Es noticia
El economista catalán que no quiere ser economista (y II)
  1. Economía
  2. Apuntes de Enerconomía
José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

Por

El economista catalán que no quiere ser economista (y II)

Nein, fatídica expresión de moda, será el epitafio de Europa. El planeta le seguirá. Mientras no le cambien a la oca el entrópico paso marcial los

Nein, fatídica expresión de moda, será el epitafio de Europa. El planeta le seguirá. Mientras no le cambien a la oca el entrópico paso marcial los torpes chupatintas que nos gobiernan, susurrados en la oreja por druidas oficiantes de las diversas corrientes económicas esotéricas, por no decir ortodoxas, que lo único que les interesa es, con la vista puesta en las urnas y su propio interés, cuanto se crecerá mañana, desdeñando el inquietante futuro que vendrá después.

Europa avanza a la deriva…

No hay proyecto de Europa, ni sabemos lo que queremos más allá de contar sestercios cada noche en la tenebrosa oscuridad de la teutónica Torre del Oro auspiciada por el Bundesbank. A la plebe solo le interesa su futuro económico inmediato, no perder sus privilegios otorgados a crédito, sin querer asimilar lo que ocurre delante de sus narices, ni importarles lo más mínimo el futuro de sus hijos o de sus nietos. A los que lo están pasando mal se les puede entender, al resto, recriminar. El mañana será lúgubre si no espabilamos. Lo dijo el presidente de Uruguay, José Mújica, en su reciente discurso en Río-20:

“Me hago esta pregunta: ¿qué le pasaría a este planeta si los  hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? 

Más claro: ¿tiene el mundo los elementos materiales como para hacer posible que 7.000 0 8.000 millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? ¿Será eso posible? ¿O tendremos que darnos otro tipo de discusión?”

Europa necesita una refundación. Que le permita elaborar la estrategia que lidere el futuro del planeta para poder atemperarlo y volverlo a humanizar. Remachando la inmensidad de todo lo bueno que acumula. Desguazando lo malo. Para que el resto imite algún día nuestro ejemplo esforzado y esperanzador. Los demás no lo van a hacer. Los decadentes Estados Unidos están agarrotados  por su política infernal en las antípodas del espíritu grandioso e ilustrado de sus padres fundadores. Asia se arrastra en ambición funesta a destiempo, hasta que las burbujas y los glaciares del Himalaya ahoguen su salvaje crecimiento en polvo, sequía, barro y yerro. Oceanía salda sus recursos. África sufre lo habitual.

… mientras Cataluña no quiere ser Europa…

No es lógico ni sensato que Cataluña no quiera saber nada del resto de España para después pretender ser parte integrante de una Europa unida de la cual España, y Cataluña con ella, ya lo son. Una cuestión filosóficamente absurda. De grandeza, actitud y nobleza. Para ser parte de un colectivo amplio primero hay que integrarse con el vecino inmediato. Convivir en deseada armonía con él. Luego podrá hacerlo con el resto más alejado. Si no lo hace así quedará vilipendiado y solo. El proceso de aislamiento ha comenzado desparramando odio visceral, mezquindad nacional, triste estreñimiento moral. El reproche permanente diluye el entendimiento y la lucidez, amordazando el raciocinio, sepultando la virtud en un lodazal.

Independizarse de España pretendiendo continuar siendo parte de Europa, sin comulgar con su espíritu y sus valores, solo los doblones, es un contrasentido. Desde el momento en que el camino, algo más que el fin, es la construcción de una Europa unida, sea federal o confederal, que lidere moralmente al resto del mundo.

Ser europeo lleva aparejadas elevadas obligaciones: participar de un ideal común de libertad, justicia, igualdad, cultura y respeto mucho más allá del ruin metal, las transferencias o los intercambios mercantiles. Renegando de la falacia de un acceso indefinido al crédito, cómo abrevar con fruición y descaro del cubo del vecino a cambio de nada. Una versión “ni-ni” de los pueblos que reaccionarios nacionalistas y algunos paletos autonómicos pretenden perpetuar.

