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El carajal eléctrico
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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El carajal eléctrico

Antes o después tenía que estallar el carajal por alguna costura electro mecánica cuando no regulatoria o chispeante que, para el caso, son la misma cosa hilarante que se ha vuelto onerosa y sangrante.

Antes o después tenía que estallar el carajal por alguna costura electromecánica cuando no regulatoria o chispeante que, para el caso, son la misma cosa hilarante que se ha vuelto onerosa y sangrante. Cuando una chapuza se utiliza para remendar la anterior o para fomentar corruptela adicional, llega un momento en que el traje se hace jirones al mínimo estirón ficticio o real, o la manipulación (presunta) más basta, nimia o torpe.

En los mercados eléctricos las cosas nunca son como parece que son. Es un lugar donde los espabilados se forran a causa del oscurantismo regulatorio y donde a los pardillos, o a los honrados, se las dan con queso. En España, desgraciadamente, los ciudadanos han estado tradicionalmente en la última trinchera maltrecha a causa de los políticos que (no) los representan y los intereses cruzados entre su bolsillo, su jeta y su aclamada incompetencia.

Un sector donde el libre mercado es una quimera irrealizable, donde las presiones son insoportables, donde una competencia mínimamente decente es casi imposible a causa de la propia estructura de las redes eléctricas y sus rígidos condicionantes técnicos, donde siempre pierden los de siempre si los encargados de redactar y controlar la política energética no dan la talla, maldición recurrente que está contribuyendo a terminar de arruinar España. Parece que la acumulación de chapuzas llega por fin a su fin. ¿O no?

En los mercados eléctricos las cosas nunca son como parece que son. Es un lugar donde los espabilados se forran a causa del oscurantismo regulatorio y donde a los pardillos, o a los honrados, se las dan con queso

Cuando uno habla con ejecutivos del sector eléctrico parece que trata con marcianos empresariales. No conocen la consustancial palabra riesgo. Están acostumbrados a que el Estado les garantice beneficios y ventas y, cuando no lo consiguen o el sistema revienta por exceso de manipulación (presunta), lloreras y maldiciones retumban por todo el ciberespacio y, por supuesto, los despachos.

La culpa suele ser recurrentemente del regulador lo cual a menudo es cierto y, en su defecto, del tiempo o del empedrado. Nunca a causa de su deficiente gestión que no necesitan sublimar porque antes o después el pueblo llano pagará sus despropósitos, las malas decisiones o las imposiciones (supuestas) vergonzantes.

Resultado: un exceso recurrente de inversión demasiado costosa, mal planificada y peor ejecutada que necesitan rentabilizar a toda costa a costa de los españoles. Si a eso le añadimos que el precio de la electricidad es un juguete político muy tentador que se presta a demagogia y manipulación, que sirve de empleador masivo de políticos cesantes que no saben nada más que jorobar todo aquello en donde plantan las zarpas, el sainete reciente está servido.

Tres son las patas principales que han hecho desfondar este taburete electrostático infumable:

El déficit de tarifa fue un engendro que se sacó Rato de la manga para hacer demagogia populista de manera preferente en un determinado momento. Que los gobiernos socialistas posteriores, vulgares aprendices de brujo ultraliberal disfrazado de progresismo buenista y tontorrón, llevaron al paroxismo a causa de su endiablada incompetencia. Consistía en que el precio real de la electricidad, cualquiera que fuese este, no se repercutía en el abonado, que no cliente, cuando los precios de los combustibles repuntaban, lo cual permitía ofertar demagogia barata a un electorado inerme y bobalicón que por algo disfruta con Gran Hermano y tanta telebasura.

Se iba creando una burbuja financiera que se alojaba en el limbo más cochambroso que sigue incrementando la deuda de los españoles, esté contabilizada en el balance de las compañías eléctricas o en cualquier otro lugar aunque el pagano final acabe siendo siempre el mismo.

El gobierno de Aznar lo utilizó de manera selectiva haciendo populismo barato, las hemerotecas muestran cómo proclamó que la electricidad había bajado cuando en realidad la diferencia de coste había sido escondida y catapultada hacia el futuro. Una vez abierta la Caja de Pandora, los gobiernos posteriores se pusieron las botas con el animalito parido que juraban tener amaestrado. Hasta ahora: son ya más de 30.000 millones de euros acumulados en el reventado zurrón nacional.

