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Economía colaborativa. El triunfo del mercado
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Juan Manuel López-Zafra

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Economía colaborativa. El triunfo del mercado

El buenismo imperante designa como economía colaborativa aquella en que las personas comparten tiempo, bienes y servicios fuera de los cauces habituales

Foto: Foto: Reuters.
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“There's no limit to what free men and free women in a free market with free enterprise can accomplish when people are free to follow their dream”. Jack Kemp

Es uno de los términos 'blancos' que pretenden suavizar las características de la economía, ablandarla, hacerla humana. Como si necesitase del calificativo, el buenismo imperante designa como economía colaborativa aquella en que las personas comparten tiempo, bienes y servicios fuera de los cauces habituales. Los individuos abandonamos la rigidez de un marco de relaciones establecidas e intercambiamos casa, coche, lugar de vacaciones o experiencias de forma directa. Economía pura y dura, más allá incluso, capitalismo de libro. Porque el capitalismo, el mercado, supone exactamente eso: la colaboración (libre, no hay otra posible) entre dos partes que buscan su mutuo beneficio en el intercambio.

En este entorno de suavización y blanqueamiento de términos, la economía denominada colaborativa vive un auge espectacular, en parte por las vicisitudes propias de la crisis. Señala la consultora Price Waterhouse Coopers que las empresas dedicadas a este negocio generarán valor por importe de 322.000 millones de euros en el año 2025. Un desarrollo tan espectacular no es posible sin un soporte tecnológico paralelo. La implantación y mejora continua de la banda ancha móvil y la evolución de los 'smartphones' hacen posible que negocios como Uber o Wallapop nazcan como nativos móviles, no como emigrantes. En el caso de Airbnb, la mayor plataforma 'online' de alquileres de alojamiento turístico, el 65% de sus usuarios emplea el móvil en algún momento de la reserva, mientras que el 60% de los propietarios efectúa gestiones diarias desde el mismo. No es solo otro soporte, es el principal.

No se trata de meras alternativas curiosas para aficionados a la tecnología. HomeExchange es una plataforma de intercambio de casas vacacionales. Cuenta con 66.000 alojamientos que en 2015 dieron lugar a 150.000 intercambios tras 2,5 millones de consultas; el ahorro que la plataforma dice haber proporcionado a sus miembros es de unos 450 millones de dólares solo ese año, excediendo los 3.000 millones en los más de un millón de intercambios realizados desde su fundación. Los miembros de la comunidad pagan una cuota anual de unos 70 euros para acceder a un sueño.

La economía colaborativa vive un auge espectacular, en parte por la crisis. Las empresas dedicadas a este negocio generarán 322.000 millones en 2025

Mucho más conocida es Airbnb. Corría el año 2007: Chesky y Gebbia no eran capaces de encontrar ninguna página en que ofrecer un 'bed and breakfast' en el apartamento que compartían. Dicho y hecho, fundaron Airbedandbreakfast.com con su colega Nathan menos de un año después. En 2011, comenzó su expansión internacional con la apertura de oficinas en Hamburgo. Hoy, disponen de una oferta en 34.000 ciudades de 191 países con más de 2.000.000 de alojamientos, que generaron más de 80 millones de pernoctaciones en 2015. Cobra entre un 6% y un 12% al inquilino y un 3% al propietario. A pesar de un ebitda (beneficio bruto de explotación antes de gastos deducibles) negativo de 150 millones de dólares en ese año, en la última ronda de financiación de julio logró 1.500 millones de dólares, tras ser valorada en más de 25.500 millones de dólares. Solo 15 meses antes lo había sido en 10.000 millones.

Mucho más modesto es el caso de Parkfy, una empresa española que ofrece a los propietarios de aparcamientos su puesta en valor, permitiéndoles alquilar su plaza por días, semanas o meses. Cobra una comisión del 12% y ofrece alquileres en el centro de Madrid por 20 euros frente a los 35 que de media viene a costar una plaza en un aparcamiento tradicional. En 2014 experimentaron un crecimiento del 25% mensual, generando por vez primera el tráfico intraurbano entre Madrid y Barcelona. Entrará en breve en una ronda de financiación que pretende llevarles a las 100.000 plazas ofertadas al finalizar este año.

En Cookening se ofrecían esta semana paellas en Madrid por 26 euros para un máximo de ocho comensales o cenas con sabor andaluz para cuatro por 46 euros; tanto ella como EatWith se dedican a la restauración alternativa para un público que busca salirse de los lugares habituales de restauración.

