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Pasión, muerte y victoria de Kayla Mueller
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Ignacio de la Torre

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Pasión, muerte y victoria de Kayla Mueller

La heroica Kayla no sobrevivió, pero sí su espíritu de lucha, que sigue emanando en los frentes de Mosul y de Raqqa. Pronto se hará la justicia que su memoria merece

Foto: Un miembro del Daesh agita su bandera en la ciudad de Raqqa. (Reuters)
Un miembro del Daesh agita su bandera en la ciudad de Raqqa. (Reuters)

Kayla Mueller fue una cooperante norteamericana que a los 25 años decidió acudir a Siria para ayudar a los refugiados en un hospital en Aleppo regentado por la rama española de médicos sin fronteras. En septiembre de 2013, fue secuestrada por el Estado Islámico (Daesh). Kayla fue confinada con otras tres niñas y chicas yazidíes, una variante del mazdeísmo considerada herética por muchos islamistas suníes, en un cuarto en propiedad de Abu Sayaf, máximo dirigente de las finanzas del Daesh, donde fueron sistemáticamente violadas y torturadas. Una yazidí de 14 años consiguió escapar y delató los horrores que habían vivido Kayla y sus compañeras.

La norteamericana fue elegida por el autoproclamado califa, el líder del Daesh, Abu Bakr al-Bagdadi, que abusó de ella en repetidas ocasiones; después de cada agresión, Kayla regresaba llorando a su celda. Cuando las tres chicas yazidíes vieron una oportunidad para huir, Kayla les dijo que su apariencia occidental las delataría, por lo que siguió confinada. Según la viuda de Abu Sayaf, las violaciones continuaron hasta que en febrero de 2016 un bombardeo de la aviación jordana alcanzó la casa, resultando muerta Kayla.

Foto: Pintada en favor del Estado Islámico en Falluja, Irak (Reuters)

Hace un año me equivoqué al escribir en esta columna cómo se avecinaba una épica batalla el pasado verano por la ciudad de Mosul, la ciudad más importante en manos del Daesh, cuya captura en 2014 supuso una fuente importante de dinero y de equipo militar para los islamistas. Es también la ciudad en la que Kayla fue confinada y donde sucedió su pasión y muerte. Me equivoqué porque la anunciada ofensiva, entre las tropas kurdas peshmerga, del norte, y las tropas regulares e irregulares del ejército iraquí, presionando desde el sur, más el apoyo aéreo de los EEUU, se retrasó en el tiempo. Hoy parece que no solo se reactiva dicha ofensiva, sino que además en Siria se activa un ataque similar para reconquistar Raqqa, la capital del Daesh.

El Daesh ha perdido los últimos meses una cuarta parte de su territorio, ha visto su financiación estrangulada, según se cerró la frontera turca al contrabando de petróleo, y ha visto aumentar el número de desertores. En este entorno, hace unos días, EEUU anunció que iba a enviar 560 soldados adicionales a Irak, alcanzando así un total de 4.560 militares, que tienen como misión coordinar las unidades que liderarán la ofensiva para 'recapturar' Mosul. Un importante aeródromo, el de Al-Quayyara, fue tomado por las fuerzas iraquíes hace 10 días, y será la base de las tropas norteamericanas para ultimar la pinza entre las tropas que asaltarán Mosul desde el sur y las fuerzas kurdas, que realizarán el asalto desde el norte y el este.

El asalto a Mosul será posiblemente una carnicería, máxime cuando el Daesh utiliza escudos humanos y atentados suicidas como 'estrategia' de defensa. La clave en dicha batalla será la composición étnica. Mosul es una ciudad de etnia árabe suní, que puede ver con recelo el asalto de tropas kurdas o el de las tropas chiíes del Gobierno de Bagdad. Aunque poco a poco se ha incrementado la fuerza de asalto compuesta de árabes, queda por ver la reacción de la población cuando se inicie el asalto con elementos multiétnicos. Posiblemente, este equilibrio étnico entre defensores y atacantes marcará si la ofensiva tiene lugar con mayor o menor celeridad.

