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El cambio climático hace las Américas
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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El cambio climático hace las Américas

Después de algún desliz patriotero veraz, histórico y contumaz, continuamos con el paseo geoclimático por los cinco continentes, cortesía de la milicia estadounidense, aunque no diga nada que no se quiera saber

Después de algún desliz patriotero veraz, histórico y contumaz, continuamos con el paseo geoclimático por los cinco continentes, cortesía de la milicia estadounidense, aunque no diga nada que no se quiera saber. Pocos de los llamados expertos de esa cosa depredadora denominada economía lo quieren asimilar.

Las Américas están ya recibiendo su ración de cambio climático antropogénico. La avanzada California se seca un año sí y otro también. Un 80% de su territorio disfruta este verano de sequía severa. No tienen para regar parques y jardines los campus de alta tecnología. Carecen de la ciencia más básica y natural que les permita beber sin palpitante escasez.

El resto de la Américas no se arrastra mejor por la modernidad. Según se vayan incrementando las temperaturas aumentará la intensidad de los huracanes que habitualmente vagabundean por el sudeste de EE.UU., América Central y el Caribe.

El aumento del nivel del mar, junto con la mayor virulencia de huracanes prevista, amenaza las costas caribeñas con consecuencias potencialmente devastadoras para muchas naciones isleñas.

La disminución del hielo en los glaciares andinos afectará al suministro de agua dulce en Venezuela y Perú, tanto como su capacidad futura de generar energía hidroeléctrica.

El altiplano peruano, así como el noreste de Brasil y México, habituales sufridores de sequías frecuentes, las padecerán mayores. Producirán mayor degradación de las tierras de cultivo y una disminución de su capacidad para producir alimentos en lugares que dependen de ellos para su subsistencia, incluida Brasil.

Potencia supuestamente emergente cuya bonanza económica está ligada a la exportación de graneles de todo tipo. Por no hacer nada más que esquilmar recursos naturales no renovables. O que, cuando lo pudieran ser, dejan de serlo al no realizar políticas sostenibles, como las derivadas de la tala de los bosques amazónicos o el agotamiento de las tierras de cultivo. Son sólo externalidades.

La reducción de precipitaciones y las sequías subsecuentes harán la puñeta a la región central y sur de los Estados Unidos, menguará su imponente producción agrícola. Pondrá en grave riesgo el suministro de agua potable de millones de recalcitrantes depredadores de la pradera, descendientes de los antiguos pioneros del Far West, conocidos genocidas de indios color sepia.

El acuífero Ogallala o High Plains, que suministra buena parte del semiárido Medio Oeste, está herido. Podría estarlo de muerte.

Irriga casi un tercio de la tierra cultivable de EE.UU. Cada uno de los tres mayores graneros del país, Texas, Nebraska y Kansas aspiran del acuífero Ogallala entre un 70 y un 90 % del agua de regadío. La capa freática ha descendido más de treinta metros en muchas zonas a causa de la actividad humana, situación que está siendo agravada por la disminución de las precipitaciones.

El caudal del río Colorado, suministrador crítico de agua para decenas de millones de personas en el suroeste de los Estados Unidos, sigue disminuyendo a causa del aumento de la población tanto como de los efectos del manido cambio climático. Su autoridad reguladora predice que lo hará todavía más en el futuro.

Relacionando los incrementos de temperaturas con la intensidad de las tormentas, la Organización Meteorológica Mundial augura que, según progrese el calentamiento global, aumentará la velocidad máxima de los vientos de los ciclones tropicales y las precipitaciones en zonas habitualmente castigadas.

Los modelos predicen un aumento de entre un 3-5% de la velocidad del viento por cada grado centígrado de elevación de la temperatura del mar en aguas tropicales. El calentamiento del agua oceánica generará tormentas con mayor energía en zonas especialmente sensibles como América Central y el Caribe, cuyos países no disponen de la infraestructura adecuada para lidiar con tales desastres naturales.

Aumentarán las inundaciones, acabarán cubriendo las aguas muchas zonas a rasel del mar de Norte América según el nivel del mar siga elevándose. Una elevación de apenas un metro traerá como consecuencia la desaparición de casi todo Miami, Fort Myers, buena parte de los Everglades y los cayos de Florida. Podría ocurrir antes de finalizar este siglo.

Los problemas de suministro de agua en México empeorarán al disminuir las precipitaciones y aumentar el padecimiento de sequías. Consecuencia de tales cataclismos será el incremento de la presión migratoria, que se sumará a las propias calamidades aquí descritas. Los desastres causados por los huracanes y otros motivos acuáticos estimularán todavía más la emigración hacia los Estados Unidos. Habrá que suplementar la denigrante valla fronteriza unos palmos más.

La cantinela es recurrente. Seguimos espoleando el crecimiento “científico” según dicta la posmodernidad. Insiste en reincidir la obtusa ortodoxia económica al seguir promoviendo consumo a lo bestia: llenando de mierda y saturando de CO2 este planeta mientras los recursos naturales se dilapidan sin ningún atisbo de raciocinio o de mesura, sin moderación ni control. Un buen motivo para seguir otorgando los mal llamados Premios Nobel de Economía a los mismos “sabios” desquiciados que han hecho impertérrita escuela. Acienciada, eso sí.

Después de algún desliz patriotero veraz, histórico y contumaz, continuamos con el paseo geoclimático por los cinco continentes, cortesía de la milicia estadounidense, aunque no diga nada que no se quiera saber. Pocos de los llamados expertos de esa cosa depredadora denominada economía lo quieren asimilar.

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