Wallapop es, con eBay, la plataforma de venta de artículos de segunda mano más conocida en la actualidad. Ha logrado romper el mercado en un segmento dominado por empresas tradicionales que habían migrado a la red. Con solo 50 empleados, llega a ocho millones de usuarios. En sus primeros 18 meses de vida, había alcanzado más de cinco millones de descargas, generando más de 25 millones de conversaciones entre clientes en 2.000 millones de sesiones; el valor de los bienes puestos a la venta hasta entonces alcanzaba los 2.000 millones de euros y se habían cerrado operaciones por unos 450 millones de euros. No genera aún ingresos, pese a lo cual logró 38 millones de euros en su última ronda de financiación. Se debate entre tres modelos de negocio: la publicidad directa, las comisiones a los usuarios o los anuncios destacados.

Si hay un segmento en el que la economía colaborativa destaca, es el del transporte

Pero si hay un segmento en el que la economía colaborativa ha destacado realmente, es en el transporte. Blablacar ofrece la posibilidad de viajar a un destino en coche particular, compartiendo gastos. Tiene en la actualidad seis millones de usuarios, de los que 2,5 millones son españoles, con una edad media de 31 años frente a los 24 de media en 2010, cuando empezó en España. Se estima que desde entonces ha ahorrado la emisión de 700.000 toneladas de CO2 a la atmósfera. En su última ronda de financiación, logró 160 millones de dólares.

En 2009, Uber empezó a ofrecer su servicio de taxi alternativo cuando su fundador, harto de esperar taxis que no llegaban cuando más los necesitaba, decidió aprovechar las ventajas que la geolocalización que su móvil ofrecía. En un mercado libre, Uber jamás hubiese existido tal y como lo conocemos hoy: se puede claramente observar que es hijo de una hiperregulación asfixiante que impide la libre elección y que distorsiona los precios en detrimento del usuario. Hoy se encuentra en más de 80 ciudades de 50 países. Solo en 2015 generó un volumen de facturación estimado en 11.000 millones de dólares (que prevén aumentar hasta los 26.000 millones este 2016), lo que, con una retención del 20%, les llevó a ingresar alrededor de 2.000 millones de dólares; el 80% restante, por supuesto, se lo repartieron los conductores. Unos conductores que son evaluados por los usuarios y que compiten en tiempo y en calidad de servicio, de forma que el usuario sabe de antemano quién le va a recoger y puede decidir si cambia o no de conductor. En sus distintas rondas de financiación, lleva levantados en cinco años unos 12.000 millones de dólares entre capital y deuda. La última valoración de los inversores se estableció en torno a los 64.000 millones de dólares, haciendo de Uber la compañía no cotizada con más valor del mundo, por encima de los 46.000 millones de Xiaomi o los ya citados 25.500 millones de Airbnb. Para ponerlo en contexto, excede en 10 veces la de Hertz, la compañía de alquiler de coches; y supera en un 33% la capitalización actual de Telefónica.

La libertad de elección crea recelos, tanto por parte de los colectivos afectados como por las autoridades

Por supuesto, la libertad de elección crea recelos, tanto por parte de los colectivos afectados como por las autoridades. Airbnb mantiene un contencioso con el Ayuntamiento de Barcelona por presión de los hosteleros tradicionales; Confebus demandó a Blablacar por competencia desleal (desestimada finalmente por el juez hace unos días); los taxistas madrileños bloquearon Madrid hasta lograr situar a Uber fuera de la ley, como señalaba hace meses, apelando a una seguridad del cliente que solo perseguía proteger unos derechos adquiridos a costa del usuario. Esto no es nada más que retrasar lo inevitable y poner puertas al campo, pues en el libre mercado el usuario es el jefe. Es él quien decide entre distintas ofertas, por mucho que gobiernos y 'lobistas' traten de impedírselo. La libertad se escapa entre las rendijas de la regulación.

De la importancia de la economía colaborativa y de esta vuelta al mercado original hablamos el lunes día 7 en Santa Cruz de Tenerife dentro del marco del Free Market Road Show (FMRS), bajo el auspicio del Instituto Atlántico. El FMRS es una iniciativa del Austrian Economics Center de Viena, quizá la más importante del mundo para acercar el libre mercado al gran público. Este año tendrá lugar en 45 ciudades a lo largo de 12 semanas. El lunes abrían el ciclo Santa Cruz de Tenerife en Canarias y Liubliana en Eslovenia. Participan en las sesiones españolas ponentes de la talla de Enrique Ghersi, José Luis Cordeiro, Carlos Rodríguez Braun o María Blanco. No dejen de asistir si tienen ocasión.

“There's no limit to what free men and free women in a free market with free enterprise can accomplish when people are free to follow their dream”. Jack Kemp