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Sin haber resucitado, el ladrillo se marchita a golpe de ocurrencia política
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Sin haber resucitado, el ladrillo se marchita a golpe de ocurrencia política

La ausencia de un marco político de referencia a nivel nacional, las aventuras independentistas y los frenos financieros están dinamitando la recuperación del sector

Foto: Diseño de la Operación Chamartín.
Diseño de la Operación Chamartín.

Ha existido una falacia sobre la recuperación del sector inmobiliario en España. Aunque es verdad que las cifras han ido mejorando con el paso de los meses, realmente no se ha disparado la actividad promotora y constructora. Lo que se ha producido ha sido un traspaso de capacidad existente de unos actores a otros, tanto en el residencial como en terciario, industrial o logístico. Las ventas de vivienda nueva aún escasean, como lo hacen los nuevos proyectos de oficinas o de parques empresariales. Ha mejorado la demanda, cierto, pero sobre una oferta excedentaria que se tardará años en absorber. Algo que afecta a precios, actividad y empleo.

De hecho, según los últimos datos que vamos conociendo, la marea parece estar retirándose antes de tiempo. Tanto la nacional, que lleva su propia inercia, como la extranjera, lo que no deja de ser una mala noticia en un entorno de mejora tan precaria.

Varias son las razones que están provocando ese freno inversor. Por una parte, la ausencia de un marco político de referencia a nivel nacional que genere estabilidad y confianza, algo que afecta al conjunto del Estado español. Por otro, las aventuras independentistas de determinadas regiones con incidencia directa sobre el interés local y foráneo en territorios con gran relevancia económica. En tercer lugar, la ausencia de oportunidades en los ventajosos términos operativos y financieros que abundaban en el pasado. Por último, la estulticia supina de unos gobernantes locales que son incapaces de comprender las dinámicas que mueven a estos agentes.

Merece la pena que nos detengamos sobre este último punto.

En efecto, la llegada de las ‘mareas’ al Gobierno de alguna de las capitales más señeras del país ha venido acompañada de la ralentización, obstaculización o directamente abandono de iniciativas urbanísticas de extraordinario alcance, en algunos casos, con poder transformador para la fisonomía del conjunto de la ciudad. La falta de una visión de futuro de la urbe que gestionan unida a la demonización del capital y el necesario retorno asociado a él y a la errada sensación de que promotor igual a buitre/enemigo ha espantado, sobre todo, a los operadores internacionales que no han tardado en tomar nota y poner pies en polvorosa. No en vano, sus decisiones las toman, también, en términos de coste de oportunidad. Y las posibilidades ahí fuera abundan.

Pero no solo a ellos.

Caso paradigmático es el de Madrid, en donde a la espantada del chino Wanda se puede unir ahora la paralización definitiva de la Operación Chamartín. En este caso, los damnificados serían tanto BBVA como la constructora San José.

Un proyecto que lleva congelado más de dos décadas y que supondría dar salida a Madrid por el norte con 6.000 millones de euros de inversión y capacidad para crear cerca de 150.000 puestos de trabajo, 17.000 viviendas nuevas y numerosas infraestructuras públicas. Si ‘las dificultades técnicas’ esgrimidas por el ayuntamiento de Carmena -que se centran básicamente en la edificabilidad, ‘todo es gratis’- no quedan resueltas para el 31 de diciembre, quedará definitivamente en el dique seco, llevando a una situación de bloqueo con importantes repercusiones económicas, administrativas e incluso judiciales.

Como viene ocurriendo en los supuestos más recientes, lo grave no es tanto la decisión de cancelación, de llegar a materializarse, sino la ausencia de propuestas alternativas por parte del consistorio para resolver el problema de congestión existente y generar riqueza equivalente a la planteada por la iniciativa privada. De hecho, Manuela Carmena sigue instalada en la ocurrencia, en la democracia participativa y en las ensoñaciones buenistas. Pero la capital de España, como toda gran urbe, necesita gestión. Y es precisamente su falta la que empieza a preocupar, y mucho, a los que tienen que mover, con sus fondos, el mercado inmobiliario.

Y no solo en la capital de España.

Ha existido una falacia sobre la recuperación del sector inmobiliario en España. Aunque es verdad que las cifras han ido mejorando con el paso de los meses, realmente no se ha disparado la actividad promotora y constructora. Lo que se ha producido ha sido un traspaso de capacidad existente de unos actores a otros, tanto en el residencial como en terciario, industrial o logístico. Las ventas de vivienda nueva aún escasean, como lo hacen los nuevos proyectos de oficinas o de parques empresariales. Ha mejorado la demanda, cierto, pero sobre una oferta excedentaria que se tardará años en absorber. Algo que afecta a precios, actividad y empleo.

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