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Para enseñar ciencias del mar es necesario navegar
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Para enseñar ciencias del mar es necesario navegar

La educación y la formación marítima, algo acerca de lo cual España estaba a la vanguardia mundial hasta hace muy poco y ahora sestea por la cola, para variar, gracias al proceso de Bolonia

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La tabarra de estas semanas sobre asuntos marítimos y oceánicos se debe a que el pasado 25 de septiembre se celebró el Día Marítimo Mundial, dedicado esta vez a la educación y la formación marítima. Algo acerca de lo cual España estaba a la vanguardia mundial hasta hace muy poco y ahora sestea por la cola, para variar, gracias al proceso de Bolonia. Ciudad denostada y bella con la universidad más legendaria, la cual, la pobre, no tiene culpa alguna de la creciente imbecilidad patria.

La tiene la corrupción endémica del sistema universitario español, la endogamia que jamás tuvo mejor oportunidad para afianzar sus obscenos privilegios, la irracional burocracia implantada durante los últimos años que ha conseguido homologar la mediocridad, y el ombliguismo que considera excelente la simpleza inculcada mediante desesperante pedagogía hueca.

La cual, a base de capacidades y competencias, de transversalidades y otras “innovaciones” pedagógicas de rabiosa modernidad, impide aprender y adquirir un pensamiento crítico que forme adultos en civismo, justicia y democracia. Una pedagogía incapaz de cincelar conocimientos profundos, sea en matemáticas o en humanidades, que les permita labrarse un futuro digno.

La ingeniería más antigua del mundo

La carrera de ingeniería más antigua en el mundo, heredera directa de los antiguos ingenieros de marina del siglo XVIII, es española. Aquella que, con poco más de 200 barcos de altísima calidad, mantuvo bajo control y venció la mayoría de las veces, durante casi siglo y medio, a ingleses, franceses y holandeses.

Buques que mantuvieron abiertas sin interrupción las líneas de comunicación del imperio a lo largo y ancho de los cinco océanos y los siete mares, incluyendo el Océano Pacífico y el Indico. Glosas épicas como la del 'Glorioso', un solo barco que se pasó por la quilla varias escuadras inglesas, o la epopeya cada vez más conocida de Blas de Lezo, a pesar de Zapatero.

España, que por algo está rodeada de mar y constituyó el primer imperio global de la historia que, curiosamente, fue marítimo y tremendamente eficaz, no solo se avergüenza de él sino que está empeñada en seguir dando la espalda al mar, lugar donde reside el futuro de la humanidad. ¡Ignorada historia improductiva que no genera negocio ni sirve para nada!

El famoso 'Victory' inglés, por ejemplo, y los mejores barcos ingleses del siglo XVIII se construyeron gracias a la tecnología española de la época. Lo mejor que España tuvo. Tradición y excelencia que nos hemos cargado durante el último lustro.

Son enseñanzas que es necesario rehacer desde cero. Los océanos las necesitan. No es posible regenerarlos sin sus más viejos conocidos, aquellos que por primera vez hollaron sus aguas y los circunnavegaron, y enseñaron a navegar al resto.

Como dice Ban Ki-Moon, secretario general de las Naciones Unidas:

'El elemento humano en la navegación será cada vez más importante a medida que la industria adopte niveles cada vez más elevados de seguridad, prevención de efectos en el medio ambiente y sostenibilidad, y trate de colaborar en la consecución de los objetivos de desarrollo sostenible'

Pero, para poder aprender ciencias del mar, es necesario navegar. Hay con qué si hubiera voluntad de ponerlo a funcionar.

La carrera de ingeniería naval española está en las últimas. Como el resto de las antaño prestigiosas escuelas de ingeniería españolas. De su industria cada vez queda menos. El Ministerio de Hacienda impide embridar una buena gestión a nuestro mayor pilar tecnológico y humano, Navantia, con un potencial industrial impensable si le dejaran desarrollarlo.

Ha pasado, como en tantas otras disciplinas educativas y culturales en el pasado reciente, que hasta hace nada tuvieron una calidad más que decente, por no decir excelente, a pesar de los siempre escasos medios: tenían prestigio en el extranjero, reconocido a causa de los grandes profesionales que han trabajado fuera y dado ejemplo.

Ni los alumnos de náutica tienen hoy dónde realizar sus prácticas a pesar de su potencial y sus ganas, ni se forman ya ingenieros de verdad. Hay dinero para mantener ignorancia y privilegios, competencias y habilidades, pero ninguno para enseñar conocimientos profundos a los alumnos y facilitar sus prácticas navales.

Se pondrían en evidencia muchos de los que tienen que enseñarlos, que no sabrían por dónde embarcar, dónde está la cámara de máquinas ni qué coños es un palmejar, ciar el barco o salir corriendo por la escotilla de escape, suponiendo que la estúpida reglamentación española no la ciegue y la inutilice.