Las pobres mentes contables de políticos y ciudadanos independentistas, con su calculada mentalidad provinciana alejada del alma europeo, jamás tendrá acomodo en una Europa, soñada a su medida, que no se hará realidad mientras la razón y el sentido común aguanten este delirante empellón fanático. Los enaltecedores de secuestradores y asesinos, tampoco.

Si no cesan en su malvado empeño desintegrador, deberán transitar ambos un purgatorio de varias generaciones, hasta que sus descendientes aprendan en qué consiste Europa y su virtud, comulguen por fin con su aura cultural, sus ideales y sus valores para poder ser parte espiritual de ella. O, si no, quedarán fuera como colectivos miembros que serán de la triste generación perdida.

… porque la ciencia económica derrapa.

El economista, para completar el lúgubre cuadro enmarcado en lodo, cieno y futura desolación, las teorías sobre crecimiento económico “moderno” desfondado, sin fondo natural que valga, no es más que nociva ponzoña ideológica mientras no aplique el método científico con exquisito rigor. Mientras no incluya como parámetros de sus hoy simples hipótesis, sus parciales premisas y principios desvirtuados por un aparato matemático excesivamente barroco y desnortado, algo más que una interpretación religiosa de la bondad incondicional de la tecnología.

Mientras no incluya la variable tiempo de una manera razonada: el largo plazo, siglos, milenios, diferentes entornos. Y, sobre todo, mientras no incorpore a sus teoremas la realidad física y biológica sobre la que se asienta la actividad económica, denominada Tierra: los recursos, la energía, la contaminación, las emisiones, la pérdida de biodiversidad; los polos, los glaciares, los bosques, las abejas, los océanos, las sardinas, los corales, el plancton, las almejas; o la velocidad de cambio del cambio climático, últimamente supersónica, calcinada, seca y sin hielo que refleje la luz del Sol.

Sugeriría que comenzara rehaciendo el capítulo I de su propio libro y de su disciplina, añadiéndole el rigor científico de la que hoy carece. Elaborar nuevos teoremas que aglutinen la actividad económica, encastrándola en la realidad natural que sustenta a la humanidad de la que forma parte. Sólidos fundamentos que puedan modelizar con desarrollos matemáticos más sofisticados en sus herramientas, firmemente anclados en la realidad física y biológica, como hacen las ciencias en verdad rigurosas: la física, química, biología, geología o medicina, por ejemplo.

Modelizar el crecimiento económico usando tres únicos parámetros L (labor), K (physical capital) y T (knowledge or technology) no lo es mientras no demuestren científicamente su validez universal, si pueden, en todo momento y lugar. O acotando de manera estricta su reducido rango temporal de aplicación, incapaz de representar la dinámica realidad terrenal. En cuyo caso sus teorías seguirían formando parte de la economía restringida, levitante en divino éter académico, alejada de la necesaria economía fundamental que es imperativo alumbrar.

El aserto que hacen ustedes en la página 24, “Technology can improve over time“ deberán demostrarlo rigurosamente o hacerlo desaparecer del texto, empezando por definir científicamente el término “improve” aplicado a este concepto. Es casi imposible medir y cuantificar con rigor el conocimiento, su calidad, su bondad, su genio. Pueden intentarlo.

Está en muchos campos retrocediendo a causa de la soberbia tecnológica, su torpe aplicación, la negativa de algunos supuestos sabios a evolucionar y avanzar en su búsqueda, en el deterioro de la materia prima de la que se nutre la educación. Muchas tecnologías ancestrales tremendamente eficaces (¿cómo definir la eficiencia de la tecnología?) están desapareciendo. Saberes olvidados, métodos y procedimientos que se están perdiendo, a menudo muy sofisticados en su sencillez, que fueron refinados por anónimos hombres sabios a lo largo de milenios, cuando el mundo se regía con criterios de escasez.

