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La renta básica de Ciudadanos: evidencias sobre el desempleo
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Juan Manuel López-Zafra

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La renta básica de Ciudadanos: evidencias sobre el desempleo

El debate académico sobre los efectos del salario mínimo en el empleo señala posiciones contrapuestas

Foto: Foto: EFE.
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“The real tragedy of minimum wage laws is that they are supported by well-meaning groups who want to reduce poverty. But the people who are hurt most by high minimums are the most poverty stricken”.

Milton Friedman

El complemento salarial que, con coste estimado cercano a los 8.000 millones de euros, el Partido Popular ha aceptado en su negociación con Ciudadanos es una de las medidas más regresivas que se van a introducir en nuestro ordenamiento jurídico. En cuanto a sus efectos, son equiparables a los del salario mínimo, mucho más estudiado en la literatura por ser más habitual. Al fin y al cabo, esta renta básica (pues no es otra cosa, la disfracen como quieran) lo que hace es trasladar al ámbito público la responsabilidad que se demanda al empresario cuando se leexige un suelo salarial. Con ello se pretenden disimular en la partida presupuestaria los perniciosos efectos que el salario mínimo tiene en el sector privado y entre los trabajadores. Una medida que será un balón de oxígeno para un Partido Popular necesitado de desprenderse de su imagen antisocial y que, cuando se observe su fracaso, le permitirá culpar al promotor.

Se trata de una medida bienintencionada, eso no se le escapa a nadie; son conocidos los cantos a la mejora del nivel de vida de los afectados (los situados más abajo en la escala salarial, aquellos más jóvenes y/o con menos habilidades técnicas) y la introducción de estímulos al consumo, pues quienes menos ingresan más parte de su renta dedican a este menester. También las empresas se beneficiarán de esos aumentos salariales, señala la literatura especializada, al tener más dinero los trabajadores que gastarán en ellas, ser aquellos más felices y reducirse la movilidad laboral. Todo son albricias, y tenemos que dar gracias que sean los políticos quienes nos lo hayan descubierto, especialmente a los que arriesgan su capital contratando y que, tras miles de años de actividad, no han sido capaces de descubrir por ellos mismos las maravillas del aumento del SMI. Porque sí, efectivamente, de lo que estamos hablando es de un aumento encubierto del salario mínimo interprofesional vía impuestos.

El debate académico sobre los efectos del salario mínimo en el empleo señala posiciones contrapuestas. Por ejemplo, el 'paper' clásico de Brown, Gilroy y Kohen de 1982 habla de efectos dispares desde una perspectiva teórica, mientras que observa efectos negativos claros en el empleo de los más jóvenes. Cualquier curso de introducción a la economía permite entender que la introducción de un suelo salarial obligatorio por encima del nivel de equilibrio del mercado laboral lleva a un nuevo equilibrio mediante un incremento del desempleo. Sin embargo, una serie de estudios en los noventa desafiaron esta ley (perfectamente conocida por todos y ratificada por el sentido común y la realidad) y observaron que, manteniendo inalterados el resto de elementos (el famoso 'ceteris paribus', posiblemente la hipótesis del análisis económico que más daño ha hecho a la disciplina y a la economía real del día a día, por cuanto jamás se da), ligeros incrementos del salario mínimo tenían efectos despreciables entre los menos cualificados y los más jóvenes.

Pretende con esta medida Ciudadanos disimular en el conjunto de las cuentas públicas el efecto dañino del SMI

Tal fue el desafío, que el laboratorio econométrico planteó a la ciencia económica que un grupo de economistas (hoy ya son más de 600, de los que siete son Nobel) exigió a la Administración Obama en documento público un incremento del SMI federal hasta los 10,10 dólares por hora para este año 2016. Sin embargo, tanto desde la perspectiva teórica como desde la aplicada, las respuestas a este planteamiento revisionista han sido numerosas. Meer y West señalan que el SMI reduce el incremento del empleo en un periodo de varios años, con efectos más pronunciados cuanto más jóvenes y menos preparados son los trabajadores. Neumark y Wascher, en su revisión de la literatura académica, coinciden en la ausencia de consenso entre los economistas acerca de los efectos de esta popular medida; señalan sin embargo que “la afirmación habitual de que la investigación reciente no permite apoyar la visión tradicional de que el salario mínimo reduce el empleo de los trabajadores de menores salarios es claramente incorrecta.” Añaden que “entre los 'papers' revisados que más evidencia muestran, la mayor parte observan los efectos negativos sobre el empleo, tanto en los EEUU como fuera”. Y aportan dos conclusiones demoledoras: que ningún 'paper' aporta evidencias de los efectos positivos del incremento del salario mínimo en el empleo, y que todos aquellos que se centran en los grupos de trabajadores menos preparados comprueban, desgraciadamente, efectos devastadores en los mismos. El propio Neumark recorre un enorme conjunto de pruebas académicas que evidencian la destrucción de empleo, mayor entre los menos preparados.

Los modelos econométricos tienen la extraña virtud de ocultarlo todo tras el manto mágico e inescrutable de las matemáticas; visten de ciencia aquello que en ocasiones no es sino un modelo de laboratorio imposible de contrastar en la realidad. Recomiendo en ese sentido la lectura de las “limitaciones de nuestro estudio” del muy reciente análisis de Reich y otros al respecto de los efectos (positivos) de la imposición de un salario mínimo de 15 dólares en el estado de Nueva York. Tras desglosar los enormes beneficios salariales -obvios- al conjunto de los trabajadores afectados -los menos cualificados-, llega a valorar en 3.200 el incremento en los empleos creados gracias a esta medida en 2021; esto supone alrededor de un 0,04% del empleo proyectado para esa fecha -es decir, la pírrica cantidad de cuatro de cada 10.000 empleos. Eso sí, previene de la incertidumbre generalizada que la proyección supone, no considera otro que el empleo neto estatal (olvidando a empresas y a sectores que se verán directamente afectados),señalando que por encima de 15 dólares (vaya, qué cosas), su modelo prevé efectos negativos sobre el empleo; esta conclusión es cuanto menos curiosa, pues parece que el de los 15 dólares es un umbral mágico.

El problema de la econometría y sus previsiones es, como en tantas ocasiones, que no soportan una realidad obcecada en mostrar que estamos en contextos dinámicos incompatibles con el 'ceteris paribus'. La introducción del SMI de 15 dólares en la ciudad de Seattle, por ejemplo, ha provocado la destrucción de miles de puestos de trabajo en un contexto general de mejora de las cifras, como señala Worstall aquí y aquí. Numerosos trabajadores de Nueva York que complementan su salario con empleos de baja cualificación se verán excluidos de esa posibilidad, porque resulta más interesante para los empresarios introducir servicios automáticos o robots, generando una mayor precariedad en contra de lo previsto por la norma. En Washington DC,se calcula en 1.400 empleos solo en restauración el coste de la introducción del SMI de 15 dólaressolo en el primer semestre.

Pretende con esta medida Ciudadanos disimular en el conjunto de las cuentas públicas el efecto dañino del SMI. Sin embargo, tal y como hemos comprobado, establecer suelos supone más paro, afectando con más intensidad y de forma especialmente dramática a los más jóvenes y los menos cualificados, que pretenden ser sus inmediatos beneficiarios. En este caso, además, lo pagaremos todos, en aras del progreso social.

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