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El juez responsabiliza al barco de la catástrofe del Prestige
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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El juez responsabiliza al barco de la catástrofe del Prestige

Certero título el del artículo que publicó El Mundo Today. A falta de justicia, solo queda el recurso del pataleo y afear a los responsables del desatino

Certero título el del artículo que publicó El Mundo Today. A falta de justicia, sólo queda el recurso del pataleo y afear a los responsables del desatino. Y, como no vamos a llorar, mejor será sonreír. El sarcasmo es virtud aliviadora provocada por la impotencia ante la incompetencia del poder.

La justicia se queja de que está mal valorada por parte de los ciudadanos. En vez de desfacer entuertos, no sólo los face, sino que los santifica mediante chapapoteante sentencia. ¿Qué hemos hecho para merecer tal onerosa maldición?

Hemos afirmado que el asunto del Prestige son en realidad dos. Quién rompió el barco es el primero. Quién lo hundió por enviarlo de tormentosa excursión, el postrero. Seguimos con el roto, de momento. El descosido, el paseo remolcado, no era la única solución si hubiese habido profesionalidad, buen hacer y necesario trabajo previo en forma de planes de contingencia, formación y protocolos de actuación. Le llegará su turno cuando el castor asome el hocico y muestre que gasolina y fuel oil no son lo mismo.

Para no hacer juicios de valor sin alimento, continuemos con algunas de las perlas que contiene la controvertida sentencia.

“Y la falta de conservación, aun siendo indiciariamente muy relevante, no parece que pudiera ser advertida por los acusados ni valorada como grave, dado que su aspecto y entidad no eran ostensibles y la documentación relativamente reciente del buque avalaba su buen estado, sin perjuicio de destacar la hipótesis que sostienen algunos peritos respecto al fraude cometido en esa documentación que respalda la viabilidad del buque para navegar en condiciones de seguridad.

En resumen, no hay ningún dato concreto que permita establecer con seguridad las causas de la extraordinaria, repentina e irreparable avería que sufrió la nave frente a las costas gallegas en los infaustos días de autos y sólo puede inferirse de los datos recabados que el estado de mantenimiento y/o conservación del buque era deficiente y que eso hizo que no soportase los esfuerzos de un temporal más que notable".

El buque, de los denominados subestándar, es de un tipo bien conocido por todos los que trabajan en el mundo marítimo. Estaba, como todos los barcos de igual clase, hecho un 'asquito'. Un barco así cruje, su deterioro se palpa y se escucha a cada pantocazo, mucho más durante un temporal. Bastaba una ligera inspección visual a cargo de buenos profesionales para sentenciarlo, diga lo que diga la sentencia.

Un barco de ese tamaño está obligado a aguantar cualquier empellón de la mar. Y, si no lo resiste, es que está herrumbroso y más que defectuoso. El asunto de la ola gigante no cuela. Si los señores jueces son al menos capaces de llegar a la tibia conclusión de que “el estado de mantenimiento y/o conservación del buque era deficiente”, por lógico corolario los certificados no habrían sido otorgados de una manera regular, cualquiera que fuese el temporal.

Ningún barco de ese porte se parte o se rompe por casualidad. Para eso están los buenos profesionales, cuya labor es no permitir que eso ocurra si les dejan hacer su trabajo sin presiones inconvenientes ni corruptas interferencias. 

Páginas 189 y 190:

“Con esta práctica indefinición de las causas de lo ocurrido salvo en cuanto a la existencia de un mantenimiento deficiente, naturalmente ha de prescindirse de analizar la responsabilidad penal de personas jurídicas como la empresa armadora del buque o de ABS, simplemente porque cuando ocurrieron los hechos no era posible exigir esta clase de responsabilidad a las personas jurídicas en España, lo que significa que sólo podrá exigirse en su caso a dichas personas la oportuna responsabilidad civil.

Consta un intento de algo similar en el conocido litigio promovido en Estados Unidos por el Reino de España contra la entidad ABS, que resultó desestimatorio de las pretensiones españolas pero generó un voluminoso conjunto documental que no se ha incorporado a este juicio por razones pragmáticas de no incrementar un acervo documental ya desproporcionado (en ese sentido, los informáticos que han colaborado en el juicio han informado que el volumen de folios de la causa es el mayor de todas las tramitadas en España) y por motivos más técnicos relacionados con la escasa utilidad de informes y testimonios no practicados en juicio en un ámbito como el penal, en el que la inmediación es inexcusable y básica sin necesidad de incurrir en los excesos que vienen a considerarla casi taumatúrgica y sin perjuicio de haber aceptado algunos documentos que incorporaban datos de relativa relevancia.”

Aplicando la 'ley del mínimo esfuerzo', los jueces obviaron una molestia clave y trabajo extra que habría sido fundamental incluir en el juicio, desembarazando graciosamente de toda responsabilidad a los presuntos responsables, aunque no se hubiesen sentado al banquillo. El que la sentencia en EEUU no prosperara no significa nada. Tampoco hay auditores en la cárcel ni las sociedades de clasificación de riesgos han sido ejemplarmente castigadas.

