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En defensa de los banqueros de inversión
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Ignacio de la Torre

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En defensa de los banqueros de inversión

“Recientemente en las cenas prefiero ocultar mi profesión de banquero de inversión, si la revelo, la gente me miraría peor que a un pedófilo” mantenía un

“Recientemente en las cenas prefiero ocultar mi profesión de banquero de inversión, si la revelo, la gente me miraría peor que a un pedófilo” mantenía un banquero y columnista del Financial Times hace unos meses. 

El descrédito de la banca de inversión ha alcanzado sus máximas cotas, en ocasiones aunado al de otras funciones financieras, como los “cajeros” en España o los banqueros comerciales en el Reino Unido. 

Las razones esgrimidas han sido entre otras:

Primero, la banca de inversión se sitúa en la génesis de la crisis del crédito, facilitando dinero barato para hipotecas, bonos basura, fusiones y adquisiciones, epicentro de la actual crisis de la deuda.

Segundo, la banca de inversión se ha convertido en un casino con fuertes apuestas en mercado a través de sus mesas de trading (proprietary) de forma que en un escenario de subidas de precios de activos, se han ganado enormes sumas de dinero, pero en ciclos de caídas de precios, se ha provocado la bancarrota de muchos bancos y el rescate con fondos del contribuyente para evitar el dominó sistémico que ejemplificó el hundimiento de Lehman.

Tercero, la estructura de retribución de la banca de inversión está mal planteada, generando enormes riesgos morales, de forma que en la práctica sus empleados han ganado enormes sumas de dinero a costa al fin y al cabo del contribuyente.

Si a estos tres elementos se le suma una antipática estética del tiburón financiero, derrochador, insolidario y sin principios, estética difundida en la literatura (por ejemplo en el excelente pero exageradísimo Pokers’ Liars ), cine (Wall Street), y prensa (la imagen gráfica de esta estética es Dick Fould, ex Presidente de Lehman Brothers), es de entender que la banca de inversión se sitúe en el centro de la diana de la ira mediática y la popular, aunque en mi opinión es injusto buscar un centro de diana cuando el centro es multipolar, y la génesis de la situación sea más culpa de malos banqueros centrales, peores reguladores y una clase política inútil, trinidad culpable de haber generado los perversos incentivos que explican el comportamiento de agentes.

Probablemente lo fácil en una sociedad dañada que busca culpables a la miseria que le rodea es encontrar satisfacción anímica con válvulas de escape concretas. Así, los judíos fueron culpados de la peste negra en la segunda mitad del siglo XIV (a pesar de que ésta la originaron los tártaros), y muchos de ellos masacrados en los terribles pogromos que siguieron, los jesuitas, de envenenar pozos en el último tercio del XVIII, caldo de cultivo popular para espolear su expulsión y posterior supresión, y la exitosa minoría comerciante china del sudeste asiático ha sido sistemáticamente culpada del atraso de otros segmentos de la población, “culpa” que han pagado con discriminación legal y en muchos casos con linchamientos masivos.

En el contexto actual la “culpa” se ha repartido entre la clase política (yo he sido el primero en sumarme en diversos artículos, defendiendo la cárcel para ciertas conductas políticas, y episodios como el de Elena Salgado en Endesa o el de Pedro Solbes en Enel me parecen lamentables), las cajas (en mi artículo “la gran mentira” ya expuse mi visión al respecto, intentando discernir buenos de malos), otros banqueros comerciales (donde también defendí la tipificación en el código penal con penas de cárcel a ciertos supuestos de mala praxis bancaria “traición a España”) y la banca de inversión (donde critiqué hace tiempo el desmán y descontrol de sus máximos dirigentes y consejeros “el desgobierno de los bancos”).

Aun posicionándome contra corriente, hoy sin embargo quería romper una lanza a favor de los profesionales que integran esta última industria, industria en la que he trabajado diez años de mi vida. 

Primero, la inmensa mayoría de los numerosos profesionales que he conocido en esta industria, y los defino en un concepto amplio, no sólo los de corporate finance sino también los empleado de bolsa y de renta fija, son trabajadores de extraordinaria valía, valía que reside en su enorme capacidad de trabajar duramente, su muy elevada productividad, una enorme honestidad, la centralidad del cliente a la hora de asignar recursos y procesos y el elevado talento de muchos de ellos, talento que se convierte en una forma dinámica de aprendizaje para todos.

Segundo, la “culpa” de la banca de inversión centrada en los factores arriba apuntados concierne a una exigua minoría de empleados, en especial a una serie de dirigentes incapaces (yo no diría deshonestos, Dick Fould por ejemplo tenía la inmensa mayoría de su fortuna invertida en Lehman, si hubiera querido jugarse el banco a propósito habría desinvertido previamente, luego sus decisiones tuvieron más que ver con la ceguera que con la malicia), a un grupo muy reducido de traders de hipotecas que claramente explotaron a su favor el respaldo implícito del contribuyente, y a consejos de administración claramente inútiles e ignorantes que permitieron el enorme apalancamiento de dichas entidades, origen de su vulnerabilidad. El problema de la industria no está en sus profesionales, sino en el pésimo nivel de gestión, consecuencia de la idiótica idea de que un buen analista o un buen trader sería un gran jefe, cuando en la práctica muchas veces mediante un ascenso se pierde un buen trader y se gana un mal jefe.  La banca de inversión es una pésima escuela de dirección. 

Tercero, si la génesis de la banca de inversión fue el asesorar sobre transacciones de activos financieros basándose en talento, trabajo duro y relaciones a largo plazo, el dinero barato provocó la irrupción de muchas firmas que ligaban el asesoramiento a la financiación.  Dicha irrupción, cortesía de los banqueros centrales con sus tipos bajos, cambió radicalmente la industria, conllevando relaciones cortoplacistas, menor dependencia del talento si a cambio se proporcionaba financiación, y astronómicos balances que ponían el riesgo el sistema. Afortunadamente este modelo de banca o se ha declarado ilegal (EEUU) o está moribundo (Europa). 

Volvemos a la génesis de la industria, en el mundo hay más de 100 billones (españoles) de activos financieros, el ahorro acumulado está en las máximas cotas históricas, y todos, ciudadanos y empresarios, precisamos de asesoramiento para invertir esta masa de ahorro. Se puede sarcásticamente argumentar que el “mono con los dardos” es el mejor analista de bolsa, pero poca gente he conocido que ponga su dinero en manos de un asesor que connote la inteligencia de un mono. 

A medida que más dinero se canaliza hacia instrumentos pasivos como los ETF se generan más oportunidades para la inversión activa, lo que provocará un resurgimiento de la intermediación bursátil. Con los tipos de interés bajos durante mucho tiempo continuarán las emisiones de high yields y convertibles, reviviendo las mesas de renta fija.  Con los máximos niveles de caja sobre activos de la historia reciente, las compañías utilizarán estos balances para realizar fusiones y adquisiciones, realzando el asesoramiento del corporate finance

La industria no volverá a ser lo que representó desde 1997, y creo que eso será sano.  Recuperará su importancia relativa y estará en las manos de una nueva clase de dirigentes la capacidad para cambiar la historia: recuperar la imagen icónica de un viejo Warburg, o volver a las andadas con otro Bear Stearns. 

La historia lo juzgará y pasará la factura correspondiente.

“Recientemente en las cenas prefiero ocultar mi profesión de banquero de inversión, si la revelo, la gente me miraría peor que a un pedófilo” mantenía un banquero y columnista del Financial Times hace unos meses.