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Juan Manuel López-Zafra

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Austeridad es crecimiento

El pasado miércoles 3 de julio, en la Fundación Rafael del Pino, intervino quien “por sus análisis de patrones comerciales y localización de la actividad económica”

El pasado miércoles 3 de julio, en la Fundación Rafael del Pino, intervino quien “por sus análisis de patrones comerciales y localización de la actividad económica” recibió el premio Nobel de Economía en 2008, Paul Krugman. No le gustó nada al Sr. Krugman que Pedro Schwartz le recordase que ése es el campo en el que es un experto, y que uno no tiene porqué ser brillante en todos; y que quizá por eso no conviene pontificar.

En relación con la ya manida discusión de austeridad o crecimiento, el Prof. Krugman llegó a decir que nadie puede hablar en serio de Estonia. Bueno, con todo el respeto pero con el máximo rigor, no sólo de Estonia, sino también de Canadá.

Estonia, miembro de la Eurozona desde enero de 2011, creció ese año a un ritmo del 7,6%. Su deuda pública (AA- según S&P) es actualmente un 6% de su PIB, comparada con un 72,1% de la española, un 81% de la alemana, un 90% de la francesa o un 120% de la italiana. El país pasó por una profunda recesión derivada del estallido de las burbujas inmobiliaria y financiera (algo desconocido por estos lares). Sólo en 2008 su PIB se redujo en un 18%, más que el de Grecia en 5 años, tal y como muestra el gráfico que Krugman utilizó para criticar la salida estona de la crisis.

Sin embargo, lo que Krugman oculta es que entre 2007 y 2009 el gasto del Estado (el motor del crecimiento) pasó de un 34% del PIB a un 45,2%, tal y como muestran las cifras de Eurostat. Y también prueba Krugman cómo una imagen vale más que mil verdades, al no mostrar más que una serie temporal corta que, siendo cierta, no ofrece la perspectiva de un país que ha doblado su PIB en sólo 15 años (datos del FMI).

La respuesta del Gobierno estonio a la grave crisis de 2008 fue recortar salarios públicos, aumentar la edad de jubilación, endurecer las condiciones de acceso al sistema público de salud, fijar un tipo impositivo único, no progresivo, para las rentas de empresas e individuos del 21% y reducir las ayudas al desempleo. Un desempleo que en 2009 alcanzaba al 16% de la población activa (por 17% de España, de acuerdo con el INEM) y que dos años después está por debajo del 12% (por un 24,1% en España).

Un segundo caso que los gurús keynesianos suelen evitar es el de Canadá. Una economía que ha desbancado a los EEUU en el último índice del Economic Freedom of the World del Instituto Fraser, situándose como la sexta economía más libre del mundo.

Durante los setenta, el primer ministro Pierre Trudeau desarrolló una política abiertamente socialdemócrata de crecimiento, incrementando impuestos, nacionalizando empresas y poniendo barreras al libre comercio. Entre 1970 y 1982 el gasto público canadiense pasó del 37% del PIB al 46%; mientras tanto, el de EEUU se mantenía en el entorno del 22%.

La llegada al poder de Mulroney en 1984 y sus políticas de oferta impulsaron entre otros un pacto de libre comercio con los EEUU de Ronald Reagan. Pero es desde la elección de Chrétien en 1993, al frente del Partido Liberal, que las medidas de austeridad empiezan a tomar forma. A partir de 1995, el gobierno de Canadá llevó a cabo recortes en defensa, transporte (en un país inmenso), subvenciones a las empresas y a las regiones, seguro de desempleo. La inercia de expansión del gasto alcanzó un máximo del 90% del PIB en 1996 para volver a situarse actualmente alrededor del 45%.

Los recortes se acompañaron no de incrementos de impuestos (la falsa austeridad) sino de bajadas. Las ganancias de capital se fijaron en un 14,5%, el tipo del Impuesto de Sociedades cayó del 38% en los ochenta al 29% en 2000 y al 15% en 2012 (en el tramo federal), quedando la media nacional en un 27% en la actualidad. La recaudación, con un tipo medio inferior de los EEUU, representa un 1,9% del PIB, frente al 1,6% de su vecino del sur.

La tasa de desempleo ha evolucionado con la actividad económica, como es normal, sin necesidad de políticas activas de empleo, simplemente creando las condiciones adecuadas. Así, si a principios de los 90 se situaba alrededor del 11%, en diciembre pasado cerró en el 7,5%.

Estonia y Canadá han bajado impuestos, recortado ayudas al desempleo, disminuido el gasto público, liberalizado la economía, abandonado la intervención en sectores deficitarios. Y se encuentran ahora en mejor situación general que antes, sin que su deuda pública comprometa a las generaciones futuras, y creando empleo.

Cierto es que ninguno de ellos ha llevado a cabo las políticas keynesianas propugnadas por el profesor Krugman, ni por sus colegas Stiglitz (Nobel también en 2001 “por sus análisis de los mercados con información asimétrica”) o Roubini (reconocido gurú que, apostando siempre a negro, acierta menos de la mitad de las veces). Más bien al contrario, ambos países han optado por la vía de la austeridad y la ortodoxia.

No se trata de austeridad vs crecimiento; se trata de que austeridad ES crecimiento. Es sólo una letra, pero qué enorme diferencia, profesor Krugman.

El pasado miércoles 3 de julio, en la Fundación Rafael del Pino, intervino quien “por sus análisis de patrones comerciales y localización de la actividad económica” recibió el premio Nobel de Economía en 2008, Paul Krugman. No le gustó nada al Sr. Krugman que Pedro Schwartz le recordase que ése es el campo en el que es un experto, y que uno no tiene porqué ser brillante en todos; y que quizá por eso no conviene pontificar.