Títulos universitarios al peso

Solo quedan grados al peso que no asientan base científica y técnica alguna, porque no la proporcionan. Y másteres Power Point que santifican el fiasco perpetrado con togas, birretes y oropeles a falta de profundidad académica.

No hemos conservado nuestras mejores tradiciones seculares. Ni siquiera los bellos nombres que nuestro castellano sublime mostraba: bachilleres, diplomados, licenciados, ingenieros… Ya son solo grados o másteres, vulgaridades dialécticas que avergüenzan nuestra pasada excelencia y afianzan esta decadente modernidad vapuleando nuestra fantástica lengua.

En el eslabón primario no queda nada. El erial de la LOGSE, llámese LOE, LOMCE o como se quiera, continúa ineducando las jóvenes generaciones y destrozando el futuro de España.

El fin es manipularlos mejor, despojarlos de todo conocimiento y, tristemente, de toda capacidad crítica, cívica y ciudadana mediante vacías competencias, capacidades y transversalidades que formen animalitos prestos a ser contratados barato, barato… y sin rechistar.

En vez de cabales ciudadanos dispuestos a dar lo mejor de sí mismos, con rabia y con tesón, a pesar del economicismo reinante. Si los educaran de verdad, si les enseñaran a tomar la iniciativa una vez armados de una base sólida, el trabajo y el empleo vendrían detrás, porque lo generarían ellos.

Pedagogía barata

La pedagogía en vigor está empeñada en fomentar eufemismos vacíos. A cambio, se le ha olvidado enseñar nada. Según el mantra educativo predicado por los “expertos” pedagógicos que se han cargado el sistema educativo español, los conocimientos aparecerán por inspiración divina, sin esfuerzo, siempre y cuando armemos las tales capacidades y habilidades, sobre todo transversales, con una varita mágica.

Para ello son prescindibles el tesón y el respeto al apaleado profesor, fatalmente desincentivado por ley a causa de los estúpidos controles implantados, más propios de una cadena de producción en serie que de un sistema de enseñanza exigente, multipolar y variado.

Basta con el profesor Google y la 'tablet'. El de carne y hueso se ha quedado obsoleto. Incomoda a los monstruitos criados y a sus papás, que creen que sus hijos son unos genios porque saben dar a la tecla, aunque no peguen ni golpe. El saber aparecerá graciosamente como consecuencia de todo ello. Religión en estado puro, como la economía neoclásica en vigor.

La cuartilla, el lápiz y la frustración, lo más eficaz y barato, han sido desterrados. El resultado está a la vista. Continúa incrementando las listas del paro. Todavía se piensa que la universidad es una simple agencia de colocación. Debería ser algo infinitamente más elevado y complejo.

Asia ha tomado el relevo en educación, como en tantas otras cosas, porque no se ha dejado llevar por la moda de la “innovación” educativa. Países como Corea de Sur, China o Japón continúan aplicando el retrógrado método ancestral de obligar a estudiar, a desgastar codos sin temor a suspender al tonto y al vago, aunque el angelito inocente se frustre y se cabree, y exija a papá echar la bronca y humillar al docente.

La criaturita se lo merece todo por el mero hecho de haber nacido en un país decadente y roto. Papá y mamá, suponiendo que la injusticia española no anule al primero, o lo que sean, que ya no me aclaro, se extrañan de que, con título y con toga, el nene no encuentre empleo, ni se largue de casa, ni sepa hacer nada serio.

Un pacto por la educación y el esfuerzo

Sin frustración ni esfuerzo, sin trabajo duro, error y vuelta a empezar hasta resolver el problema planteado, sin rabia contra la asignatura que se atraganta y el profesor duro de pelar, es imposible formar buenos profesionales ni generar molestos intelectuales.

A lo mejor se trata de eso. Nuestra sonámbula clase política lo corrobora con sus declaraciones políticamente correctas y sus bochornosos actos. La OCDE ya se ha percatado del fiasco. Lo vocean a los cuatro vientos. Mucho ha tardado.

¿Para cuándo un pacto por la educación que incluya la necesaria y urgente regeneración de las universidades? Una vez los pedagogos de moda y los políticos ignorantes que siguen su religión y sus dogmas hayan sido arrojados por la borda, aunque sea de manera virtual, como la degradada enseñanza actual.

La tabarra de estas semanas sobre asuntos marítimos y oceánicos se debe a que el pasado 25 de septiembre se celebró el Día Marítimo Mundial, dedicado esta vez a la educación y la formación marítima. Algo acerca de lo cual España estaba a la vanguardia mundial hasta hace muy poco y ahora sestea por la cola, para variar, gracias al proceso de Bolonia. Ciudad denostada y bella con la universidad más legendaria, la cual, la pobre, no tiene culpa alguna de la creciente imbecilidad patria.

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