Es noticia
Los economistas Junkers
  1. Economía
  2. Apuntes de Enerconomía
José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

Por

Los economistas Junkers

El pasado y el presente ilustran la capacidad del ser humano para pasar por alto las pruebas que no se ajustan a las presuposiciones decretadas

Tanto el pasado como el presente ilustran desesperadamente la impresionante capacidad del ser humano para pasar por alto, minimizar o restar importancia a las pruebas y demostraciones que no se ajustan a las presuposiciones decretadas, a las teorías sólidamente ancladas en barro teórico y estibadas en formol académico.

Lo afirma, adulterando torticeramente la frase el que esto suscribe, Margaret Macmillan en su libro 1914. De la paz a la guerra(pág. 408), donde intenta explicar las causas que desencadenaron la I Guerra Mundial. Labor ingente, aunque sea historia. Mucho más difícil que prever los conflictos que nos aguardan, que se otean cada día más cercanos, aunque para muchos sea oneroso e infeliz presente.

El futuro no es tan imprevisible como nos quieren hacer creer los sabios nobelados a sueldo de obcecada sabiduría marginal, que sigue imponiendo sus dogmas apesadumbrando a los despistados de Davos.

Afirmación la inicial recurrente y conocida por todo aquel que con humildad pretende aprender cada día algo, si no nuevo, al menos diferente. No deja de ser sintomático como demasiados sabios aclamados, cualquiera que sea la rama no sólo económica del saber, sean incapaces de asimilar tal afirmación ni nada nuevo al llegar a la madurez, una vez que el cerebro se ha solidificado con las verdades establecidas por su ideología o por la ciencia por ellos putrefactada que les da de comer.

La tragedia de hoy es que no hay maestros capaces de inculcar a los cerebros jóvenes y sin enlodar nada que no sea vil depredación, consumo desbocado y crecimiento económico sin moderación. No hay remordimiento.

¡Una generación más tirada a la basura sin proporcionarle arreos educativos que permitan dinamitar este tremebundo impasse!

Militarismo…

Una de las causas de aquel cataclismo fue el militarismo imperante, la supuesta capacidad de los militares para controlar aquello que estaba bajo su batuta, la labor de defender la patria y aplastar al contrario, su falta de comunicación cabal con el poder político de entonces.

La guerra era considerada un instrumento más de la política, que se les fue de las manos a pesar de más de un siglo de relativa calma, desde que Napoleón arrasó Europa. Acabaron destrozando media Europa, de nuevo, y peor.

Longeva Belle Époque que terminó fatal, anclada en presupuestos obsoletos que fueron incapaces de actualizar. La falta de estadistas hizo lo demás, igual que ahora propugnan sus herederos intelectuales masacrar este planeta en su conjunto y no sólo una pequeña parte. Los gobernantes se dejaron arrastrar por los supuestos entendidos y sus planes demenciales, militares entonces, sabios de la economía ahora, sean keynesianos, monetaristas o mediopensionistas.

El futuro no es tan imprevisible como nos quieren hacer creer los sabios nobelados a sueldo de obcecada sabiduría marginal, que sigue imponiendo sus dogmas apesadumbrando a los despistados de Davos

El Imperio alemán, el ruso o el austrohúngaro se desaguaron en las cloacas de la historia por iniciativa propia. Francia, el Reino Unido e Italia se esforzaron lo suyo. Los Balcanes tocaron las narices nacionalistas, para variar. Promovieron entre todos una generación de tullidos, provocando una decadencia en Europa que no ha finalizado.

El socialismo incipiente de la Segunda Internacional fracasó. Cuando quiso espabilar, el comunismo se había afianzado. Los bolcheviques no habían alcanzado todavía el poder ni generado tantos millones de muertos. Lo consiguieron a consecuencia del desastre zarista unos pocos años después, una vez Lenin fue mandado de vuelta a casa en tren apestado atravesando los rescoldos de la agonizante Alemania imperial.

El pacifismo realizó pinitos desesperados previos. Claudicó en cuanto se decretó la movilización. Muchos se reconvirtieron de golpe y porrazo en soldados motivados. El nacionalismo prevaleció. Si la guerra no se hubiese pergeñado entre unos pocos despistados, si no se hubiese manipulado a las masas aplicando preceptos ruines y equivocados, los derroteros del siglo XX habrían tomado caminos bien diferentes, quién sabe si mejor y más civilizados. ¿Se volverá a repetir la historia en ciertos lugarcitos anacrónicos, cerriles y ensimismados?

… guerra…

La forma de pensar de hace un siglo referente a cuestiones militares era curiosa, vista desde la fácil perspectiva que da un siglo escabroso y violento de diferencia. La guerra se consideraba algo noble y justo, apropiado regenerador de indolentes, materialistas y las cada vez más almohadilladas costumbres burguesas.

Cuando se proclamó la guerra, la chusma se ensimismó de gozo patriotero azuzada por la prensa. Cuando ciudadanos y reservistas fueron llamados a filas, se dirigieron con entusiasmo al matadero, algunos en cómodo taxi desde París, pensando que la guerra sería de nuevo épica y gloriosa, apenas un juego. Cuatro años después, millones de cadáveres habían cambiado de opinión en las gaseadas trincheras, quizás demasiado tarde.

Muchos pacifistas se convirtieron de manera súbita en motivados soldados prestos a defender la patria. ¡Cuán volubles son las masas para lo malo y hasta para lo bueno, amigo Mas, a pesar de tan mal degenerar! Aunque la irracionalidad cueste vidas y mentes, el ser humano pugna por engrandecerse de vez en cuando, a pesar de los largos intervalos oscuros que en el ínterin la historia proporciona.

