Es noticia
No está el horno para bollos
  1. Economía
  2. El Quinto en Discordia
El Quinto en Discordia

El Quinto en Discordia

Por

No está el horno para bollos

Me sorprende lo mucho que se han agriado las discusiones de un tiempo a esta parte. Como se han enconado las posturas en todos los debates

Me sorprende lo mucho que se han agriado las discusiones de un tiempo a esta parte. Como se han enconado las posturas en todos los debates que ahora tocan, o que llevan abiertos tiempo, por nimios que estos pudieran ser o parecer. Como la crítica trasciende el ámbito de las ideas y ha entrado de lleno en lo personal. Se respira acritud a todos los niveles. El insulto y la descalificación personal han sustituido al argumento y a la palabra. Entre políticos, en el terreno profesional y hasta en la cola del pan. Estás conmigo o contra mi. Ya no es tiempo de talante, ni siquiera del impostado. La crispación que en un primer momento nació como estrategia política campa a sus anchas en todos los ordenes de la vida.

 

¡No hay mas que mirar los comentarios de los artículos del Confidencial por ejemplo! O escuchar una tertulia en la radio o leer el editorial de cualquier periódico.

Así están las cosas. No está el horno para bollos.

Admito que hemos llegado a un punto de no retorno en muchos de estos debates lo que hace que las posturas sean irreconciliables. Por ejemplo, en el culebrón del Estatuto de Cataluña, independientemente de lo que al final diga el Tribunal Constitucional, las declaraciones de unos y omisiones de otros, ha instalado de facto al poder político por encima del judicial. Ahí ya no hay medias tintas posibles, es una cuestión de principio. Existen otros muchos ejemplos. Unos de corte ético-moral –el aborto pseudo libre para niñas de menos de dieciséis años, la píldora del día después sin receta,…- y otros económicos –y aquí la lista sería demasiado larga-, en los que conciliar posturas es del todo imposible.

La crispación ha trascendido y a día de hoy resulta difícil expresar una opinión o mantener una discusión y que la argumentación se mantenga en el plano estrictamente técnico. Hay ejemplos todos los días. Desde el precio que se pagó por Ronaldo el delantero madridista –donde reconozco que el amor a los colores puede nublar el entendimiento-, pasando por el futuro de la prensa escrita, o últimamente la indemnización que se ha llevado el hasta no hace mucho consejero delegado del BBVA. No hay nada más que echar un vistazo a los comentarios que han seguido a estas noticias para darse cuenta de que esto hay que “hacérselo mirar”.

Sin embargo, dónde este enconamiento de posturas más me ha sorprendido ha sido en las opiniones que se vierten todos los días sobre los mercados en general y, en concreto, lo que  a la evolución futura de las bolsas se refiere. Hasta no hace mucho, los que sabían del tema mantenían un discurso más o menos siempre constructivo en el que nadaban y guardaban la ropa. Hoy son los menos los que se atreven a opinar que la bolsa va a subir –ver en cualquiera de los muchos artículos de S.McCoy las múltiples referencias que hace a gente muy lista que deben trabajar en ese sector y que no están especialmente optimistas- y los que se han atrevido no han tenido demasiada buena acogida.

Como no soy experto no puedo emitir una opinión técnica. Pero soy asiduo lector de prensa y me siento capaz de extraer conclusiones inspiradas en el puro sentido común. La primera que se me viene a la cabeza, es que la mayor parte de los que continúan con un discurso catastrofista se han perdido la subida y supongo que les cuesta “enmendarla”. La segunda, es que hemos vivido un periodo absolutamente excepcional desde la quiebra de lehman, en el que los acontecimientos se han sucedido de forma vertiginosa y en el que tratar de concluir algo con la foto de un momento en concreto ha resultado prácticamente imposible. Y tercero que, visto lo visto, la bolsa hará lo que tenga que hacer y no lo que queramos que haga.

Me sorprende lo mucho que se han agriado las discusiones de un tiempo a esta parte. Como se han enconado las posturas en todos los debates que ahora tocan, o que llevan abiertos tiempo, por nimios que estos pudieran ser o parecer. Como la crítica trasciende el ámbito de las ideas y ha entrado de lleno en lo personal. Se respira acritud a todos los niveles. El insulto y la descalificación personal han sustituido al argumento y a la palabra. Entre políticos, en el terreno profesional y hasta en la cola del pan. Estás conmigo o contra mi. Ya no es tiempo de talante, ni siquiera del impostado. La crispación que en un primer momento nació como estrategia política campa a sus anchas en todos los ordenes de la vida.