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Ignacio de la Torre

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Contra la corrección política

¿Qué tienen en común la crisis de los refugiados, una estatua en un campus de Oxford y un congreso de un partido político español? La respuesta es la corrección política

Foto: Protestas el pasado verano en Madrid contra la Ley Mordaza. (Reuters)
Protestas el pasado verano en Madrid contra la Ley Mordaza. (Reuters)

¿Qué tienen en común la crisis de los refugiados, una estatua en un campus de Oxford y un congreso de un partido político español? La respuesta es la corrección política, y la consecuencia que esta genera, que no es sino la falta de libertad de expresión.

Durante la crisis de refugiados, contemplamos con estupor cómo una periodista húngara zancadilleó a un refugiado, imagen que dio en minutos la vuelta al mundo generando horror y asombro. Sin embargo, los abusos sexuales cometidos en Nochevieja en Colonia, en Hamburgo y en otras ciudades alemanas, fueron censurados por la televisión alemana durante días, sin que se haya producido hasta la fecha ninguna dimisión televisiva. ¿Qué impacto mediático se hubiera producido si los abusos hubieran sido cometidos por alemanes sobre refugiadas? Si estamos de acuerdo en que el abuso sexual es punible, sea la condición que sea la del asaltante, ¿por qué los medios tratan una zancadilla con más celeridad que una violación? La respuesta estriba en la corrección política. Y la consecuencia que emana es que la libertad de expresión se sitúa por debajo de la corrección en una escala de valores “políticamente correctos”. Esa inversión de valores es aterradora.

En Oxford se tomará la decisión en las próximas semanas sobre si se elimina la estatua de Cecil Rhodes que preside uno de los patios. Como señala Gordon Crovitz en el 'Wall Street Journal', Rhodes fue colonialista y racista, como por otra parte racista y colonialista era la mayoría de la población europea de por aquel entonces. Rhodes fue primer ministro de la colonia de El Cabo (futura Sudáfrica) a principios del siglo XX, aunque las políticas del 'apartheid' se adoptaron al tomar el poder los miembros boer de ascendencia holandesa, unos años después de que abandonara el poder Rhodes. Este dedicó una parte de su fortuna a establecer las becas que llevan su nombre para que 83 estudiantes de todo el mundo pudieran estudiar cada año en su universidad, Oxford.

La primera persona de color que se benefició de dicha beca fue precisamente en 1907. Con todo, un movimiento de “corrección política” que se vive en Oxford, paralelo a los que imperan en los campus de los EEUU, aboga por eliminar su estatua y su nombre de la universidad inglesa, aunque sus colegas americanos no defienden abolir las estatuas del padre de la Declaración de Independencia, Thomas Jefferson, afamado esclavista. El que se opone a la idea de retirar la estatua alegando que hay que juzgar a cada ser humano en función del periodo histórico en que vivió, es tachado de 'racista', abortando el debate, debate que es por otra parte génesis del progreso intelectual y universitario.

En España, el expresidente del Gobierno Jose María Aznar ha defendido un futuro congreso del Partido Popular 'abierto', de lo que se entiende libertad de expresión y participación de los militantes en la elección de cuadros dirigentes, y quizá de candidatos. Paradójicamente, cuando pasó a presidir el partido, Aznar impulsó reformas estatutarias que supusieron la práctica imposibilidad de presentar candidatos alternativos a los oficialistas a las candidaturas y la perpetuación de la designación de mandatarios 'a dedo', muy en la línea con el funcionamiento interno del PRI mexicano o de muchos partidos comunistas del Este de Europa.

De esta forma, el mandato constitucional por el que los partidos políticos han de nutrirse de un funcionamiento democrático se había pervertido para lograr exactamente lo contrario, de forma que hoy la democracia interna de los partidos en muchos casos se asemeja a la 'D' de 'democrática' de la antigua Alemania comunista, la República 'Democrática' Alemana. Hoy, la corrección política impone la 'apertura', pero la realidad es que no existen las condiciones necesarias para que se debata abiertamente en un partido político, precisamente por los cambios normativos impuestos desde la 'élite' dirigente.

El resultado es que la 'corrección política' en política estriba precisamente en la falta de libertad de expresión, valga la paradoja

El resultado es que la 'corrección política' en política estriba precisamente en la falta de libertad de expresión, valga la paradoja. Consiste, por lo tanto, en el sumarse a las decisiones del 'líder', el no debatirlas, y así, poco a poco, avanzar en el colectivo suicido político. Semejante comportamiento no corresponde solo a un partido, sino que se observa en la mayoría, con mayor o menor dosis de surrealismo. No debemos ahora rasgarnos las vestiduras por lo que ocurre en muchos partidos, porque de aquellos vientos vienen estos lodos. La génesis de la razonabilidad en la toma de decisiones y en la selección de cuadros reside en parte en la falta de libertad de expresión, que es lo políticamente correcto en el mundo de la política. A su vez, el imperio de la corrección política ha dado pie en mi opinión al populismo de derechas y de izquierdas, que, utilizando un lenguaje directo y sin ambages, engaña al votante resentido con ideas que no se pueden implementar, o que, donde se han implementado, han resultado catastróficas.

Como dice Stuart Mill en su tratado 'Sobre la libertad', la libertad de expresión está íntimamente ligada a la libertad de pensamiento, una sin la otra no se entiende; si se cuestiona una, también se cuestiona la otra, y ese cuestionamiento hace a su vez plantearse si una sociedad que permite su cuestionamiento puede seguir llamándose 'libre'. En otras palabras, prosigue Stuart Mill, la defensa de la libertad de expresión no se basa solo en protegerla de un tirano, sino también de las corrientes de opinión 'dominantes' que conllevan que la sociedad acabe imponiendo sus propias ideas y prácticas como normas de comportamiento a aquellos que disienten, para así prevenir cualquier iniciativa individual que no esté en consonancia con dichas 'corrientes' de opinión. Por lo tanto, concluye Mill, hay un límite a la interferencia de las 'modas' en el pensamiento crítico, y el defender dichos límites es una protección clave contra del despotismo político.

Si queremos ser coherentes con nosotros mismos, tenemos que denunciar las hipocresías que a todos en mayor o menor medida nos atenazan. El respeto hacia nosotros mismos pasa por respetar el lenguaje, y el respeto al lenguaje y a la libertad de expresión pasa por luchar contra la corrección política. La corrección política intimida, y la intimidación acaba antes o después con la libertad de expresión.

Amigos lectores, combatamos la corrección política y defendamos la libertad de expresión, porque en ésta se basa la exitosa génesis de nuestra sociedad.

¿Qué tienen en común la crisis de los refugiados, una estatua en un campus de Oxford y un congreso de un partido político español? La respuesta es la corrección política, y la consecuencia que esta genera, que no es sino la falta de libertad de expresión.

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