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Radares que provocan accidentes y atentan contra el medioambiente
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Radares que provocan accidentes y atentan contra el medioambiente

Los responsables de la Dirección General de Tráfico deben ser procesados por delitos contra la seguridad, la salud pública y el medioambiente. Y por presunta extorsión, lo cual parece evidente

Foto: Radar de tráfico en acción.
Radar de tráfico en acción.

Los responsables de la Dirección General de Tráfico deben ser procesados por delitos contra la seguridad, la salud pública y el medioambiente. Y por presunta extorsión, lo cual parece evidente.

Contra la seguridad, al provocar colisiones por alcance y algún día en cadena. Contra la salud pública, por fomentar la ansiedad y el estrés entre conductores escasos de dinero o que desean respetar la señalización sin conseguirlo. Contra el medioambiente, el disparatado artículo 325 del nuevo Código Penal, por obligar a contaminar más de lo estrictamente necesario y a incrementar la carbonilla que desprenden los tubos de escape.

Condenas que se agravan por constituir delitos cometidos por servidores públicos, apenas lacayos serviles de Hacienda con un ansia enfermiza de recaudar, arropada por inseguridad jurídica mundialmente reconocida y arbitrariedad confiscatoria promovida por políticos caducados.

Son delitos de peligro abstracto, tipología demente a la cual se ha abonado con entusiasmo la chapucera legislación penal recién aprobada, que impone mordazas indiscriminadas al arbitrio ideológico de los jueces.

Solo se necesita un fiscal cabreado que ejerza la acusación, víctima de un radar voraz al acudir a trabajar, como cualquier otro conductor normal. Y un juez integrista, de los centenares que ejercen, que aplauda la legislación inquisitorial puesta a su disposición para saciar su rapiña justiciera, que obvia la presunción de inocencia y los derechos humanos más elementales.

Nueva señalización peligrosa y contaminante

Durante esta legislatura se ha modificado la señalización de tráfico sin más motivo aparente que destrozar nervios y obtener ingresos. Modificaciones que atentan contra la seguridad y el medioambiente, y la salud mental de los conductores.

Señalización perversa que obliga a modificar sin necesidad la velocidad de manera continua, siempre por debajo de lo que sería necesario por estrictas cuestiones de seguridad. Para que pique el incauto.

Impide adelantar en carreteras secundarias donde antes sí se podía, y de hecho se hacía, sin peligro. Los continuos cambios obligan a frenar o acelerar de manera convulsa según dicta la nueva señalización, siempre a la espera de que el radar colocado a continuación cace al ingenuo despistado que no anduvo presto en la frenada.

Señalización perversa que obliga a modificar sin necesidad la velocidad de manera continua, siempre por debajo de lo que sería necesario

Tales modificaciones injustificadas del ritmo de la marcha solo consiguen estresar y desgastar frenos inútilmente, obligando a contaminar más de lo necesario, a consumir más de la cuenta al acelerar luego para poder recuperar la velocidad de crucero.

Si se obliga a circular demasiado despacio, aumentan el consumo relativo y la contaminación que produce el vehículo. No están preparados para ello. Coches y camiones son más eficientes a ritmo constante, circulando a velocidad adecuada, ni demasiado reducida ni muy elevada, cosa que la señalización confiscatoria colocada impide de manera evidente.

Cuando resurgió la boina hace unas semanas, la alcaldesa tuvo la feliz idea de reducir la velocidad máxima en los accesos a Madrid. No sirvió para nada. Las medidas tienen que ser otras más inteligentes, más allá de mostrar en el telediario un buenismo ecológico infantiloide. Al menos, ha reculado.

Radares pensados para cazar

Los radares trampa son de varias clases. Están los móviles de toda la vida, puestos a traición en lugar diferente cada vez. Habitualmente en lugares donde la señalización obliga a circular a velocidad demasiado reducida, sin ningún motivo aparente ligado a la seguridad, más allá del deseo de aligerar la cuenta corriente del torpe desprevenido.

Están aquellos otros situados en tránsito al paso de un pueblo. Que se cierran al circular el vehículo a más de 50 kilómetros por hora y que cuentan con una cámara sediciosa presta a incautar.

Muchos están mal programados, a menudo de manera intencionada, con el fin supuesto de incrementar el bonus del recaudador. Se ponen en ámbar o incluso en rojo cuando el coche está encima, circulando a velocidad adecuada. Obligan a frenar en seco, provocando colisiones por alcance. A veces, el conductor prudente no puede parar para que no le dé por culo el camión que circula por detrás, el cual no puede frenar con la misma presteza, recibiendo la correspondiente sanción.

Otros semáforos obligan a parar siempre porque están en rojo cualquiera que sea la velocidad, poniéndose en ámbar cuando ya está uno encima. Otros, más recientes, se colocan camuflados a la salida de los pueblos, para pillar por sorpresa, cuando el incauto piensa que ya puede acelerar.

Tales artilugios no aplican la presunción de inocencia. No se considera que puedan funcionar de manera defectuosa ni estén mal programados. Sancionan por lo ocurrido en un instante sin tener en cuenta su programación incorrecta. En ningún caso se puede garantizar que estén bien ajustados, cosa cada vez más inusual debido a los incentivos perversos supuestos. Los perderían. Tales semáforos tienen que ser por ley prohibidos, al incrementar la peligrosidad de las carreteras.

