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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Si lo dice la NASA...

… es que la cosa se pone peliaguda. Si lo dice un cualquiera, es que está mal de la cabeza. El anatema está lanzado, el guante

… es que la cosa se pone peliaguda. Si lo dice un cualquiera, es que está mal de la cabeza. El anatema está lanzado, el guante no es recogido: la sociedad occidental, incluyendo chinos y otros asiáticos, arrogantes nuevos ricos cual charnegos y maquetos acomplejados cualquiera que sea su ilustre apellido de raigambre recia y esteparia, colapsará a no mucho tardar. Fue un López el que fundó Bilbao.

Otras muchas civilizaciones, como las sufridas africanas (los negros), apenas tendrán nada que perder: ya lo han perdido todo. ¿Por qué sino pugnan por cruzar vallas afiladas aunque acaben desollados o se ahoguen en dramática singladura por el mar Mediterráneo?

Tiene el homo antaño sapiens los billetes comprados, el retorno amordazado, la razón amedrentada, la fe insensata en el crecimiento económico infinito en equilibrio, que no sus efluvios académicos rastreros, mezquinos y contaminantes.

Lo apunta un estudio patrocinado por la NASA, la misma experta en lanzar cohetes con tirachinas propulsados que llevó al hombre a la Luna, tantas sondas con precisión a Marte, la cual incluso ha enviado dos vuayageros allende el sistema solar mientras jugaban a las canicas.

Si se pueden predecir fenómenos mediante la física o la química, ¿por qué no es capaz de hacerlo la economía? ¿Es acaso ciencia? ¿Por qué la Fundación Alfred Nobel considera ciencia tal disciplina cuando todavía no ha dejado de ser astrología, en el mejor de los casos, sino basta ideología o laica religión?

Si se pueden predecir fenómenos mediante la física o la química, ¿por qué no es capaz de hacerlo la economía? ¿Es acaso ciencia?

Conclusiones que se publicarán dentro de poco en revista científica de esas que se forran y hacen nutrida caja a costa del contribuyente, ya que las investigaciones se han pagado mediante dinero público, aunque haya salido de los retoños del Tío Sam, decepcionante especialista en poner puertas al campo. Otra incongruencia extractiva de caja y conocimientos.

Ha sido anunciado por el diario británico The Guardian con su potente parafernalia mediática y mencionado en este humilde e irreverente digital por Iván Gil, de manera certera e igualmente reverberante, la semana pasada.

Dará igual, las élites extractivas que han asaltado el poder volverán a repetir la jugada, mal que les pese. Serán los últimos en desaguarse por el retrete de la ignominia, aunque intenten limpiarse el culo con maleza envenenada para salvarse de la escabechina. No lo conseguirán. Se verán igualmente arrastrados por las cloacas de la inercia arrogante y codiciosa por ellos creada, como siempre ha sucedido.

Al igual que este hilarante blog lleva largo tiempo clamando inútilmente en el desierto intelectual reinante, el estudio sostiene que hasta el momento las mejoras tecnológicas se han visto más que compensadas y anuladas por el gasto energético incremental que supone cada avance en la supuesta modernidad en curso, la contaminación que produce cada innovación y el derroche de recursos finitos que implica la automatización de cada proceso.

¿Apocalipsis? Tan sólo ignorancia. Es la entropía, diantre, por no soltar exabrupto más lamentable que incluya castiza ñ aliñada en castellano seco para cabreo de tanta centrifugadora amorfa, reduccionista y paleta.

Cuando algunos economistas editados por el glamoroso MIT mencionan que el futuro será de los robots, la carcajada más sonora reverberará hasta que expliquen de qué planeta obtendrán los recursos finitos y la energía necesaria, en qué lugar escondido almacenarán los residuos que producirán y se sumarán a la cochambre ya generada.