Primas a las energías renovables. Cuando una nueva tecnología emerge alguien tiene que pagar la curva de experiencia tecnológica y operativa. España la pagó con dignidad con la energía eólica terrestre. La cosa salió razonablemente bien desde el punto de vista tanto técnico como industrial y económico.

Creó un tejido industrial nacional sano y competitivo. Fomentó un prestigio internacional de esa cosa mal liderada por su más espinoso enemigo denominada Marca España,que se está echando por la borda a causa no solo de sus próceres, sino de tantos sinsabores. Nos colocó por una vez a la vanguardia mundial de algo. Las primas a tal energía siguen siendo manejables. El esfuerzo parece que mereció la pena.

El problema surgió (uno de ellos) cuando el excelso ministro 'experto'pretendió replicar el modelo con la energía solar, primero fotovoltaica y luego termosolar. Beneficiando descaradamente a los amiguetes sin darse cuenta que el grado de madurez tecnológica era muy inferior y tocaba pagar el pato a lo bestia, y las ancas de la rana, como efectivamente sucedió.

En vez de promover una demanda moderada pero continua que hubiese permitido corregir y enmendar errores con la experiencia acumulada, se fomentó a lo bestia una burbuja internacional de la demanda que calentó de mala manera los precios de las células fotovoltaicas

Promovió mediante subvenciones escandalosas en forma de primas al kw-h grandes parques solares en el culo del mundo, con perdón, que generan pérdidas en el transporte e inversiones innecesarias, un nicho adicional inmenso de corruptelas e ineficacias, en vez de fomentar pequeñas plantas en tejado o cercanía, con mesura y moderación, o pegadas a los centros de consumo de manera que las pérdidas fuesen nulas y el sistema sirviese de eficaz complemento a las redes existentes con una inversión muy inferior y sin corrupción, beneficiando a los ciudadanos de a pie a los que no se les dio la oportunidad de invertir y ahora se pretende penalizar de nuevo.

Se hizo justo lo contrario a lo que dictaba la lógica y la evolución tecnológica despreciando el rigor y la sensatez. En vez de promover una demanda moderada pero continua que hubiese permitido corregir y enmendar errores con la experiencia acumulada, hasta que la tecnología madurase y la eficiencia del sistema mejorase dando a la vez oportunidad de repartir sus beneficios entre millones de ciudadanos, se fomentó a lo bestia una burbuja internacional de la demanda que calentó de mala manera los precios de las células fotovoltaicas.

La locura de las primas a las renovables no lo tendríanpues dichas energías si se hubiesen hecho bien las cosas. En estos momentos su coste es infinitamente menor que entonces. Ahora es cuando tendría razón de ser la inversión masiva que hubiese contribuido a paliar el desempleo. Solo que ya no hay dinero para montarlas a precio, ahora sí, racional y disminuyendo.

El daño colateral ha sido la desaparición de demasiadas empresas incipientes que podrían haber creado buen tejido industrial. Que se sobredimensionaron malamente de manera acelerada para mandarlas a la quiebra a continuación. A cambio, los chinos se siguen relamiendo de gozo ante tanto pardillo mientras los bancos, nosotros de nuevo, temblamos ante el levitante reintegro futuro más que dudoso.

Tocará pagar la gracia durante muchos años más. Ejemplo de cómo una regulación desbocada promovida por algún torpe profesor con el fin de cimentar un ecologismo contraproducente pero, sobre todo, el amiguismo empleador, puede costarnos tan cara.

El casino. La tercera causa fundamental, hay muchas más pero es necesario simplificar para que el respetable pueda llegar hasta el final sin resoplar, es el paripé de libre mercado que reventó por fin la semana pasada.

Si se invita al festín a especuladores financieros sin escrúpulos para que espoleen salvajemente la volatilidad disfrazada de libre competencia, el cóctel molotov y, el ridículo, vuelven a estar servidos

Un incremento de la tarifa del 11% que en realidad es un 26% de variación de la cotización, porque más de la mitad del recibo de la luz son cafradas políticas y derechos de pernada pagaderos por familias y empresas cada vez más saqueadas a final de mes.

Pretender montar un mercado libre supuestamente eficaz con pocos oferentes y todavía menos demandantes, que son los mismos perros con distinto collar, siendo el resto simples operadores financieros que potencian la volatilidad cuando no el mosqueo sin aportar ningún valor añadido a un proceso de subasta marginalista sin ninguna coherencia, es una quimera onerosa que lleva años incrementando el recibo de la luz a trompicones.

