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Manual del expatriado español para alfabetizar ingleses
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Manual del expatriado español para alfabetizar ingleses

Dicen que la mejor defensa es un buen ataque. Me comenta un lector, joven y brillante expatriado español que trabaja en la City de Londres, que

Dicen que la mejor defensa es un buen ataque. Me comenta un lector, joven y brillante expatriado español que trabaja en la City de Londres, que está más que harto de que le recuerden con arrogancia a modo de escarnio lo malos e ineptos que somos los españoles, nuestra supuestamente trágica leyenda negra, especialmente ahora que caen chuzos de punta gangrenados en estiércol ético, moral y financiero.

La mejor marina de todos los tiempos…

Cada vez que se les suben los humos patrioteros a algunos hijos descarriados de la Gran Bretaña a causa de su pretendida superioridad con respecto a España, no tenemos más que enviarles la fragata Blas de Lezo y restregarla por las regias narices de su Graciosa Majestad la reina Isabel II, tataranieta de la reina Victoria, capo di tutti capi de la mayor y más sangrienta organización criminal de la droga de todos los tiempos: el Reino Unido (lo contaremos).

Ya lo hicimos durante la parada naval con motivo del bicentenario de la batalla de Trafalgar, para recetarles humildad y recordarles las bajezas recurrentes de la retrógrada colonia de Gibraltar y sus anacrónicos súbditos, seres a medio camino en la evolución cívica entre el mono primigenio de la roca y el ciudadano europeo depositario de honor y grandeza, dignidad y valores (lo justificaremos).

Al pueblo llano y la prensa británica se le escapó el mensaje del barco a causa de su tradicional desconocimiento. La censura bajo pena de muerte sigue en vigor, aunque sea virtual, casi tres siglos después. ¿La mejor prensa del mundo? Zarandajas.

A cualquier marino o militar inglés de medio pelo que sepa contar nudos o disparar perdigones, mentar al Almirante Blas de Lezo y Olavarrieta le provoca retortijones a su orgullo y diacrónica diarrea patriótica.

… derrotó y humilló a Inglaterra…

Le recuerda la más aplastante y humillante derrota jamás sufrida por nadie a lo largo de la historia. Blas de Lezo fue un marino admirado por Nelson, tan caballeroso o más que él, que quedó manco, cojo y tuerto a causa de los zambombazos recibidos. Era vasco de los de antes, al que le avergonzaría la historia reciente de su atormentada tierra. Ya no le conocen ni en su propio pueblo, donde prefieren adular a asesinos analfabetos, rastreros y cobardes.

Murió como consecuencia de las heridas recibidas en el trascurso su mayor gesta: la defensa de Cartagena de Indias, en 1741, durante el intento de conquista inglesa y ocupación con 4.000 colonos procedentes de Nueva Inglaterra, al mando estos del medio hermano del general Washington. Fue el mayor desembarco anfibio (frustrado) de la historia, el más numeroso y mejor equipado hasta el día D.

La orden textual del rey Jorge II a Vernon, el incompetente almirante inglés era: “conquista toda América y acaba con el Imperio Español”. Todavía siguen nadando de vuelta a casa los balseros supervivientes.

Durante aquella paliza antológica, la armada británica perdió lo más granado de su flota junto con su honor, en una batalla de las Termópilas pero al revés, ya que vencieron en acción desesperada los buenos, nosotros, infinitamente más débiles pero más hábiles, humanos y mejor comandados.

Mientras la flota británica se componía de 186 bajeles, los españoles solo tenían 6, la friolera de ciento ochenta barcos menos, de nombres evocadores: Africa, Dragón, Conquistador, San Felipe, San Carlos y Galicia. El ejército invasor contaba con unos 30.000 soldados contra los apenas 3.600 defensores de la ciudad.

Ni que decir tiene que después de aquel ridículo militar inglés, del cual se pitorreó toda Europa durante decenios hasta caer en el olvido, archivaron el plan.

Fue una acción typical Spanish a lo largo de nuestra larga, noble, vibrante y conmovedora historia. En la cual, los nuestros, a pesar de estar desperdigados por todo el mundo, solían tener la manía de vencer, muy a menudo en inferioridad de condiciones, que compensaban con valor excelso, orgullo, técnica, imaginación y capacidad.

No se mantiene el único imperio global que ha existido durante tanto tiempo, luchando contra tanto envidiosillo a menudo superior en fuerzas, perdiendo continuamente, estando mal organizados o siendo torpes.

Soportamos infinitos empellones durante largos siglos, heroicamente, hasta que se disolvió a causa de la lógica evolución histórica. Nadie nos conquistó y no fue por falta de ganas. El resultado no sé si mereció la pena entre tanta dictadura indecente y caudillo populista.

En realidad, la leyenda negra no fue más que propaganda para camuflar la impotencia de nuestros adversarios, intentando vencer con la calumnia, ya que no podían hacerlo mediante las armas. Se repite ahora la mendacidad con tanta prensa canalla.

