. Que crearon vergeles con hermosas técnicas imaginativas casi cero emisiones, nada de contaminación, mucho olor y más color.

No vendría nada mal poner al día tales técnicas, penalizando el derroche de agua. Poniendo precio suficiente para desincentivar al ineficiente, promoviendo una industria alrededor de ello. Antes o después habrá que hacerlo. Mejor empezar ya, ser los primeros y ganar con ello, que no tarde y mal, por tántrica necesidad, para seguir a la cola de la prosperidad.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por mi pueblo, ya no bella ciudad, se podría resucitar la jardinería y otras exuberancias sumideras: plantar árboles. O jardines andaluces de pobre, que necesitan poca agua y mucha imaginación. Maravillas que, como la Alhambra, fueron orgullo e inspiración de poetas sensibles que una vez apacentaron versos sublimes.

Inspiración imposible en los parques “modernos” alfombrados de césped y losetas, con fecha de caducidad hídrica y energética, que no inspirarán a nadie versado. Los resultados literarios los padecemos ya.

Transporte

Es perentorio desarrollar una logística eficiente desde el punto de vista medioambiental, acortando distancias y transportes inútiles a causa de la contabilidad incompleta.

Primando el transporte de mercancías por ferrocarril en vez de tanto AVE deslumbrante, útil para unos pocos.

Desincentivando el transporte privado servil e indecente, los atascos interminables con un único ocupante por vehículo que provoca lamentables pérdidas de tiempo, gasto energético absurdo, que necesita costosísimas infraestructuras redundantes para hacerlo rodar y malgastar.

Promoviendo activamente la reindustrialización; buscando la proximidad entre fabricante y consumidor con el fin de reducir la contaminación y derrochar menos carburante e infraestructuras; instaurando mecanismos fiscales, legales y educativos que lo fomenten.

Eficiencia energética

Se pueden ahorrar carretadas de divisas, de contaminación y de emisiones, fomentando el ahorro de agua y energía. Empeñando al personal en desmantelar el consumo inútil.

Desarrollando nuevas tecnologías y una inmensa industria alrededor de la eficiencia hídrica y energética a la vez que se inaugura, por fin, la reclamada ciencia de la escasez y la equidad. Innovación pura a cambio de reducir el derroche, ahorrando dinero a costa de la onerosa tomadura de pelo que supone el demencial protocolo de Kyoto.

Creando empleo abundante con ello, dedicando los fondos liberados a otros lances necesarios, asombrando al mundo con nuestra desbordante creatividad futura (sic).

Continuaremos con esta taladradora de mentes inmóviles, desatascadora de almas putrefactas, flojas conciencias, bajas pasiones, implorante de ansiada evolución y renovada belleza.

Después de la trágica y siniestra introducción del otro día, un entremés literario a modo de inútil pataleo ante el depravado despropósito patrio, y un cariñoso tirón de orejas a Krugman para ver si espabila el buen mozo calzándose clarividentes anteojos económicos fundamentales, llega un frustrante nudo que desembocará en esperanzador desenlace gordiano, que dará quiebro temporal al destino más o menos lejano.