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Quedan tres minutos para el apocalipsis
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Quedan tres minutos para el apocalipsis

Acaban de retrasar el reloj del Apocalipsis otros dos minutos sus 17 Premios Nobel a cargo, científicos de los de verdad que saben de qué va

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Acaban de retrasar el reloj del apocalipsis otros dos minutos sus 17 premios Nobel a cargo, científicos de los de verdad que saben de qué va la ciencia, y no los que cuentan doblones mientras envían la economía a hacer puñetas cubiertos de caspa contaminante y perfume de uranio.

Convertirá en broma de mal gusto esta burbuja financiera, prólogo apocalíptico que acabará reventando a causa de las cafradas de los bancos centrales y la estulticia de nuestros gobernantes. Grecia y España serán los primeros.

Varios científicos de la Universidad de Chicago fundaron el reloj simbólico del Apocalipsis en el año 1945. Habían participado en el Proyecto Manhattan, el cual desarrolló las fatídicas bombas atómicas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki, epílogo cruel y espectacular de la II Guerra Mundial.

Cuestión de remordimientos, supongo. Algo sabían de quehaceres macabros. Por eso decidieron alertar a la sociedad acerca de acontecimientos apocalípticos futuros. Desde entonces, el reloj se ha desplazado 18 veces a lo largo de su historia.

La última vez hace unos días, para peor, avisando acerca del crepúsculo terrenal y humano en el estamos empeñados. Quedan solo 3 minutos para la medianoche. El año pasado el reloj marchaba a falta de tan solo 5 minutos. En 1991 estaba a 17 minutos.

Tal reloj pretende avisar, a través de científicos cualificados que se han ganado a pulso sus galardones, de las amenazas a las que se enfrenta la humanidad, que, de materializarse, dejarían este planeta y sus moradores en un estado catastrófico, destruyendo la civilización actual.

Amenazas que, cuando se manifiesten, regularán la natalidad del futuro de manera radical, por pasarnos de listos, siguiendo las pautas científicas de Darwin y Wallace. Parece que cada vez estamos más cerca de un final trágico sin juicio ni alharacas por méritos propios e inconsciencia acumulada.

Suma el apocalipsis venidero motivos económicos y medioambientales, políticos y sociales, educativos y culturales. Un maremágnum de circunstancias trágicas que acabará pariendo el cisne negro brutal y definitivo cuando se alineen los astros. Cuasi incidentes masivos que todos juntos se convertirán en hecatombe global, aunque para nuestros sabios de hoy solo sean dos las amenazas. Pocas son.

Pugnamos por querer volar por los aires nucleares cubiertos de suflé radiactivo y hongo de diseño. Es su primera catástrofe en ciernes. La sempiterna amenaza nuclear es cada vez más preocupante a causa de la decisión de Estados Unidos y Rusia de modernizar sus arsenales atómicos; por la mayor cantidad de países, llamemos fallidos, que tienen armas nucleares; y por la posibilidad nada despreciable de que grupos fanáticos entusiastas de la hoz y la muerte se hagan con alguna bomba atómica y la suelten por ahí, teniendo en cuenta la cantidad de dinero sucio destinado a financiar la intransigencia y el dolor, aunque sea de género y en España. El control de las armas nucleares es cada día más problemático.

La segunda amenaza es la del cambio climático. Podría entrar en fase de descontrol como no se comiencen a tomar medidas enérgicas de manera inmediata. El debate entre calentólogos y negacionistas es cosa del pasado, como lo fue en su momento el debate sobre el tabaco, entre güelfos y gibelinos, el de tirios y troyanos.

Es necesario promover soluciones, por la cuenta que nos trae, aunque discrepe de tan nobles especialistas acerca de la evaluación de los males, que no son solo dos.

