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La macro mejora; la micro, no
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Juan Carlos Martínez Lázaro

El Observatorio del IE

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La macro mejora; la micro, no

En las últimas semanas, algunos de los principales indicadores macroeconómicos que nos venían trayendo de cabeza han experimentado una lenta corrección, cuando no una acusada mejoría.

En las últimas semanas, algunos de los principales indicadores macroeconómicos que nos venían trayendo de cabeza han experimentado una lenta corrección, cuando no una acusada mejoría. El más importante de todos, el coste de la financiación de la deuda. La relajación en los mercados de financieros, propiciada en principio, por el  "whatever it takes" de Mario Draghi y, últimamente, por el exceso de liquidez que hay en los mercados gracias a las inyecciones del Banco de Japón, han bajado la prima de riesgo española hasta los 280 puntos básicos y, sobre todo, han puesto al bono a diez años en el entorno del 4%-4,2%. Esto  ha supuesto, en lo que va de año, un ahorro de unos 300 millones de euros en comparación con el año pasado y permite ir más holgados y con menos tensiones a la hora de financiar nuestro brutal déficit público. De hecho, el Tesoro ya tiene cubiertas más del 50% de sus necesidades.

Y del sector exterior siguen llegando buenas noticias. En marzo tuvimos nuestro primer superávit comercial desde 1971 -que parece ser que es cuando empiezan los registros-  y sin registrar, puede que desde el siglo XVI. Vale que las importaciones siguen cayendo por lo mal que anda la demanda interna, pero me quedo con el aumento de las exportaciones, que crecen a destinos extracomunitarios un 15% en el primer trimestre. Y me quedo también con las exportaciones de servicios no turísticos, que en los dos primeros meses de 2013 acumulan un superávit superior a los 1.750 millones de euros, triplicando casi el obtenido en el mismo periodo del año pasado. Si el sector exterior sigue evolucionando en la misma línea, acabaremos el año con superávit por cuenta corriente, algo que antes sólo conseguíamos tras nuestros frecuentes episodios devaluatorios.

También otros parámetros macroeconómicos están mejorando. El paro registrado disminuyó entre marzo y abril en algo más de 50.000 personas, lo que permitió volver a situarlo coyunturalmente por debajo del terrible umbral de los cinco millones. El euríbor continúa en el entorno del 0,5%, propiciando que los que tenemos hipotecas con diferenciales de los de antes de la crisis y sin suelo, disfrutemos de tipos reales negativos y estemos pagando mensualidades que nunca imaginamos que pagaríamos, lo que supone que aumente de forma notable la renta disponible de muchas familias.

La bolsa, aunque todavía no ha vuelto a los niveles que alcanzó el Ibex 35 a finales de enero, lleva tres semanas rondando los 8.500 puntos, a modo de campamento base desde el que alcanzar mayores alturas. Y parece que las comunidades autónomas continúan en la senda de la reducción del déficit con distintos ritmos. Aunque no deja de ser curioso que lo estén haciendo por obligación y no por convicción, y que algunas comunidades parezcan estar más preocupadas por el déficit de las demás que por el suyo propio.

Pero en el haber de la parte macro, no debemos olvidar que nuestra deuda pública supero los 910.000 millones de euros al cierre de primer trimestre. Resulta difícil imaginar cuándo podremos ser capaces de pagar tal cantidad de dinero.  

Lo malo es que esta mejoría de algunos parámetros macro no está teniendo su correspondiente correlación en el entorno micro. La mayor liquidez que hay en los mercados mayoristas de crédito sigue sin trasladarse al tejido productivo sano. El crédito sigue sin fluir y, lo poco que llega, es con diferenciales demasiado onerosos. La morosidad de las Administraciones con pymes y autónomos parece que vuelve a incrementarse, a pesar de los planes de pagos a proveedores, lo que agudiza aún más las tensiones para financiar el circulante. Y la creación de empleo no estacional no se vislumbra aún en el horizonte.

Estar a nivel macro algo mejor que hace un año pone de manifiesto que parece que empezamos a situarnos en la senda correcta, aunque la velocidad no sea todavía la adecuada. Si queremos incrementarla, deberemos intensificar nuestro ritmo de ajuste, porque de Bruselas o de Fránckfort poco podemos esperar, más allá de que la situación de la economía europea mejore en su conjunto.

En las últimas semanas, algunos de los principales indicadores macroeconómicos que nos venían trayendo de cabeza han experimentado una lenta corrección, cuando no una acusada mejoría. El más importante de todos, el coste de la financiación de la deuda. La relajación en los mercados de financieros, propiciada en principio, por el  "whatever it takes" de Mario Draghi y, últimamente, por el exceso de liquidez que hay en los mercados gracias a las inyecciones del Banco de Japón, han bajado la prima de riesgo española hasta los 280 puntos básicos y, sobre todo, han puesto al bono a diez años en el entorno del 4%-4,2%. Esto  ha supuesto, en lo que va de año, un ahorro de unos 300 millones de euros en comparación con el año pasado y permite ir más holgados y con menos tensiones a la hora de financiar nuestro brutal déficit público. De hecho, el Tesoro ya tiene cubiertas más del 50% de sus necesidades.