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Sin crecimiento, ¿quién pagará la deuda?
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Sin crecimiento, ¿quién pagará la deuda?

Se puede pagar la deuda pública de tres maneras: a) reduciendo el gasto b) mediante crecimiento económico c) con inflación moderada.Sin una cualquiera de tales herramientas

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Se puede pagar la deuda pública de tres maneras: a) reduciendo el gasto, b) mediante crecimiento económico, y c) con inflación moderada.

Sin una cualquiera de tales herramientas la quiebra de un país, denominada defaultpor esa plaga académica endémica incapaz de corregir ningún mal causado por ella, está asegurada.

Recortar gastos y austericidio son términos equivalentes en este cuarteado país. Consiste en seguir derrochando dinero, tirándolo a la basura, mientras la deuda pública continúa incrementándose.

Manteniendo infinitos pesebres inútiles mientras se destruye todo aquello que podría contribuir a construir un futuro mejor. Como la educación, la investigación, la cultura, la ciencia y el medioambiente en la Tierra.

Si se recorta en todo aquello que permite generar un futuro vibrante y sano, como se ha hecho durante todos estos años, solo se consigue profundizar el agujero cercenando el futuro de nuestros hijos.

Ahorrar con el fin de pagar las deudas está bien si se hace de la manera correcta. Fomentando la productividad bien entendida, un valor añadido real, una actividad económica eficaz y continua, o el ahorro energético que permita preservar divisas y, de paso, algo de aire saludable en este planeta.

Promoviendo inversión en verdad productiva que genere ingresos recurrentes en vez de infraestructuras inútiles o palacios de congresos en cada pueblo o villorrio, que se convierten en una losa que hay que mantener, para mayor gloria de tantos alcaldes y caudillos paletos, los que no están corrompidos hasta la médula a causa de la caradura y la comisión.

El austericidio deja de serlo cuando el ahorro se consigue mediante el control del gasto inútil, la corrupción y el derroche aldeano suntuario dilapidado en lamentables rotondas, e inflación de losetas embrutecidas con jardineras encima.

Racionalizando diecisiete burocracias que se solapan, redundantes en muchos casos, para confundir al ciudadano. Poniendo coto radical al gasto que supone la corrupción masiva que devora nuestro ya escaso peculio.

Despidiendo a miles de burócratas que necesitan justificar su incompetencia y su sueldo mediante miles de regulaciones absurdas, una para cada pueblo, barrio, clan o chifladura mental del momento, mientras omiten vigilar y controlar todo aquello que pudiera mancillar el más mínimo privilegio de la casta.

Con medidas honestas y radicales que obliguen al sistema financiero dedicarse a aquello para lo que fue creado: apoyar la actividad comercial y fabril. Cuando deje de ser un fin en sí mismo generador de espeluznantes bonus que se retroalimenta de novedosas herramientas financieras que no son más que armas de destrucción masiva de la economía y del poder adquisitivo de la clase media.

Con tantas y tantas medidas que se podrían tomar como reducir la ineficacia judicial, que provoca que el ciudadano pague siempre los errores o desafueros de la Administración, por no soltar términos más gruesos, sea en el caso Castor, el Prestige o tantos otros.

Cuando se consiga, por fin, que los ciudadanos dejen de pagar los platos rotos y lo hagan aquellos indocumentados de postín cubiertos de excelencia que han creado este desastre. La justicia ¿dónde se ha metido?

Desgraciadamente, todos estos años se ha hecho lo contrario a lo que la sensatez y la lógica sugerían, triturando todo aquello que merecía la pena. La deuda pública, mientras tanto, sigue aumentando. Hará catacroc. Muchas gracias, Sr. Montoro.

La segunda manera en que es posible reducir la deuda es mediante los beneficios extra proporcionados por el crecimiento económico, aunque sea a la entrópica manera actual. Desgraciadamente, la agricultura contribuye al PIB apenas lo que puede, una fracción. Hasta que deje de poder, tal como vimos ayer.

Los talibanes de la Unión Europea, apoyados por los supuestos liberalizadores patrios de la economía, se han cargado con saña y fervor religioso la industria, fomentando el dumping humano y medioambiental. Apenas contribuye al PIB con menos de un 15%. Hace unos años era muy superior al 20 % más los servicios extra que generaban. Suficiente para que hoy, si quedara industria, el paro fuese testimonial y la naturaleza se mantuviese más sana y limpia al evitar una logística contaminante realmente absurda.

Los servicios que quedan, apenas puticlubs, bares y cafeterías por muy dignos que sean, y borrachos tarados en la Barceloneta, son los que soportan la actividad económica apoyados en un consumo loco y desbocado que genera animalitos universitarios con un déficit de raciocinio y nada de felicidad por haberlo tenido todo. Que no se aflijan. Se quedarán sin nada.

Sin industria, sin innovación, sin INNOVACION, el paro llegó para quedarse. Fomentando consumo no se crean seis millones de puestos de trabajo ni por asomo. Con más ladrillos, mucho me temo que tampoco. El crecimiento económico sostenido por esta vía se ha terminado para siempre si exceptuamos los repuntes que una política económica racional que fomente la industria, hoy inexistente más que de boquilla, pudiera provocar.