Si se invita al festín a especuladores financieros sin escrúpulos para que espoleen salvajemente la volatilidad disfrazada de libre competencia, sin ningún interés más que el de sacar tajada inmediata tomando riesgos innecesarios que si sale mal pagarán por el artículo treinta y tres los ciudadanos para variar, el cóctel molotov y, el ridículo, vuelven a estar servidos.

Los derivados financieros se inventaron para cubrir riesgos y proteger a los agricultores, sus cosechas y cotizaciones futuras. El drama surge cuando se utilizan salvajemente para exacerbar riesgos en vez de limitarlos, como armas de destrucción masiva en vez de simples coberturas de precios: el famoso “gechin.

No parece razonable que en la subasta última la cotización aumentase un 26% respecto a la precedente, y que en subastas anteriores hubiese habido variaciones más que significativas también a la baja sin ninguna relación con los costes ni con la estructura de generación o la demanda del momento, a pesar de la parada técnica de varias centrales nucleares o la supuesta falta de viento, de fuerza hidráulica o del que algunos consideran debocado precio del gas (este es otro asunto que necesitaría un monográfico para comprensión de especialistas y “expertos”).

Las entidades financieras internacionales quebradas y salvadas entre todos están volviendo a las andadas promoviendo burbujas de nuevo allá por donde ponen sus fauces glotonas de bonus delirantes dispuestas a atragantar los mercados.

Como colofón, se olvida el personal que el problema recurrente de los oligopolios y la tendencia al monopolio está profusamente investigado, siendo de muy difícil solución, lo cual obliga a algún tipo de intervención coherente y razonable.

Si bien en algunos sectores dos únicos competidores pueden dar lugar a una competencia feroz y hasta suicida, sirva el caso de Kodak y Polaroid años atrás, en paz descansen ambos por causas diferentes, la estructura de ciertos sectores oligopólicos, antes denominados servicios públicos, no solo no lo permite sino todo lo contrario: fomenta oneroso contubernio que incrementa el precio si no se diseña y se regula adecuadamente.

Son solo cinco los suministradores de electricidad de último recurso, estúpido eufemismo. Los generadores son los mismos y apenas alguno más. Mediante subastas trimestrales se pretende fijar la tarifa

La teoría económica ha sido incapaz de encontrar solución a este problema (ni a ningún otro escenario real). Ciertas ideologías extremistas disfrazadas de ciencia económica se empeñan en demostrar que el libre mercado es siempre posible, haciéndonos comulgar a los ciudadanos con ruedas de molino mientras pagamos religiosamente la cuenta. Religión académica que ha sido asumida y tomada como artículo de fe por demasiados integristas de Bruselas que han destrozado la industria en la Unión Europea, y por los sucesivos gobiernos en España que no se enteran de que va la fiesta.

Son solo cinco los suministradores de electricidad de último recurso, estúpido eufemismo. Los generadores son los mismos y apenas alguno más. Mediante subastas trimestrales se pretende fijar la tarifa. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen, con innecesarios intermediarios y bróker financieros que no son precisamente convidados de piedra, que incrementan salvajemente la volatilidad para acabar hinchando el precio mientras hacen cumplida caja.

La otra mitad del recibo de la luz es fijo a causa de ítems políticos y pasteleo a la carta. Los costes de transición a la competencia (CTC), por ejemplo, reconocían la falta de competencia pasada antes de la malograda 'liberalización'y la mala gestión acumulada financiando propósito de enmienda. Fue otro regalo que consiguió lo contrario a lo que pretendía. Sirvió, entre otras cosas, para que alguno se fuese de compras e inversiones a precio de burbuja a países menos bobalicones que el nuestro, incapaz ahora de rentabilizar, más que suplicando árnica aquí.

Feliz carajal y, de paso, ¡Feliz Navidad!

Antes o después tenía que estallar el carajal por alguna costura electromecánica cuando no regulatoria o chispeante que, para el caso, son la misma cosa hilarante que se ha vuelto onerosa y sangrante. Cuando una chapuza se utiliza para remendar la anterior o para fomentar corruptela adicional, llega un momento en que el traje se hace jirones al mínimo estirón ficticio o real, o la manipulación (presunta) más basta, nimia o torpe.

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