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La mayor hipocresía de 2015
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Ignacio de la Torre

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La mayor hipocresía de 2015

En los últimos años he estrenado mi anual columna con una reflexión sobre las hipocresías. Siempre me ha paralizado el hecho de que en una sociedad cristiana

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En los últimos años he estrenado mi anual columna con una reflexión sobre las hipocresías.Siempre me ha paralizado el hecho de que en una sociedad cristiana y post-cristianasigamos tras centenares de años cayendo en uno de los mayores vicios que denunció Jesús.Mi admirado Javier Cercas diría que la hipocresía nunca desaparecerá, porque en el interior de cada uno de nosotros habita un hipócrita.La cuestión es qué hacemos para afrontarlo.

En el islam, el concepto del yihad (palabra masculina, no femenina) se entiende tradicionalmente como la lucha personal que todo creyente asume para mejorarse a sí mismo a través de su esfuerzo.El yihad entendido como “guerra santa” es una interpretación mucho más minoritaria y maliciosa.El interesante pensamiento que subyace a la interpretación más benigna, por tanto, es si somos capaces de luchar una guerra interior por analizar nuestras hipocresías.En lugar de enumerar quince para este año que afrontamos, he decidido expandirme en una que, en mi opinión, marcará nuestro futuro y nuestra capacidad para responder a él, y de ahí por lo tanto el juicio que la Historia y nuestros hijos emitan sobre nosotros.

El reciente Ministro de Economía francés, Emmanuel Macron, es relativamente joven (37 años), socialista, criado en la élite (Escuela Nacional de Administración, cultivo de los “enarcas”) y con experiencia no sólo en el gabinete de presidencia francés, sino en la banca de inversión (para bien o para mal).Tras su reciente nombramiento, afirmó una histórica frase que pasó, sin embargo, desapercibida por la aletargada sociedad occidental: “La regulación, en su génesis, surgió para proteger al más débil; sin embargo, tras los años, hoy en día la regulación protege al más fuerte y daña al más débil… Es hora de replantear su fundamento”.

El ministro Macron hacía referencia al régimen laboral, que protege al empleado indefinido a costa de desproteger al empleado temporal (que suele ser el precario o el joven); su reflexión también puede estribar en el cada vez mayor peso de las pensiones, a pagar por los más jóvenes en condiciones más precarias… Y,por último, a la enorme deuda adquirida, que también tendrán que pagar los más jóvenes durante generaciones (Francia lleva sin cuadrar sus cuentas desde los años setenta).La lógica política (valga el oxímoron) es inescrutable: hay más votos en contratos indefinidos que en contratables temporales (también en pensionistas frente a jóvenes), y de ahí se deduce el tamaño nivel de la mayor hipocresía en décadas… perpetuar sistemas laborales que condenan al débil a la precariedad.

Sistemas laborales que, cuando afrontan reducción de trabajadores, tienden a despedir al más barato (el último que ha entrado, aunque sea extremadamente laborioso), y no al menos productivo o al menos trabajador (contémplese cuán tamaña hipocresía). Sistemas laborales que cuando las cosas van bien mantienen una dualidad en el sistema laboral, dualidad que no premia al mérito, sino al derecho “adquirido”.Salvando las diferencias, una hipocresía e injusticia de dualidades como la que acaecía antes de la también sangrientamente hipócrita revolución francesa.

En mi opinión, el colmo de tan dañina hipocresía, que ha truncado los sueños y realidades de una nueva generación de jóvenes españoles, radica en la incapacidad de políticos y sindicatos de cualquier color por hacer honor a su sonrojante brindis al sol de “preocuparse por los jóvenes y por los débiles”. Los hechos se basan en acciones, y estos en resultados.Lo demás son soflamas.Sindicatos y partidos, no nos engañemos, no son más que una proyección de la sociedad que los elige y tolera.De ahí se deduce que todos somos colectivamente responsables de tanto fracaso.

Cuando mucha gente analiza la polarización de los postulados políticos de una gran parte de la juventud, intento reducir dicho fenómeno a la teoría de los derivados.Así, una opción de compra te permite optar a una eventual mejora, sin capacidad de perder nada, aparte del precio de dicha opción.Si te ofrecen una supuesta opción gratis, la tentación es cogerla.Si hemos condenado a una generación de jóvenes a una mísera situación laboral, no podemos rasgarnos las vestiduras si estos optan por una opción de compra por ridícula que parezca. No tienen nada que perder. Si no entendemos esto es muy difícil asumir los fundamentos de la teoría de decisiones.

Como seres humanos nos preocupamos por nuestra supervivencia.Como no somos inmortales, intentamos suplir la angustia que la mortalidad nos genera mediante nuestra virtual inmortalización a través de la procreación.Como padres intentamos procurar educación y bienestar material a nuestros hijos. Sin embargo, a la vez optamos por sistemas políticos que les condenan a un nivel educativo cada vez más fallido, a un sistema laboral cada vez con menos oportunidades, a un sistema impositivo cada vez con más lacras… lacras de hipotecas gigantescas basadas en pensiones y deuda que tardarán decenas de años en pagarse, lo que a su vez provocará menores niveles de renta disponible, y por lo tanto de bienestar.

Hace años reflexioné sobre nuestro gran problema como seres humanos y como sociedad española. Nuestra incapacidad para pedir perdón.Y de ahí rezuma automáticamente nuestra hipocresía.

Yo pido perdón a mis hijos y a los jóvenes de España por no haber sido consciente de la tamaña injusticia e hipocresía que como sociedad estábamos acometiendo defendiendo regulaciones que desprotegían precisamente a aquellos que no tenían capacidad de elegir.Pido perdón por no haber dilucidado a los políticos a los que no les importara dejar enormes deudas pagaderas por aquellos que nunca tuvieron oportunidad de votarlos.Pido perdón porque hipócritamente, les he y les hemos fallado a nuestros jóvenes.

La esperanzadora conclusión que resulta, es que no podemos volver a decepcionarles… Tenemos que reparar el daño causado, y dicha reparación se conseguirá cuando volvamos a orientar la regulación a su génesis.Proteger al más débil de verdad.

En los últimos años he estrenado mi anual columna con una reflexión sobre las hipocresías.Siempre me ha paralizado el hecho de que en una sociedad cristiana y post-cristianasigamos tras centenares de años cayendo en uno de los mayores vicios que denunció Jesús.Mi admirado Javier Cercas diría que la hipocresía nunca desaparecerá, porque en el interior de cada uno de nosotros habita un hipócrita.La cuestión es qué hacemos para afrontarlo.

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