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La rentabilidad de sus ahorros no se va a recuperar
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Juan Carlos Barba

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La rentabilidad de sus ahorros no se va a recuperar

La tendencia secular a las bajas rentabilidades lleva 40 años empeorando, y con toda probabilidad va a continuar así

Foto: Foto: Corbis Images.
Foto: Corbis Images.

Hace algo menos de dos años, comentaba desde este mismo sitio que la rentabilidad de las inversiones era mala, pero que con toda probabilidad la situación no iba a hacer sino empeorar. Ahora, en 2016, lamento haber tenido razón. A pesar del farol de la Reserva Federal de hace unos meses, una vez más se demuestra que los bancos centrales tienen una influencia muy limitada sobre los tipos de interés y que son las realidades económicas subyacentes las que los determinan. Lo que podemos decir básicamente de estas realidades, y si el tipo de interés se forma como consecuencia del punto de equilibrio entre los que prestan y los que piden prestado, es que son bastante feas y francamente hostiles a los ahorradores.

¿Pero cuáles son esas realidades económicas? En el que 'Forbes' ha calificado como el estudio financiero más importante que probablemente se haya hecho nunca, Deloitte nos regala con este estremecedor gráfico sobre la rentabilidad de las empresas estadounidenses.

En él vemos cómo ha bajado, según la ratio que se considere, desde el 4 a 6% hasta poco más del 1%. Esto es la constatación de un hecho, pero lo importante es conocer las causas, porque si no, no podemos saber nada de si esto va a continuar así, si va a mejorar o bien va a empeorar.

Como comenté en 2014, es un hecho que la capacidad de aumentar los insumos físicos de la economía per cápita ha disminuido con fuerza desde 1973. Esto lo vemos en este gráfico que representa la energía per cápita disponible a nivel mundial, cogido del blog de Gail Tverberg.

En él vemos cómo el fuerte incremento anual disminuyó en 1973, retomándose con diferentes altibajos en 1975, 1981, 2001 y 2009. Las crisis del petróleo de 1973 y 1979, el colapso del bloque soviético y la gran crisis financiera de 2008 fueron responsables del estancamiento o disminución de esta disponibilidad de energía. Pero a partir de 2013 observamos un fenómeno diferente, que es un estancamiento y una posterior disminución sin causa aparente de tipo alguno. ¿Podríamos estar ante un problema persistente y no coyuntural de reducción en la disponibilidad per cápita de energía? Es posible, pero aún es pronto para asegurarlo. Lo que sí que está claro es que el crecimiento tan fuerte de 1948-1973 se ha terminado, lo cual es evidentemente causa para un menor crecimiento económico y, por tanto, menores oportunidades de negocio.

Pero pienso que solo este hecho es imposible que justifique más que una parte de la impresionante reducción en la rentabilidad de las inversiones que veíamos en el primer gráfico, y que encontramos no solo en EEUU sino a día de hoy en casi cualquier sitio. Pienso que ese factor es el incremento de la desigualdad tan grande que hemos vivido en los últimos 35 años. Una vez más, recurrimos a los datos de EEUU, en que confrontamos el aumento de ingresos de los más ricos frente al ingreso medio que, como se ve, ha seguido sendas divergentes desde 1980 aproximadamente.

Existen varias teorías respecto a las causas de este fenómeno que se ha extendido con diferentes grados de intensidad por todo el mundo, pero las explicaciones más convincentes apuntan a los cambios en las políticas impositivas respecto a las rentas más altas, respecto a las grandes propiedades y a la implantación de una globalización financiera que favorece el que las grandes empresas y las grandes fortunas utilicen los paraísos fiscales para eludir parcial, o incluso en algunos casos totalmente, el pago de impuestos.

Pero sean las causas que sean, lo importante son los efectos. Los ricos, como es bien sabido, tienen una mucha mayor propensión al ahorro, y aquí es donde llegamos al meollo de la cuestión. Si a nivel mundial tenemos un exceso de ahorro, que además se mueve libremente gracias a la globalización, y este ahorro aumenta mucho más deprisa que la capacidad de gasto de la gente común, que tiene sus salarios congelados, entonces habrá por una parte una demanda débil y por otra mucho capital que desea encontrar oportunidades de inversión. Pero ¿quién comprará los productos si la gente no tiene dinero por el estancamiento de los salarios?

Primero se intentó compensar esto facilitando el acceso al crédito, pero hemos llegado al límite de la capacidad de endeudamiento hasta en las economías emergentes. Y ahora, según parece, hemos llegado también al final del camino que se emprendió hace 35 años. ¿Qué nos deparará el futuro? Si, como parece, continuamos insistiendo en las mismas políticas, nada bueno, pues el crecimiento continuará estancado, la deuda seguirá altísima y por tanto los tipos de interés serán cada vez más bajos.

¿Hay realmente posibilidades de que esto cambie? Mi opinión es que muy pocas y, lo que es peor, que aunque lo hicieran rápidamente, nos enfrentaríamos a otro tipo de límites, los de la capacidad física de la biosfera para absorber o suministrar los recursos necesarios para que la actividad humana siga aumentando exponencialmente, con lo que tampoco sería una solución.

El futuro, por tanto, será muy diferente al pasado. La buena noticia es que aún tenemos una inmensa riqueza y conocimiento, más que nunca en los cientos de miles de años desde que nuestra especie puebla el planeta. La mala es que no sabemos si seremos capaces de conservarlos.

Hace algo menos de dos años, comentaba desde este mismo sitio que la rentabilidad de las inversiones era mala, pero que con toda probabilidad la situación no iba a hacer sino empeorar. Ahora, en 2016, lamento haber tenido razón. A pesar del farol de la Reserva Federal de hace unos meses, una vez más se demuestra que los bancos centrales tienen una influencia muy limitada sobre los tipos de interés y que son las realidades económicas subyacentes las que los determinan. Lo que podemos decir básicamente de estas realidades, y si el tipo de interés se forma como consecuencia del punto de equilibrio entre los que prestan y los que piden prestado, es que son bastante feas y francamente hostiles a los ahorradores.

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