Lo triste es que sigan en vigor tales libelos para consumo de tanto mentecato, incluyendo los tontos de aquí, que la han asumido tantos años después. Es nuestra obligación remediarlo, se denomina humanidades y educación. Y, de paso, aplicar de vuelta su propia medicina al pérfido. Empecemos.

Adjunto, para empezar, artículo ameno que rememora tal humillación, como capítulo primero de este ilustrativo manual de vilezas imperiales ajenas. Vendrán más libelos.

… a causa de la mejor estrategia que duró trescientos años…

Las historias exageradas de piratas y corsarios eran la propaganda de la época. Servían para aliviar algo su inferioridad manifiesta. Era como pretender ensalzar hoy a asesinos, terroristas, delincuentes o traficantes. En realidad ingleses, holandeses y franceses no alcanzaron a recoger más que las migajas, por grandes que fueran a veces. Eso dice mucho de nuestro trabajo.

Los galeones mercantes españoles se organizaban mediante convoyes que eran protegidos por flotas de nombres legendarios y bellísimos: la Flota de Nueva España, la Flota de Tierra Firme, la Flota de Indias, la Armada del Mar Océano, la Armada del Mar del Sur, la Armada Caribeña de Barlovento o la Armada de la Guardia.

Al mismo tiempo, para no aburrirse, España se entretenía en el Mediterráneo con piratas berberiscos y otomanos, guerreaba en toda Europa contra todo bárbaro que se le ponía a tiro de arcabuz o de pica bien afilada, aunque no fuese en Flandes.

Así transcurrió un año tras otro, hasta sobrepasar trescientos, devolviendo ofensas y aguantando el tipo. Mientras, en su tiempo libre, se hacía turismo a China o Japón o por islas exóticas del Pacífico, porque no había lugares más lejanos donde pernoctar. Daban nuestros marinos la vuelta a la Tierra una y otra vez mientras los demás lo hacían en tiovivo.

Tuvo un final, es verdad, pero es que tal ritmo agotador para defendernos del felón y mantener coordinado el único imperio universal que ha existido era insoportable. Internet no había llegado.

Algo no muy diferente a las carreras de sacos cruentos de los americanos actuales, con motivos generalmente innobles hoy, saltando de conflicto en conflicto.

El liderazgo global de España duró tres siglos; el de Inglaterra apenas cien años; el de los Estados Unidos, como continúe deslizándose por el tobogán de la ineptitud infamante, ni eso.

Francia, Alemania y Rusia han sido los eternos segundones que camuflan su incapacidad para ascender con encajes de pitiminí, fragancias o fugaz arrogancia exterminadora o bolchevique.

Cuando han intentado subir al primer puesto del escalafón, con atajos siempre sangrientos, han fracasado de manera genocida o destructora, en vez de con descubrimientos, ya que los habían realizado nuestros hermanos portugueses o los que esto suscriben.

Lo intentaron con sudor, de otros, para eso estaban los esclavos o las penas impuestas a la población subyugada, las masacres o los asesinatos en masa; o sin noble hacer, desconocían ese término.

… a pesar de unos reyes tan torpes como los políticos actuales

España realizó grandes hazañas y alcanzó la gloria a pesar de sus gobernantes. ¡Ay que grandes lacayos a pesar de no haber tenido buen señor! Se consiguió con reyes habitualmente nefastos y a pesar de ellos. Había que ver, de paso, como eran los de los demás, hoy idealizados.

¿Por qué aguantamos tanto tiempo con la belicosa mentalidad de la época? A causa de nuestra profesionalidad y eficacia, no había otra manera. ¿Cómo sería el mundo actual si encima hubiésemos tenido buenos gobernantes? Probablemente, mucho menos pesetero, más placentero, una vez nos hubiésemos librado de nuestras propias inmundicias, desperdicios ideológicos y nacionalismos rastreros. Si hubiésemos podido construir juntos la Europa de las gentes y no de los intereses pecuniarios de unos pocos.

Este reincidente baldón cutre de la historia, la corrupción política y mercantil, se ha reavivado. Por eso hay que atar corto y sin contemplaciones a políticos, especímenes financieros corrosivos, a los druidas de torpe ciencia anglosajona que no paran de sermonear su ignorancia y desconocimiento con absurdas proclamas bien sean monetaristas, keynesianas, ultraliberales o todo lo contrario.

Es nuestra obligación dirigir tal ganado hacia un renovado redil ético y moral, deteniendo la fosa que nos acabará enterrando entre orines académicos, pestilencia física y putrefacción moral. 

Amigo mío, asalto concluido. Trinchera tomada. La Segunda Gran Derrota Inglesa.

 

 

Dicen que la mejor defensa es un buen ataque. Me comenta un lector, joven y brillante expatriado español que trabaja en la City de Londres, que está más que harto de que le recuerden con arrogancia a modo de escarnio lo malos e ineptos que somos los españoles, nuestra supuestamente trágica leyenda negra, especialmente ahora que caen chuzos de punta gangrenados en estiércol ético, moral y financiero.