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La odiosa deuda
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Juan Manuel López-Zafra

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La odiosa deuda

« I, however, place economy among the first and most important republican virtues, and public debt as the greatest of the dangers to be feared »

« I, however, place economy among the first and most important republican virtues, and public debt as the greatest of the dangers to be feared »

Thomas Jefferson

Hemos conocido en recientes fechas que el volumen de deuda pública ha alcanzado en enero la cifra récord del 95,7% en relación al PIB. Esto supone que durante el mes de enero diariamente se agregaron 602 millones de euros a la factura, ya de por sí elevada, que debe pagar España.

Pero es imprescindible recordar aquí, de nuevo, que España, como tal, tiene la capacidad de pago que sus ciudadanos y sus empresas son capaces de asumir. Es decir, España, como tal, no paga puesto que España, como tal, no produce. Son los españoles quienes lo hacemos. Y los 979.316 millones de euros que España debe a enero de 2014 suponen que cada uno de nosotros debemos del orden de 21.000 euros, que deberemos abonar en cómodos o incómodos plazos, según decida nuestro ministro de turno.

Si consideramos sólo la población ocupada, que es quien debe afrontar el pago de la deuda, en su volumen álgido de menos de 21 millones de españoles trabajando la cifra alcanzaría los 47.000 euros por cabeza; en la situación actual, cada uno de los que trabajamos debemos hacer frente a un saldo negativo de 57.500 euros. Sólo durante el mes de enero la factura se incrementó en 1.100 euros por español con trabajo. Creo no equivocarme si digo que el Gobierno se endeuda por encima de nuestras posibilidades.

Es imprescindible recordar de nuevo que España, como tal, tiene la capacidad de pago que sus ciudadanos y sus empresas son capaces de asumir. Es decir, España, como tal, no paga puesto que España, como tal, no produce. Son los españoles quienes lo hacemos

Si cada uno de esos españoles tuviese que pedir un préstamo a una entidad financiera para pagar esa deuda, supuesto (de acuerdo con el Banco de España) un tipo medio del 7,95% y a devolver en un plazo de 10 años, el importe mensual ascendería a prácticamente 700 euros. Evidentemente, el Estado se financia a tipos muy inferiores (según el Tesoro, el 3,70% en febrero), pero ello no quita que a ese tipo la deuda media por español en situación de activo y mes ascienda a 570 euros.

Dicho de otro modo, si decidiésemos enjugar la deuda (sin emitir nueva) en un plazo de 10 años, deberíamos pagar cada uno de los que estamos trabajando alrededor de 6.850 euros cada año. Si la extinción de esta fuese parcial, reducirla en un 80% para alcanzar niveles razonables supondría dedicar anualmente alrededor de 5.500 euros de nuestra renta durante los próximos 10 años. Y eso, insisto, teniendo en cuenta sólo el saldo vivo, no el servicio de la deuda o intereses que habría que ir pagando.

Me dirán Uds. que eso es una barbaridad, que no podemos permitírnoslo, que no ganamos dinero suficiente. A pesar de que tal escenario es imposible, puesto que jamás ningún Gobierno tomará la decisión de extinguir la deuda de esa forma (básicamente porque supondría estrangular la actividad económica y el empleo, haciendo prácticamente desaparecer todo ingreso público), este ejercicio es importante para ser conscientes de lo que supone en nuestra economía particular el importe de la deuda. Y, sobre todo, la barbaridad que significa no devolverla, propuesta esta que varios economistas han realizado en diversas ocasiones y a los que no se les cae la cara de vergüenza al hacerlo. Algunos, más moderados, proponen generar inflación para que la devolución sea menos gravosa.

Recuerden que se trata de la devaluación de su moneda, de su poder adquisitivo, y que si existe inflación (algunos han propuesto incluso tasas del 10% anual) es su dinero, su poder adquisitivo, su capacidad de generar ahorro futuro los que se resienten, y de qué manera

Recuerden que se trata de la devaluación de su moneda, de su poder adquisitivo, y que si existe inflación (algunos han propuesto incluso tasas del 10% anual) es su dinero, su poder adquisitivo, su capacidad de generar ahorro futuro los que se resienten, y de qué manera. Con un sistema de pensiones como el actual abocado a la quiebra, lo único que le queda al español medio para afrontar su jubilación es su vivienda, de manera que fórmulas como la descrita no pueden calificarse más que de autodestructivas.

Así pues, todo lo relativo al crecimiento vía déficit y endeudamiento debe considerarse de forma global, nunca aislado de sus consecuencias. Clamar por más déficit, por más deuda, sin explicar las consecuencias para esta generación y las futuras es un acto de cinismo y egoísmo que sólo los economistas de corte keynesiano están dispuestos a realizar. Jamás en la historia una economía creció fuerte y sana recurriendo a la deuda. Más bien al contrario, todos los países han tratado históricamente de honrar su palabra y cumplir con sus compromisos, tratando de que estos fueran lo menores posibles, aplicando ese santo temor al déficit que acuñó Echegaray. Sólo que entonces existía una moneda que podía llamarse tal, respaldada por reservas de oro y que maniataba los inabarcables deseos de gasto de los políticos.

Como siempre ha ocurrido, son quienes menos tienen, quienes son más proclives al mensaje de la orden del gasto y la santa demanda agregada quienes menos oportunidades tienen de evitar el desastre. Es labor de los economistas, de todos, explicar las consecuencias de sus propuestas. Será Ud., lector, quien haya de pagar la deuda; ningún político vendrá a su rescate para hacerlo por Ud., como tampoco ningún economista de los que prometen un futuro esplendoroso basado en la deuda y el déficit. Decir lo contrario es engañar.

« I, however, place economy among the first and most important republican virtues, and public debt as the greatest of the dangers to be feared »

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