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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Alemania sálvanos ya

Señor Rajoy: ha dilapidado usted en apenas siete meses el crédito político, con vencimiento a cuatro años, otorgado por los españoles. El mandato

Señor Rajoy: ha dilapidado usted en apenas siete meses el crédito político, con vencimiento a cuatro años, otorgado por los españoles.

El mandato democrático era claro y rotundo: limpiar España de heces políticas; de porquería e indecencia, proveniente de su propio partido, o del resto; sanear las vergüenzas financieras; volver a colocar a España en la senda del crecimiento sostenible, razonable, respetuoso con la naturaleza, con nuestros semejantes; recomponer los cimientos económicos, legales y financieros para volver a crear empleo; reponer el orgullo patrio, remachar este desvencijado brulote en llamas.

Se trataba de colocar a los mejores al mando, a los más espabilados y honestos. Que cayera quien tuviera que caer, fuesen políticos, caciquillos, malos gestores o caraduras con cargo. Siendo valiente con las medidas a tomar, justo y honrado con sus votantes, digno con todos los españoles, decente con usted mismo y sus convicciones, si las tuviere o las hubiese tenido alguna vez.  

Los españoles estábamos dispuestos a seguirle, a soportar los sacrificios necesarios siempre y cuando el ejecutivo, el poder legislativo y el judicial diesen ejemplo, estuviesen a la altura de las circunstancias. Nos han defraudado los tres poderes del Estado a la vez.  

Un poder ejecutivo que no ejecuta…

El presidente del Gobierno, con su inacción y torpe acción, nos ha colocado al borde del abismo. El ejecutivo comenzó retrasando los presupuestos, para pescar más abadejo, durante las elecciones andaluzas. Le salió el tiro por la culata y le hizo otro boquete al casco. Siguió rateando con el déficit, los impuestos, las cuentas, los agujeros dinerarios.

No se sabe si fue conscientemente o por ignorancia; si fue por lo primero no tiene usted perdón de Dios; si por lo segundo, cese a los responsables del desaguisado. En todo caso, tendrá que tomar las medidas oportunas para que estas cosas no se vuelvan a repetir. La seriedad atempera la prima de riesgo. De momento, no se otea por ningún lado.

… un poder judicial injusto consigo mismo…

El poder judicial ha mostrado lo que puede dar de sí con la vergüenza del caso Divar, la indemnización a otro desalmado, un pobrecillo que no era consciente de sus actos. Con su incapacidad permanente para autogobernarse. Si la cúpula de la judicatura interpreta con alharacas semejante vodevil, ¿qué respeto debería merecer el resto?

Colectivo incapaz de meter entre rejas a ninguno de los muchos delincuentes de guante blanco y bolsillo profundo que todavía siguen agarrados al cargo, hurtando a placer con sus sueldos estratosféricos auto concedidos, la protección al oligopolio amigo o por parte de él, cachondeándose de todos nosotros a fin de mes.

… parlamentarios que sestean y callan…

Lo de Bankia ha sido el colofón. El legislativo se ha retratado por su causa, durante la obscena comparecencia del otro día en el Congreso. Donde los Ratos, Serras, Mafos, Campas y Salgados nos obsequiaron con una cacofonía no se sabe si de desfachatez, de desvergüenza, de irresponsabilidad o de incompetencia. Fue, sobre todo, macabro bochorno, se rieron cínicamente de nosotros, como suelen hacer.

Resulta que ellos no son los responsables de la catástrofe. Pasaban por ahí pero no la palparon ni la vieron, ni siquiera la olieron, cuando los españoles éramos ya conscientes de ella.

Tales comparecencias fueron acta notarial del fracaso del poder legislativo, al ser incapaz de delimitar responsabilidades, de sacar nada en claro.

Eran otros los culpables: los entes etéreos, los mercados, la suegra, el vecino, las circunstancias. Causó vergüenza ajena ver cómo peloteaban entre ellos, cómo los que debían controlar no controlaban nada; cómo los encargados de hundir las cajas de ahorros eran los últimos en enterarse de lo que pasaba, cuando muchos españoles no solo lo barruntaban, ya lo padecían.

Patéticos fueron los diputados, estómagos agradecidos colocados a dedo por los aparatos de los partidos políticos, a sueldo, eso sí, de todos nosotros. Parlamentarios indignos de su alta representación que, en vez de intentar esclarecer, delimitar responsabilidades, de inquirir la verdad, consiguieron que no se aclarase nada arropando a los obscenos.

Los mandaba con gusto de meritorios sin sueldo y con escoba al parlamento británico, a barrer el suelo, para que aprendieran el duro oficio de representante del pueblo, cuando se ejerce, mientras trabajan y penan. Avergüéncense sus señorías.

… Alemania sálvanos ya

Con tales representantes, con tales responsables políticos, con tal injusticia, con tal bazofia pretendidamente democrática, lo único que podemos hacer es solicitar la intervención a Europa.

No solo por cuestiones económicas, sino, sobre todo, morales y políticas: nuestros reprobables diputados, por muy democráticamente que hayan sido elegidos, no están a la altura del cargo ni del país, menos todavía en las circunstancias actuales.

No trabajan para quien los paga, sino para quien los nombra, las agencias de colocación de vasallos indocumentados, de peleles, corruptos y pelotas en que se han convertido los partidos políticos.

Con tales pollos, no lo repito en femenino para no ser políticamente correcto y fonéticamente malsonante, no llegaremos muy lejos, jamás saldremos de la crisis. Hacen falta representantes con capacidad, no solo crítica y profesional sino, sobre todo, ética y moral.

Un Congreso con agallas capaz de atar corto al poder ejecutivo, de hacerle rendir cuentas, de delimitar la responsabilidad política de cada uno forzando el cambio de aquellos inútiles que no den la talla.

Acabar con el bochorno de ver cómo ha secuestrado nuestra democracia una caterva de indignos, incapaces no ya de representar, sino de regir y capitanear este encogido esquife desfondado. Se denomina regeneración.

Es lícito equivocarse. Rectificar es de sabios. No lo es la mentira, la vagancia o la dilación en tomar decisiones difíciles pero necesarias; la renuencia a limpiar bajo la moqueta, a dignificar los tres poderes del Estado, a soldar este oxidado pecio compartimentado.

Ya está bien de otorgar patentes de corso de cuatro años a unas siglas, indecentes grupos de poder sin democracia interna ni voluntad alguna para gobernar con honestidad. Nuestro problema no es ya económico. Es de higiene política e institucional. Alemania, por favor, intervenidnos ya.

Señor Rajoy: ha dilapidado usted en apenas siete meses el crédito político, con vencimiento a cuatro años, otorgado por los españoles.