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La hipocresía del carbón
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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La hipocresía del carbón

Llegaron los mineros a Madrid, reivindicativos y desesperanzados. Se marcharon, igual que llegaron. Carbón nacional o de importación. ¿Quién tiene razón? Que la

Llegaron los mineros a Madrid, reivindicativos y desesperanzados. Se marcharon, igual que llegaron. Carbón nacional o de importación. ¿Quién tiene razón?

Que la energía se debe producir mediante diversidad de fuentes, finamente denominado “mix”, nadie lo duda. Se trata de poner en el fiel de la balanza el dinero, el agotamiento previsible del petróleo, gas o carbón, las emisiones, la contaminación o, los desbarajustes que produce en el entorno, tanto de las minas, como de las centrales de generación.

La religión de cada uno predica cual debe prevalecer. Los adoradores del dios “ya veremos” dicen que las agotables energías fósiles para eso están. La sacrosanta tecnología aportará su relevo cuando llegue el momento, cual divina aparición medieval.

Otros adoran la renovación energética. Que de renovable tiene lo justo. Desde el momento en que la vida útil de tales cacharros es reducida, unas pocas decenas de años. Se fabrican con materiales agotables, sofisticados y escasos, las guerras del futuro: metales, tierras raras, materiales compuestos, litio o lo que sea.

Merodea, por fin, la contabilidad. Disciplina primitiva que hace de capa fina sayo basto mediante tijeras de sílex y agujas de nácar, imputando lo que le da la gana, en función de los mandamientos de la secta económico-religiosa dominante.

Dejando fuera del sistema económico las graciosas externalidades. Artilugio escasamente científico que sirve para esconder la porquería debajo de la alfombra: emisiones, contaminación o pérdida de biodiversidad, entre otras incomodidades naturales y las que no lo son, como hambrunas o conflictos desencadenados a causa de tanta actividad económica degradante y consumo delirante.

De esta manera, una fuente de energía es más competitiva que otra en función de los intereses del lobby o las pedradas mentales de los ideólogos del libre mercado, más o menos franco, del momento. ¿Carbón nacional o de importación? Veamos que es peor.

El peor carbón

Que el carbón nacional es de contenido energético medio, contiene más azufre, contamina más al quemar que otros más viajeros, creo que no lo niega nadie. Que se extrae en minas bajo tierra mediante trabajo manual y poca mecanización, tampoco (¿es esto malo?). Luego no es competitivo. N´est-ce pas?

El carbón de importación es la panacea. Se importa mediante las divisas que nos sobran. No proporciona empleo, aunque sea caro. Proviene de minas a cielo abierto, fuertemente contaminantes, que no vemos. Es extraído mediante monstruosa maquinaria, con abundante gasto de combustible de lujo, en vez de digno trabajo manual que paga impuestos y genera a su vez actividad económica subsidiaria en las comarcas productoras.

Minas lejanas que destrozan paisajes y ecosistemas que, en el mejor de los casos, pueden rehabilitarse mediante onerosas actuaciones y más gasto energético.

El carbón tiene un contenido de azufre que oscila entre el 0,5 % y el 5 %. El carbón nacional está en la parte superior del rango. El importado en la inferior.

El carbón importado se transporta hasta el barco, se carga en inmensos buques graneleros y se descarga de nuevo. Tales monstruos de los mares son las estructuras dinámicas más crujientes, impresionantes y sofisticadas que existen.

Nada que ver con pirulís que no rascan el cielo, tristemente anclados en tierra yerma, una vez cobrados sus deficientes proyectos estelares al precio de dos graneleros enteros sin contener, ni de lejos, la misma tecnología ni apenas ingeniería refinada.

Se transporta desde las Chimbambas, al otro lado del planeta: Sudáfrica o Australia. Consumiendo el buque que lo transporta abundante combustible, barato, eso sí.

Globalidad de alto contenido en azufre

Cáspita, arriba la hipocresía. Los barcos utilizados en el transporte marítimo de mercancías consumen a precio de saldo la basura remanente del barril de petróleo, una vez hemos utilizado la parte noble de él, diesel, gasolina o queroseno en alimentar autobús, coche o avión.

Hipocresía energética con un alto contenido en azufre, un 3,5 %. Fuel-oil que se quema en los motores de los barcos para que nadie lo vea, para que absorban los mares sus efluvios, acidificándolos todavía más.

Los océanos lo aguantarán todo hasta que dejen de hacerlo y se tomen su justa venganza, la matraca repetida. Es la manera de disfrutar productos baratos de allende los mares. Para que la deslocalización competitiva siga siendo un hecho sangrante y triste, entrópico y desagradable.

Combustibles que están prohibidos en tierra, no se pueden utilizar en los puertos o ciertos mares restringidos e hipócritas en el Norte de Europa, Canadá o EE.UU. Que utilizan otro con no más del 1% de azufre para no escandalizar a las mentes ecológicas, puras y bien pensantes mientras toman café en el puerto.

Pero cuando nadie mira, cuando el barco se aleja, bien que se quema el otro. ¿La diferencia entre ambos? Unos 100 dólares/tonelada. Si eso está permitido, no sé qué tiene de malo el carbón nacional.

Perjudica menos, no esparce sus residuos por los océanos, no contribuye a su acidificación. Suelen instalar las centrales generadoras sistemas de tratamiento de gases, cosa que los barcos no hacen. Es la hipocresía, idiota.

Prácticamente todo producto que se importa o exporta por vía marítima en el mundo lo hace sazonado en azufre al 3,5 %. No nos rasguemos las vestiduras si se quema algo de carbón de parecida calidad, una miseria comparado con los millones de toneladas que succionan los mares y matan los corales.

Carbón nacional o de importación

¿El saldo económico neto? No está tan claro si la contabilidad fuese ciencia cierta y rigurosa, si se computasen todos los costes. Puede que el carbón menos viajero sea de peor calidad. A lo mejor no es el menos rentable y ecológico si se realizasen estudios serios, calculando todo el ciclo de valor añadido, económico y natural, en vez de una mísera cuenta de resultados amputada y cargada de ideología.

El carbón de importación no es tan limpio como dicen. Tan solo más barato. Ya que no computa las malignas consecuencias que nuestros nietos, y los de los habitantes de las antípodas, acarrearán aquí o allá.

Igual que ahora nos toca pagar en comandita el crédito otorgado por nefastos banqueros a inconscientes, lacayos y ladrones, el crédito natural graciosamente otorgado hoy sin carga de intereses ni comisión alguna lo pagarán con creces nuestros descendientes, cuando la burbuja medioambiental explote.

Y Krugman sigue sin espabilar.

Llegaron los mineros a Madrid, reivindicativos y desesperanzados. Se marcharon, igual que llegaron. Carbón nacional o de importación. ¿Quién tiene razón?