Recordando un post no muy lejano donde intentaba clasificar las amenazas medioambientales, el cambio climático sería el tercer problema en importancia después de la pérdida de biodiversidad y los potenciales efectos letales de los ya desbocados ciclos del nitrógeno y del fósforo, entre otros jinetes del apocalipsis cercano.

Los medios de comunicación se centran habitualmente en las emisiones de CO2, gas de efecto invernadero que no es un contaminante por sí mismo, como sí lo son los otros dos elementos cuando esta sociedad los convierte en residuos. El efecto del CO2 es un problema reconocido por el gran público. Parece más evidente y sencillo de explicar, de medir y de asumir.

Desgraciadamente, despreciamos los efectos nocivos del NOx producido por los combustibles pesados, de los coches diésel y los barcos, y los provenientes de una agricultura, supuestamente verde, que se nutre y se alimenta de combustibles fósiles. Sus efectos perniciosos a largo plazo serán espectaculares.

Los fabricantes de coches con motor diésel, con buena fe, se esfuerzan en publicar lo ecológicos que son comparados con los de gasolina. Producen menos emisiones. Es cierto.

Paradójicamente, cuanto mayores rendimientos alcanzan tales motores, cuantas menores emisiones producen, mayores cantidades de NOx y otros contaminantes lanzan a la atmósfera a causa de las elevadas presiones y temperaturas que alcanzan las cámaras de combustión, intensificando las nocivas boinas de polución que lucen nuestras antaño ciudades saludables, verdes y bellas.

Tales boinas sí son veneno, causa de enfermedades respiratorias y otros males que encarecen la sanidad. Otro caso de externalidades negativas que habrá que incorporar al corazón de la economía con el fin de poder desarrollar aplicaciones prácticas que fomenten el empleo, que beneficien el medioambiente una vez se desarrollen teorías económicas científicas y, de paso, sensatas.

¿Acaso no es mejor prevenir que curar? Según la economía neoclásica, no. Se produciría menos gasto, se consumiría menos, el gasto en sanidad sería menor, el PIB menguaría. Dicen que seríamos más pobres.

No es verdad. Solo si se fijan los precios únicamente mediante criterios de oferta y demanda marginal, sin tener en cuenta el inventario natural ni las consecuencias. Es el dilema teórico que hay que resolver una ver cortemos de un tajo científico el nudo gordiano del crecimiento económico, si se desarrollase la INNOVACION. Cuando la anquilosada teoría económica, la misma que está hundiendo Occidente y no solo Europa, se marche a casa a disfrutar de sus mal ganados honores y estipendios y deje de dar la lata.

Es el del diésel un ejemplo de cómo aproximaciones simples basadas en parámetros mediáticos producen más daño en vez de alertar acerca de la situación real. El balance global del perjuicio al planeta sería, en este caso, negativo a pesar de reducir las emisiones relativas.

Por ello propugnamos en este blog mostrar un escenario global completo y complejo, como la vida misma, aunque sea políticamente incorrecto y asuste a muchos lectores acostumbrados al buenismo mediático. El simplismo argumental lo dejamos para otros negociados, destinados a dar voz y sostener a políticos corruptos y druidas a sueldo de la catástrofe financiera venidera, o a promover la violencia de género.

Continúan insistiendo en cómo arruinarnos a la manera de Grecia con sus macabras recetas y sus modelos económicos flojos y errados, por muy nobelados que estén. ¿Comprendemos por qué es necesario desarrollar la economía fundamental?

Doble menú a elegir: la amenaza nuclear y el cambio climático. Según los sabios, faltan tres minutos para el apocalipsis. En Grecia y en España apenas unos segundos. No debería ser así. Se buscan estadistas con mente global y no marginal. Razón, aquí.

Acaban de retrasar el reloj del apocalipsis otros dos minutos sus 17 premios Nobel a cargo, científicos de los de verdad que saben de qué va la ciencia, y no los que cuentan doblones mientras envían la economía a hacer puñetas cubiertos de caspa contaminante y perfume de uranio.

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