Aplicando la 'ley del mínimo esfuerzo', los jueces obviaron una molestia clave y trabajo extra que habría sido fundamental incluir en el juicio, desembarazando graciosamente de toda responsabilidad a los presuntos responsables

Aunque las condenas hubiesen sido las mismas, una mención ejemplarizante en la sentencia acerca del estado del barco, los más que presuntos indicios de fraude y la presunta responsabilidad de la sociedad de clasificación habría servido de acicate para que el Gobierno español, de acuerdo con la UE, autoridades internacionales y otros países deseosos de acabar con tal plaga, hubiesen espoleado iniciativas que permitiesen atajar el problema de los barcos subestándar, los agujeros procedimentales o legales que permiten que sigan navegando, actuando contra aquellos encargados de la supervisión que hacen la vista gorda, habitualmente en países asimismo subestándar como EEUU cuando les da la gana y no les afecta a ellos, y muchos otros países no sólo europeos.

Página 191:

“La tesis más extendida es que el Prestige forma parte de un grupo o flota de buques anticuados, inadecuados para su finalidad originaria pero que funcionan a bajo coste y con pingües beneficios por lo que operadores desaprensivos se sirven de ello, amparándose en banderas de conveniencia para mantener un tráfico arriesgado, despreciando la posibilidad obvia e inminente de que se produzcan siniestros como el que se enjuicia.

Es imposible aceptar esa tesis tan sugestiva, salvo que las autoridades marítimas y las normas internacionales amparen esta clase de tráfico peligroso y de perfiles criminales, lo cual formalmente no puede aceptarse y materialmente parece inconcebible.

El Prestige estaba dotado de cuantos certificados y documentación son exigibles para amparar su legal navegación en las aguas por donde lo hacía. Es verdad que algunas empresas no lo aceptaban (Repsol y BP, por ejemplo) y que tenía limitado el acceso a algunos países y puertos, pero eso no le impedía navegar por el dispositivo separador de tráfico como lo hacía, de modo y manera que las condiciones formales y los requisitos legales de la navegación eran correctos.”

Para los jueces del Prestige el problema ni siquiera existe, vistos los argumentos. ¿En qué mundo idílico viven tales santos varones, castos, inocentes y puros?

También las auditorías de Enron eran correctas, las de Lehman Brothers inmaculadas, las de los bancos ingleses intervenidos irreprochables, las de Pescanova ejemplares, la supervisión de las desaparecidas cajas de ahorros fantástica. Igual que las hipotecas subprime eran triple A y la de tantas emisiones fraudulentas a las que se otorgó la más elevada calificación. La casuística es similar. La podredumbre idéntica. La justicia, igual de inoperante.

Afortunadamente, en el transporte marítimo la mayoría de los armadores y fletadores son honrados y profesionales. Los piratas y las prácticas irregulares son minoría, aunque sangrante y perniciosa para el comercio internacional y la salud de los mares. Perjudica a aquellos que son decentes ya que contra la piratería, aunque sea legal, no hay manera de competir si no es aplicando las mismas malas artes, cosa a la cual casi todos se niegan, o luchando por una eficaz supervisión por parte de las autoridades y las empresas serias involucradas, como los sistemas de vetting instaurados.

Para los jueces del Prestige el problema ni siquiera existe, vistos los argumentos. ¿En qué mundo idílico viven tales santos varones, castos, inocentes y puros?

La siniestralidad marítima es reducida. Para que lo siga siendo hay que estar continuamente ojo avizor, extirpar los garbanzos negros, trabajar duramente para taponar los agujeros del sistema expulsando a los indeseables.

El sector marítimo internacional estaba pendiente de esta sentencia. El ridículo de la justicia española y la frustración de los ciudadanos están justificados. Ultima guinda que resume el desaguisado. Página 192:

“… así que navegar en un buque aparentemente adecuado en condiciones duras pero aceptables para los navegantes experimentados no parece ninguna clase de imprudencia.”

El Prestige se rompió. Culpable: el barco, como ha diagnosticado certeramente El Mundo Today. Da la sensación de que el juez que ha redactado este párrafo no se ha leído el contenido de su propia sentencia ni analizado con una mínima atención y perspicacia los argumentos que la misma contiene. Una afrenta contra la inteligencia de todos aquellos que, con buena fe, han aportado sus conocimientos y su saber al proceso.

Será justicia porque la dicta un juez, no porque vaya avalada con razón y buen tino. Una magnífica ocasión dilapidada que podría haber evitado que sucesos similares volvieran a ocurrir. Justicia necesaria para que por estos mares contaminados y cada vez más deteriorados pueda fluir el comercio marítimo, la savia que nutre el comercio internacional, con altiva dignidad.

Oportunidad perdida para limpiar lodazales no sólo patrios. Marca tal sentencia el camino a seguir a todos los que saben que pueden actuar con total impunidad. Ya no quedan galeones ni descubrimientos por realizar. Las gestas épicas no son de esta época. Hoy son otras las necesarias. Como exigir dignificar y profesionalizar la justicia en España.

Certero título el del artículo que publicó El Mundo Today. A falta de justicia, sólo queda el recurso del pataleo y afear a los responsables del desatino. Y, como no vamos a llorar, mejor será sonreír. El sarcasmo es virtud aliviadora provocada por la impotencia ante la incompetencia del poder.

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