Otros radares, incluso señalizada su posición, obligan a reducir la velocidad de manera imprevista sin más motivo que el recaudatorio, cazando al despistado que no anduvo presto o que no se fijó en el cartelito, cada vez más empequeñecido. Los márgenes ínfimos implantados sádicamente hacen el resto. Un exceso de señalización que provoca despistes y accidentes.

El mecanismo más sádico observado hasta el momento es aquel en que, circulando en caravana en carretera de doble sentido a velocidad legal, la guardia civil detiene a uno sí y tres no, porque no le da tiempo, cazados mediante radar tradicional colocado en automóvil con calibración incorrecta.

Al menos los guardias civiles se disculpan, bajan la cabeza y piden perdón con cara de lástima cuando se les inquiere

Al menos se disculpan, bajan la cabeza y piden perdón con cara de lástima cuando se les inquiere, porque son muy conscientes de que están obrando mal. Y como recurrir es una pérdida de tiempo a pesar de que se pasan las calibraciones por el forro de los c…, aseguran el cabreo de todos, policía y conductor, y la recaudación. ¡Qué manera de envilecer su trabajo!

Como colofón, es mas necesario que nunca conducir con la máxima atención con el fin de no colisionar con el que circula por delante a pesar de mantener la distancia. El forrado paulatino de radares hace que muchos automovilistas, que transitan con lógica ansiedad, frenen de manera imprevista donde piensan que puede haber algún radar camuflado. Ansiedad coercitiva que algún día provocará un trágico accidente en cadena y convertirá a los responsables de Tráfico en verdaderos asesinos.

Tres ejemplos

Como toda teoría necesita de lección práctica, basten tres ejemplos. Restricciones recientes en la autopista de la Coruña. Donde antes se podía ir a 120, se obliga desde hace semanas a reducir hasta 80 de golpe y cuesta abajo. Se obliga a frenar de manera drástica. Muchos no lo hacen porque no tiene sentido, dejando que el coche continúe con su inercia. Cuando instalen los radares, se pondrán las botas.

En otro lugar hay absurdas restricciones a 90, con radares finamente calibrados, con la exclusiva pretensión de cazar. Son solo dos de las aduanas de entrada a Madrid, de las muchas colocadas. Como antiguamente.

En la autopista de Burgos se obliga a la salida del túnel de Somosierra a circular largos kilómetros a 80 kilómetros por hora cuesta abajo durante rectas eternas. Buen momento para soltar carbonilla por el tubo de escape y bajar frenando o reteniendo en lugar de dejar que el coche ruede a velocidad más razonable propulsado por la inercia sin apenas consumir.

La autopista de la Coruña acaba de replicar el rentable modelo cuando se circula cuesta abajo a la salida del túnel de Guadarrama. Antiguamente, cuando los frenos se calentaban y perdían eficacia, podría haber tenido sentido tal limitación de velocidad. No la había. Hoy no la tiene.

Una señalización correcta debería evitar cambios de velocidad continuos, excepto donde fuese lógicamente necesario

La señalización que se está instalando en el Alto de los Leones roza la aberración. Radares cuesta arriba con limitación de 50 en recta que obliga a los coches a ascender malamente cuando podrían avanzar más deprisa sin ningún problema de seguridad. O cuesta abajo con la misma limitación colocada con demasiada anticipación antes de una curva, obligando a frenar absurdamente antes de tiempo o a pasar por caja.

Cuando se active, el recorrido se convertirá en una locura que obligará a cambios continuos de la velocidad máxima, 50-60-50-60-50-60, siempre más restrictivos de lo necesario. Tráfico se pondrá las botas, porque al reducir los márgenes de error de todos los radares hasta límites grotescos, será casi imposible no sobrepasar los límites.

Una señalización correcta debería evitar cambios de velocidad continuos, excepto donde fuese lógicamente necesario, cambiando las restricciones puritanas por velocidad recomendada. Para Hacienda, que no somos todos, la recaudación se reduciría drásticamente.

La Guardia Civil no está para recaudar

Hace dos años la Guardia Civil hizo una huelga de lápices caídos. Bravo por ellos. Desde entonces, la DGT no solo ha reincidido, se ha ensañado. ¿Quién coños nombra a los responsables?

La Guardia Civil de Tráfico se ha convertido en agente recaudador, pervirtiendo su misión. Al corromper su función, los gobernantes contribuyen al deterioro institucional en el que el país está inmerso.

En muchos lugares avisan: por su seguridad. Suena a cachondeo. Debería decir: por la recaudación. La productividad de la policía o de la Guardia Civil no puede estar ligada al número de multas o de detenciones, o a la cantidad de dinero recaudado por los radares. Lo denominan los palotes.

Es una de las muchas salvajadas economicistas que deben cesar, productividad mal entendida promovida por ecónomos ignorantes. Si el Estado necesita dinero, lo primero que debe hacer es reformarse él mismo con el fin de optimizar el gasto y detener la corrupción, desmontando redes clientelares. En vez de imponer más losas a la clase media mediante onerosas medidas vejatorias.

Es imperativo poner al frente de Tráfico a profesionales de la seguridad vial en vez de recaudadores de impuestos que provocan estrés al conductor. Si quiere obtener algún respeto, el próximo Gobierno revisará la absurda señalización colocada. Y, si no, algún juez o fiscal agraviado estará obligado a aplicar la nueva legislación penal con entusiasmo.

Sr. Rajoy, ¿entiende usted ahora por qué no le tragan ni sus propios votantes?

Los responsables de la Dirección General de Tráfico deben ser procesados por delitos contra la seguridad, la salud pública y el medioambiente. Y por presunta extorsión, lo cual parece evidente.

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