La claudicación mundial del ansia de armonía y entendimiento, la educación, el placer de saber y el esfuerzo, la belleza, la pereza intelectual imperante en las ciencias sociales, las ideas preconcebidas, el fanatismo, la codicia, el miedo, los sexenios, están acelerando el proceso. ¿Las publicaciones científicas? Se producen al peso, sobre todo en economía.

Uno o dos siglos de experiencia registrada es insuficiente. La mayor parte de los incontables análisis econométricos realizados con tales datos no tienen validez temporal alguna, más allá de mañana, en el mejor de los casos. Intervalos de tiempo que no son científicamente representativos, ya que se han basado en un desarrollo de la economía bajo unas condiciones de contorno restringidas, de ínfimo alcance temporal: el despilfarro energético que acabará pronto por necesidad, la capacidad teórica de contaminar sin limitación, recursos ilimitados, una biodiversidad constante y sin cambios cualitativos apreciables, una variación muy lenta del clima; o la ocupación sin pausa y sin control del espacio a causa del caos, la fealdad y el horror, la renuncia al urbanismo, el simplismo arquitectónico, la desolación estética actual.

Premisas que difícilmente se podrán mantener pocos decenios más. Cuestiones todas ellas que deberán fundamentar y profundizar, demostrar de una manera rigurosamente científica, para poder modelizar posteriormente sus conclusiones, que no serán revolucionarias, porque ya se conocen. Corolarios que tenemos miedo a aceptar, que nos despertarán del sueño del crecimiento eterno, cuando la música deje de sonar.

¿Complicado? Es cuestión de incrementar la perspectiva, estudiar, discernir, soñar, ampliar saberes y horizontes, de auscultar con curiosidad científica cierta el futuro. Observando de manera multidisciplinar el planeta que nos da cobijo con la ayuda de científicos de verdad, intentando replicar los fenómenos naturales para poder preverlos, sus desafíos, el alcance de los cada vez más escasos recursos. Incorporando todo ello al pensamiento económico que continúa ciego de ambición marginal, tieso en principios, cojo en axiomas, tuerto en perspectiva, manco en profundidad, huérfano de añorada grandeza intelectual.

Refuércenlo. Generalicen teoremas, amplíen el alcance infinitesimal de la economía actual, para poder pontificar con criterio y proporcionar, por fin, consejos sólidos. Si necesitan ayuda para arrancar, buceen en este blog, caven en sus entrañas, aten cabos, mediten, recapaciten, piensen. Si desean que la posteridad los aclame como sabios en vez de nefastos astrólogos embaucadores a la vera de la charlatanería, acérrimos defensores de una ya demasiado duradera Inquisición aplicada al pensamiento económico, lo acabarán haciendo, cuando desbloqueen el saber, dignificando su ciencia.

Cuando por fin decidan arremangarse podría ser demasiado tarde para cierta civilización soberbia y orgullosa, que cabalga desbocada en dirección a un muro de calamidades que, como sigan así, no habrá manera de aplacar y, menos todavía, de revertir. Sociedad que se disolverá amortajada en ciegos contubernios marginales, nacionalismos estúpidos y fundamentalismos rastreros.

El humillado Galileo era uno, grande, libre de prejuicios científicos y castradoras ataduras religiosas, ideológicas o nacionales. Derrotó la recalcitrante oscuridad de su época inaugurando un luminoso futuro científico que se apaga de nuevo.

Nein, fatídica expresión de moda, será el epitafio de Europa. El planeta le seguirá. Mientras no le cambien a la oca el entrópico paso marcial los torpes chupatintas que nos gobiernan, susurrados en la oreja por druidas oficiantes de las diversas corrientes económicas esotéricas, por no decir ortodoxas, que lo único que les interesa es, con la vista puesta en las urnas y su propio interés, cuanto se crecerá mañana, desdeñando el inquietante futuro que vendrá después.