Mientras, en Siria, las fuerzas democráticas sirias (FDS), apoyadas por los EEUU, han iniciado una fuerte ofensiva en el norte para avanzar hacia Raqqa, situándose ya el frente en Fatissa, una ciudad recién capturada a unos 35 kilómetros de Raqqa. En este caso, nos encontramos con una situación similar a la de Mosul, ya que la fuerza principal del FDS son peshmergas kurdos sirios, y Raqqa está sobre todo habitada por árabes. También en este caso, el FDS ha aumentado el número de reclutas árabes, entrenados por 250 militares de las fuerzas especiales de EEUU. El apoyo aéreo norteamericano desde la base turca de Incirlik está siendo crucial.

El reciente golpe de Estado turco provocó el corte de suministro eléctrico a dicha base, lo que obligó a paralizar las ofensivas aéreas, pero desde el pasado domingo se restituyó la energía y volvieron a intensificarse los ataques para apoyar al FDS, con lo que se ha vuelto a agudizar la ofensiva. Raqqa no solo es la capital del Daesh, sino que además es un nudo de comunicaciones estratégico para el cada vez más escaso territorio por él controlado.

Foto: Un miliciano del Estado Islámico, ante una bandera de ISIS en Al-Alam (REUTERS)

En 1991, Sadam Huseín afrontó la primera guerra del golfo con un inusitado optimismo. Denominó dicho conflicto como “la madre de todas las batallas”. A medida que las tropas norteamericanas, británicas y francesas avanzaban por el desierto, y los regimientos iraquíes huían o se rendían, la retórica de Sadam permanecía inmutable. Yo entonces vivía en EEUU, y recuerdo cómo la revista 'Newsweek' publicaba una viñeta en la que se observaba a Sadam Huseín huyendo despavorido hacia el norte, con un locutor de radio que le acompañaba con un micrófono. Mientras huía, Sadam afirmaba en la radio iraquí: “Estamos ganando la madre de todas las batallas”.

Algo parecido parece estar ocurriendo hoy con la posición del Daesh en Irak y en Siria. Así, en este contexto de creciente debilidad, el Daesh ha incrementado la reivindicación de atentados suicidas, tanto en el Oriente Medio como en Occidente, apoyándose en 'lobos solitarios' que muchas veces operan autónomamente. Sin embargo, el resultado de la guerra parece estar fijado, y a mayores derrotas militares del Daesh, más atentados se generarán. Con todo, la clave, como en tantas guerras, no reside en la victoria militar, sino en la ideológica.

En una carta que Kayla consiguió hacer llegar a sus padres en otoño de 2014 desde su cautiverio, afirmaba: “Ninguno de nosotros podría haber sabido que esto iba a durar tanto, pero yo lucho por mi lado con todas las formas de las que soy capaz; tengo aún mucha capacidad de lucha dentro de mí. No me estoy derrumbando, y no me derrumbaré, no importa cuánto tiempo transcurra”.

Lamentablemente, la heroica Kayla no sobrevivió, pero sí su espíritu de lucha, que sigue emanando en los frentes de Mosul y de Raqqa.

Pronto se hará la justicia que su memoria merece.

Kayla Mueller fue una cooperante norteamericana que a los 25 años decidió acudir a Siria para ayudar a los refugiados en un hospital en Aleppo regentado por la rama española de médicos sin fronteras. En septiembre de 2013, fue secuestrada por el Estado Islámico (Daesh). Kayla fue confinada con otras tres niñas y chicas yazidíes, una variante del mazdeísmo considerada herética por muchos islamistas suníes, en un cuarto en propiedad de Abu Sayaf, máximo dirigente de las finanzas del Daesh, donde fueron sistemáticamente violadas y torturadas. Una yazidí de 14 años consiguió escapar y delató los horrores que habían vivido Kayla y sus compañeras.

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