Cuando afirman que este será el siglo de la revolución de los derechos, me temo que tendrán razón por la razón contraria, valga la redundancia. Ya que, por el camino que vamos, no quedará ninguno como continúen exacerbándose las desigualdades y la confiscación de riqueza a la plebe por parte de las corruptas élites, hasta que se les hinchen los cataplines y hagan saltar el monopoly por los aires de manera no sólo virtual.

Volviendo a tal estudio de la NASA, una vez puestos los pies en la Tierra de nuevo, se ha dedicado este a analizar e incluso ha tenido la desfachatez de modelizar matemáticamente las posibles razones por las que las civilizaciones colapsan. Dos son las causas principales:

La omnipresente esquilmación de recursos finitos y de energía no renovable, aliñada mediante el virulento cambio climático, que no podrá ser compensada por la tecnología, por razones estructurales, por mucho que mejore y progrese. Es tal evolución tecnológica la causa principal del incremento desmesurado del consumo energético per cápita y de los efectos colaterales producidos, los cuales deberán ser acarreados por nuestros descendientes a su costa y sufrimiento. ¿Cómo se cuantifica eso?

La ciencia de la escasez propugnada en estas páginas, cuando se aplique de manera científica, podrá amortiguar tales incrementos y alargar el declive durante unos cuantos milenios más, aliviando padecimientos futuros.

Ocurrirá el día en que se racionalice el urbanismo y se obvien movimientos innecesarios, la mayoría, que permitan disminuir drásticamente las emisiones y la contaminación producida por el uso abusivo de los vehículos y los transportes inútiles, a la vez que se reduce el coste sanitario unitario y se mejora de manera drástica la alimentación y la calidad de vida de manera preventiva haciendo renacer, de paso, la educación, la cultura y el arte.

La codicia, el ansia de poder y de riqueza sin límites ni control por parte de las élites extractivas, será el segundo motivo principal del colapso que viene, como a menudo así ha sido a lo largo de la historia.

No hay más que sacar conclusiones acerca de las causas de la caída del Imperio Romano, el Maya, la afamada Isla de Pascua y tantos otros más de glorioso recuerdo y ruinas grandiosas. Cosa que no se podrá decir de esta pocilga tecnificada cuando se desmorone, más que de lo construido hasta mediados del siglo XX. Desde entonces, poco más digno de resaltar se ha construido más allá de urbanismo lamentable, arquitectura estelar contaminante, políticos corruptos y vulgo anestesiado por veintidós tíos en calzoncillos.

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No he leído todavía el estudio, luego no opino acerca de él y menos puedo despellejarlo. Tan sólo sugiero que los motivos narrados son de cajón, como tantas veces hemos comentado.

La humanidad comenzará a iluminarse de nuevo el día en que se analice de manera científica la productividad manual y se compare con la producida por máquinas entrópicas, promocionando la alternativa más eficiente cuando se defina la productividad de manera racional y se creen mecanismos, sean fiscales o de cualquier otro tipo, que graven y desincentiven el ansia de contaminar y la manía de dilapidar compulsivamente los escasos recursos finitos sin apenas ningún valor añadido real más que esa cursilada de moda que dice mejorar la experiencia sensorial del consumidor mientras anestesia el cerebro.

De igual manera que cada persona realiza un gasto energético de unas 2.000 Kcal/día proporcionando incluso energía y fertilizantes extras, aunque fétidos y malolientes, debería poder compararse cada operación o transacción realizada a lo largo de una vida con la necesitada por cada robot a lo largo de todo su ciclo de vida útil e inútil, descontando de manera racional los recursos y la energía que ha necesitado y los perjuicios ocasionados cuando ya no sirva para nada.

… es que la cosa se pone peliaguda. Si lo dice un cualquiera, es que está mal de la cabeza. El anatema está lanzado, el guante no es recogido: la sociedad occidental, incluyendo chinos y otros asiáticos, arrogantes nuevos ricos cual charnegos y maquetos acomplejados cualquiera que sea su ilustre apellido de raigambre recia y esteparia, colapsará a no mucho tardar. Fue un López el que fundó Bilbao.

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