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Ignacio de la Torre

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La inflación amenaza

El mundo que hemos construido desde la crisis se basa en dos importantes premisas, y ambos factores se basan a su vez en una hipótesis clave: ni hay inflación ni se la espera

Foto: Janet Yellen, presidenta de la Fed. (Reuters)
Janet Yellen, presidenta de la Fed. (Reuters)

El mundo que hemos construido desde la crisis se basa en dos importantes premisas de política monetaria: a) tipos de interés de corto plazo bajos duraderos y b) inyecciones de liquidez masivas por parte de los bancos centrales que provocan bajadas de los tipos a largo plazo. Ambos factores se basan a su vez en una hipótesis clave: ni hay inflación ni se la espera. Por lo tanto, los bancos centrales disponen de un importante margen para mantener una política monetaria ultraexpansiva y, cuando llegue el caso, para normalizarla en un periodo de tiempo muy dilatado. Estas premisas 'justifican' que, por ejemplo, el bono norteamericano a 10 años se encuentre en su nivel más alto de los últimos 210 años, que España se financie más barato que los EEUU (valga la paradoja, EEUU no ha quebrado desde su independencia, y España ha quebrado 13 veces desde 1800) o que el bono alemán se encuentre en el precio más caro de su historia.

Sin embargo, como indicó hace una semana el subgobernador de la Fed, el prestigioso Stanley Fisher, especialmente en los EEUU, la inflación podría estar ya acelerándose, amenazando, por lo tanto, el axioma en que se ha basado el mercado para fijar tan anormales niveles de precios.

Observemos los siguientes argumentos:

Primero, los bancos centrales, a la hora de fijar la política monetaria, se basan siempre en la inflación subyacente, no en la inflación general, para de esta forma aislarse de la volatilidad de precios que generan los vaivenes del petróleo. Así, frente a un objetivo de un 2%, en EEUU la inflación subyacente se sitúa ya en el 2,3% (datos de anteayer), y en el 1,7% si se computa la variante cPCE (2,1% si se anualiza el último dato mensual). Son los niveles más altos en mucho tiempo.

Cuando el desempleo se acerca al desempleo natural, esto quiere decir que el poder negociador de un empleado frente a su empleador aumenta

Segundo, la inflación, explicada como fenómeno consecuente de las variaciones en los costes de producción, está íntimamente ligada con la evolución de los salarios. El motivo es que aproximadamente dos tercios de los costes totales de una empresa son gastos laborales. Cuando el desempleo se acerca al desempleo natural, esto quiere decir que el poder negociador de un empleado frente a su empleador aumenta exponencialmente. Por eso los países que disfrutan de tasas de desempleo muy bajas suelen observar subidas de sueldos más altas que los países con mucho desempleo. De ahí que los bancos centrales se centren mucho en la evolución del desempleo a la hora de aplicar la política monetaria, ya que bajo desempleo puede redundar en altos salarios, y altos salarios en mayor inflación, al intentar las empresas defender sus márgenes subiendo los precios de venta al público en función de cómo varían sus costes. En EEUU, los salarios aumentan ya al 2,3%, y los costes laborales unitarios (netos de los incrementos de productividad) al 2,1%, cifras parejas a la inflación subyacente. Como el número de ofertas de empleo vacantes ('job openings') se sitúa en el máximo de los últimos 15 años, lo que indica que hay escasez de mano de obra, escasez que se trasladará a mayores costes laborales, todo parece indicar que los salarios continuarán su escalada, lo que alimentará más inflación.

Tercero, la inflación, explicada como el equilibrio o desequilibrio entre la oferta y demanda en una economía de servicios (una economía funcionando a plena capacidad tiende a subir precios más rápidamente), puede también entenderse como el diferencial entre el desempleo y el desempleo natural. Así, por ejemplo, si un despacho de abogados está operando a pleno rendimiento y percibe que no puede encontrar fácilmente más abogados en el mercado laboral, a cada incremento de pedidos que reciba el despacho tenderá a cargar cada vez mayores minutas. Esto es consecuencia de que la mayor demanda no puede ser satisfecha con mayor oferta, por lo que se tiende a incrementar precios. EEUU opera ya a plena capacidad, lo que explica el progresivo aumento en precios.

Cuarto, la inflación, entendida como un fenómeno monetario, también apunta al alza. Así, el crédito circula con fuerza en los EEUU (incrementos del 7%), algo explicable por el hecho de que la Fed mantiene hoy un balance el triple de elevado que el mantenido históricamente. Aunque una parte importante de este dinero no esté circulando (se acumula en reservas por parte de los bancos), simplemente la pequeña fracción que sí circula hace aumentar el crédito, lo que provoca también mayor tensión inflacionista. Si esta tendencia continúa, los precios subirán más.

Existe un fenómeno considerablemente peligroso para la estabilidad financiera que no hay que pasar por alto: la inflación de activos

Quinto, existe un fenómeno considerablemente peligroso para la estabilidad financiera que no hay que pasar por alto: la inflación de activos. Hoy, nos encontramos, también sin temor a dudas, con burbujas de activos (la más evidente es la que existe sobre el bono a 10 años), y como aprendimos durante la crisis, ignorar la inflación de activos a la hora de fijar la política monetaria es un craso error.

La evidencia que soporta la carga de profundidad a la que alude este artículo es importante. Así, EEUU presenta ya las mayores inflaciones subyacentes desde 2012. A su vez, la economía europea presenta un retraso frente a la evolución económica de los EEUU, pero la tendencia es similar: caídas de desempleo, progresivas subidas de salarios, aceleración de la circulación del dinero y el consiguiente aumento de la inflación subyacente. En EEUU, la 'mediana' del comité que fija la política monetaria de la Fed estima dos subidas más este año, o sea, nueve votos, pero ocho miembros opinan que han de ser tres o cuatro subidas, luego las espadas están en alto, y en cualquier caso las subidas de tipos serán continuas hasta normalizar la política monetaria con tipos alrededor del 3,25%.

La inexorable consecuencia es formidable: los riesgos en política monetaria están escorados al alza, lo que puede amenazar a la valoración de muchos activos.

El mundo que hemos construido desde la crisis se basa en dos importantes premisas de política monetaria: a) tipos de interés de corto plazo bajos duraderos y b) inyecciones de liquidez masivas por parte de los bancos centrales que provocan bajadas de los tipos a largo plazo. Ambos factores se basan a su vez en una hipótesis clave: ni hay inflación ni se la espera. Por lo tanto, los bancos centrales disponen de un importante margen para mantener una política monetaria ultraexpansiva y, cuando llegue el caso, para normalizarla en un periodo de tiempo muy dilatado. Estas premisas 'justifican' que, por ejemplo, el bono norteamericano a 10 años se encuentre en su nivel más alto de los últimos 210 años, que España se financie más barato que los EEUU (valga la paradoja, EEUU no ha quebrado desde su independencia, y España ha quebrado 13 veces desde 1800) o que el bono alemán se encuentre en el precio más caro de su historia.

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