Hablamos de unas pocas décadas. Lo vimos hace dos capítulos. También se puede reformar el sistema económico a conciencia fomentando la economía fundamental. No caerá tal breva. Los retrógrados inmovilistas que dictan la política económica, por todos conocidos, también sufrirán en sus carnes su propia incompetencia. Sus hijos permanecerán en el paro como los de todos los demás, salvo que ingresen en la casta o nos la carguemos entre todos por fin. Muchas gracias, Sr. De Guindos. Su acienciado mundo se disuelve a causa de sus contradicciones, su ceguera y su falta de profundidad teórica.

La tercera manera de poder hacer honor a la deuda es con la ayuda de la manivela monetaria. Aumentando el dinero en circulación con el fin fomentar una inflación moderada, aliviadora de deudores y empobrecedora de acreedores que reparta las cargas. Se suponía que los bancos centrales estaban destinados a tales quehaceres. Mecachis, estamos en deflación. ¿Por qué?

Falla el que los fondos no alcanzan su destino: la economía productiva. Se dedican exclusivamente a engordar el monstruo financiero creado. La deflación aumenta al impedir que el dinero artificialmente generado no solo no se destine a la economía real, sino se dedique al hinchar el Frankenstein financiero global. Nadie se atreve a coger este toro Vega por los cuernos con el fin de no pisar ningún callo ni hacer nada bueno.

El dinero destinado a fomentar la economía productiva se está dedicando a inflar la deuda pública de los Gobiernos elefantiásicos de casi todos los países. Occidente sigue viviendo por encima de sus posibilidades a lomos de un sistema económico insaciable crecientemente inestable. Los bancos son intermediarios culpables, gracias al dinero que la FED y el BCE ponen a su disposición alegremente y por la cara sin ni siquiera pedirles cuentas de cuál será su destino.

La banca en la sombra, el denominado shadow banking, es el último engendro financiero parido, quizás el más peligroso y letal. Se suma al monstruo financiero creado cual virus de Ébola. Dejo a otros que expliquen en qué consiste, que luego dicen que me enrollo.

Cuando la gigantesca bola financiera reviente, habrá que pagarla entre todos, como siempre. Como ya no quedarán conejos en la chistera porque los bancos centrales se los habrán merendado todos, el default será inevitable cuando la prima de riesgo, término irónico y sangrante, se desboque. Cuando esa cosa etérea que denominan mercados, para más guasa apellidada eficientes, se convenza de que no se podrá pagar.

Solo que esta vez el petardazo será planetario y contagioso cuando la ingente bola de nieve comience a despeñarse y el alud se desencadene. Los insensatos que mandan y ordenan digerirán la parte alícuota del desastre y, el resto, el drama resultante. En el ínterin, muchas gracias, Sr. Draghi. Disfruten sus amigos de sus bonus delirantes mientras puedan. Han sido los tres perros muy fieles.

No parece que con ninguna de tales herramientas vaya a ser posible devolver la deuda ni a corto ni a largo plazo. Si el desempleo juvenil es sangrante y no hay visos de generar nada, si la deuda ingente se catapulta hacia un futuro ya de por sí inquietante, ¿qué futuro le espera a nuestros hijos? ¿Y a nuestras pensiones?

Eneste apartado rincón escasamente mediático, nos inquieta lo que pasará dentro de un rato y nos atemoriza lo que ocurrirá mañana, aunque sea dentro de treinta años. Mientras los gurús injustamente nobelados dedican su escaso raciocinio solo a lo inmediato, en este humilde blog tendemos a ocuparnos del largo plazo, cosa que la economía neoclásica no contempla, desautorizándose por tal motivo.

El crecimiento serán meandros hasta que se cumplan las profecías proclamadas y la catarata subsiguiente despeñe este tinglado. Sin ni siquiera haber tenido en cuenta la locura financiera en la que estamos sumidos, el Club de Roma y otros muchos más continúan prediciendo el colapso para dentro de no muchos años. ¿Qué desencadenará la debacle? ¿Será el estallido global de la deuda?

Qué más les dará a ellos mientras se mantengan en el poder. Todo un éxito el de esta legislatura, Sr. Rajoy. Su inmovilismo y falta de gobierno le serán recordados con amargura en la vejez por sus propios hijos. Las tácticas electorales rastreras puede que le vuelvan a hacer ganar. Pero usted habrá perdido a ojos de los que vendrán después. Nos lo habremos merecido por votar sin exigir gobernar.

Muchas gracias, Sra. Merkel. Su inflexibilidad teutona la volverá a montar por su incapacidad para vislumbrar nada coherente más allá de sus cuadriculadas narices. Y a la mayor decepción política de este siglo que avanza arrastrado entre deshielos, sequías y huracanes, calentamiento global obliga. Sr. Obama, le damos nuestra más cálida enhorabuena por parecer que hace aunque no haga nada, no sabemos si porque no quiere o porque la casta local no se lo autoriza.

Lástima que no queden estadistas.

Se puede pagar la deuda pública de tres maneras: a) reduciendo el gasto, b) mediante crecimiento económico, y c) con inflación moderada.

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