Esperemos que la racionalidad prevalezca. La convivencia triunfará. Ojalá. Se impondrá antes o después a toda irracionalidad caradura, nacionalista, alejada del mejor espíritu europeo, de la Ilustración ignorada entre barretinas, nepotismo y corrupción tolerada.

¡Cuán volubles son las masas para lo malo y hasta para lo bueno, amigo Mas, a pesar de tan mal degenerar! El ser humano pugna por engrandecerse de vez en cuando, a pesar de los largos periodos oscuros que el ínterin de la historia proporciona

Una cosa es guardar las buenas tradiciones y la historia más gloriosa y épica que se pueda acumular. Es algo que enriquece. Otra muy diferente es ensalzar la mentira, la historia inexistente, en utilizar el pasado de manera selectiva, excluyente o falaz que degenera en fanatismo y cerrazón, empobreciendo la población y, lo que es peor, haciendo degenerar la cultura y la tolerancia por falta de dignidad moral y apertura mental.

El pensamiento militar, sus tácticas y estrategias, no habían variado en dos milenios largos. El objetivo militar de cualquier entorchado seguía siendo emular la batalla de Cannas, envolviendo al enemigo por los flancos, igual que Aníbal Barca machacó a los romanos hace más de ¡dos mil años! Sólo que con ferrocarriles, ametralladoras, fusiles, telégrafos y cañones. Igual que entonces.

No fueron capaces de ver los generales Junkers, ni los franceses, ni casi nadie, el protagonismo emergente de las nuevas tecnologías, las cada vez más terroríficas armas. Les cegaba la tradición, sus obsoletas verdades establecidas, la cómoda inercia de siempre, los pantalones con briosa raya roja.

… y economía…

Ocurre igual en economía. La obsolescencia teórica piensa que el futuro se comportará igual que el pasado, drama de la más excelsa econometría generadora de cátedras, anquilosamiento y sexenios.

Las motivaciones son las mismas; hoy igual que entonces: avaricia, egoísmo, nacionalismo no sólo cuando la globalidad se obceca, supuesta superioridad,… El escenario es diferente. Se ha achicado. Los axiomas no han cambiado, tan sólo la escala: la Tierra, el Sol, los océanos, la atmósfera. El planeta se ha vuelto más pequeño, aunque siga siendo el mismo.

Las aproximaciones teóricas enunciadas hace más de cien años ya no son válidas. Los sabios apolillados se niegan a definir otras nuevas esta vez universales, más generosas y amplias, taponando de manera inquisitorial la evolución del saber y la ciencia de verdad.

El futuro estará plagado de sequías, inundaciones y otras muchas tribulaciones medioambientales, aunque joda reconocerlo (con perdón). De sobrepoblación. De escasez de energías fósiles y otros recursos. De condiciones de contorno diferentes, aunque los límites espaciales no hayan cambiado: no se hace nada por remediarlo.

Dentro de un siglo, los historiadores analizarán por qué se tardó tanto tiempo en intentar enderezar este rumbo macroeconómico anacrónico y suicida. ¿Habrá que esperar hasta el año 2114 para que nuestros nietos se vuelvan a rasgar las vestiduras y se dediquen a maldecir a los economistas Junkers?

Para entonces, el deshielo permanente del Ártico será una realidad. Groenlandia y unos cuantos glaciares, la dilatación causada por el incipiente calor habrán incrementado el nivel del mar alrededor de un metro. Las temperaturas medias serán más elevadas.

La acidificación de los océanos habrá destruido buena parte de los corales que dan cobijo y alimentan una riqueza marina increíble y menguante, la reserva de la humanidad. La orfandad de los mares será un hecho; causará inanición, escasez de proteínas, pobreza costera. La biodiversidad y la vida salvaje serán historia impresa en libros ajados y láminas descoloridas. Esperemos que alguna quede en papel a disposición de la eternidad más próxima, antes de que los discos duros se borren y los ordenadores se apaguen.

Las catástrofes climáticas serán la norma y no la excepción. La escasez de petróleo, del gas u otros recursos, o el mal reparto del agua, habrán provocado para entonces una miríada de guerras y revoluciones. Sequías y hambrunas volverán a ser términos similares en muchos otros lugares, además de los tradicionales en África.

Los próximos cien años darán mucho que hablar, no sé si harán sonreír más que a unos pocos privilegiados cargados de obscenidad. Será un nuevo siglo XX con las mismas motivaciones teatralizadas, con otros problemas en escenarios diferentes. Los parajes volverán a ser los mismos, las desgracias otras, las consecuencias las mismas.

… más de lo mismo

¿Habrá que esperar tanto tiempo para maldecir a los economistas de mentalidad Junkers al igual que los militares Junkers, sean del país que sean, son justamente vilipendiados desde entonces? ¿Cuántas catástrofes habrá que anotar en su particular debe hasta que este sistema económico suicida rectifique sus obsoletos paradigmas?

Antaño fueron generales Junkers no sólo prusianos con sus planes cuadriculados y sus ganas de guerrear. Hoy son gurús igualmente cerriles y obcecados en consumo desnortado y ansia de pontificar. La desgracia mayor es la falta de estadistas, ahora al igual que entonces, incapaces de mandar a hacer puñetas a los economistas Junkers y sus fervientes consignas escalofriantes, fotocopia de las motivaciones de entonces.

Tanto el pasado como el presente ilustran desesperadamente la impresionante capacidad del ser humano para pasar por alto, minimizar o restar importancia a las pruebas y demostraciones que no se ajustan a las presuposiciones decretadas, a las teorías sólidamente ancladas en barro teórico y estibadas en formol académico.

Nacionalismo Primera Guerra Mundial Política Petróleo Pobreza