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Por qué las exportaciones españolas crecen más que las chinas
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Ignacio de la Torre

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Por qué las exportaciones españolas crecen más que las chinas

Oswald Spengler, en “La decadencia de Occidente” predijo en 1918 el inexorable declive de nuestra civilización. Sin embargo, en su inquietante final afirmaba que a las

Oswald Spengler, en “La decadencia de Occidente” predijo en 1918 el inexorable declive de nuestra civilización. Sin embargo, en su inquietante final afirmaba que a las puertas del derrumbe siempre habría un pelotón de soldados dispuestos a actuar para salvar a Occidente. 

Ante la impresión generalizada del derrumbe moral, económico y político de España, es relevante poner de manifiesto la enorme heroicidad desempeñada por nuestras empresas exportadoras. A día de hoy, nuestras exportaciones no sólo alcanzan records históricos, llegando a casi 200.000 millones de euros en términos anualizados, sino que el crecimiento de nuestras exportaciones, al 3,4% (después de haber crecido un 13,5% en 2010 y otro 7,6% en 2011), supera el crecimiento de las exportaciones de la primera potencia exportadora mundial, China (+2.7%). Mi impresión es que esta tendencia se acentuará en los próximos años.

¿Qué está detrás de este comportamiento?

La competitividad de una nación depende en gran medida de los principales insumos del proceso productivo, cuyo máximo exponente es el trabajo, que representa aproximadamente dos tercios de los costes de una empresa media. El trabajo a su vez se mide en el coste laboral por hora trabajada, en las horas trabajadas y en la productividad por hora trabajada. Así, aunque Francia es un país con mayor productividad por hora trabajada que EEUU, los norteamericanos son más ricos porque trabajan más horas y porque trabaja una proporción mayor de la población que en nuestro vecino galo.  

El coste del trabajo, como todo mercado, depende de la relación de oferta y demanda. A medida que el desempleo sube hay un mayor número de personas dispuestas a ofrecer su trabajo a un menor precio y eso tensiona a la baja las expectativas salariales de los trabajadores en activo, fortaleciendo el poder negociador de la empresa. El resultado es que en España los costes laborales han comenzado una senda inexorable a la baja, aumentando la competitividad de nuestras exportaciones.

Mientras, la productividad por hora trabajada está subiendo por diversos factores, como la reforma de la negociación colectiva, la subida en inversión en I+D, el mayor peso del PIB en sectores más intensivos en conocimiento y el incremento de patentes. Así, el PIB por hora trabajada ha subido un 8% desde 2008, frente a caídas del 1% en el Reino Unido y Alemania, y subidas del 2% en Francia. 

Por último España es uno de los países con mayor número de horas trabajadas, de nuevo desmontando ciertos tópicos internos y externos. Es decir que ajustando la trinidad de costes laborales por hora, productividad por hora y número de horas trabajadas España es probablemente uno de los destinos de inversión más atractivos de Europa y de Occidente, y eso augura una época dorada en nuestras exportaciones.

En China la situación es la opuesta. En 2004 las exportaciones chinas crecían al 34%. Tras un extraordinario proceso migratorio de zonas rurales a zonas urbanas, el crecimiento de la demanda laboral provocada por la actividad industrial ha superado la oferta de mano de obra cualificada, resultando en incrementos anuales salariales de doble dígito (en agregado, más del 150% desde 2004 mientras que la productividad sólo ha subido un 8%), crecimientos que, lamentablemente, no han redundado en mayor consumo de los hogares, por factores estructurales que hemos explicado en otros artículos.

Las exportaciones chinas, al contrario que las alemanas, son muy elásticas, fácilmente substituibles ante empeoramiento de su competitividad: sea por tipo de cambio –el yuan se ha apreciado un 30% en los últimos años-, por costes laborales -que como hemos visto se han disparado- o por el coste de la tierra -que también se ha disparado un 70% desde 2004 como consecuencia de una política keynesiana mal llevada-. En un contexto de enorme debilidad de exportaciones a Europa (15% abajo), no es de extrañar la atonía de las exportaciones chinas que se une a la resaca producida por una sobre inversión residencial.  Estos procesos tardarán años en ajustarse.

Las ideas preconcebidas de que las exportaciones españolas son de bajo valor añadido, muy elásticas y que han perdido mucha competitividad desde la entrada en el euro son muy matizables. Aunque los costes laborales unitarios españoles subieron con fuerza desde la entrada en el euro, España mantuvo muy dignamente su cuota de mercado mundial de exportaciones, mucho mejor que otras potencias como el Reino Unido. ¿El secreto de la paradoja? Durante esos años un mayor peso del sector constructor, que como he expuesto, tiene una productividad por empleado muy inferior a la media nacional, provoca el efecto estadístico de la subida de costes laborales unitarios, pero eso no quiere decir que sectores exportadores como el automovilístico o el de alimentación sean menos competitivos. Como los datos demuestran, han podido ver tensiones en sus costes laborales, pero han sabido compensarlos sin afectar a su posición competitiva.

Como escribí en Otoño de 2011, España alcanzó, no sé si por primera vez en su historia reciente, superávit comercial con la Unión Europea, dato histórico que pasó desapercibido en esta oleada de pesimismo patrio (en el fondo, la misma oleada de falso optimismo  durante 2005-2007). En 2013 España entrará en superávit de cuenta corriente, también un hecho histórico. España pasará a ser exportadora neta de capital hacia el resto del mundo. Probablemente cuando se dé este factor capital, pasará también desapercibido, anegándonos entre fatalismos, nacionalismos y estulticia política.

Una vez más, los “héroes anónimos” que ensalzó Schumpeter volverán a sacar a una nación silenciosamente del abismo. Nuestras PYMES exportadoras, nuestras grandes empresas exportadoras.  Pequeños y grandes emprendedores y trabajadores que trabajan a destajo compitiendo con economías avanzadas como Francia y Alemania, alcanzando, el nivel más alto de producción de nuestra historia. Con todo, expandir esta necesaria vía de rescate requerirá grandes medidas: i) una reindustrialización del país con vocación exportadora, ii) un plan de apoyo financiero a la pyme exportadora, y iii) una política de concentración entre pymes para mejorar productividades vía una mayor dimensión de la empresa exportadora media.

Cuando haya pasado lo peor, algún político malévolo intentará colgarse la medalla de semejante epopeya, pero no nos engañemos: en esos héroes exportadores sobre los que descansa  la destrucción creativa reside nuestra esperanza y nuestra salvación.

Oswald Spengler, en “La decadencia de Occidente” predijo en 1918 el inexorable declive de nuestra civilización. Sin embargo, en su inquietante final afirmaba que a las puertas del derrumbe siempre habría un pelotón de soldados dispuestos a actuar para salvar a Occidente.