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Cómo se gasta el dinero público España
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Juan Carlos Barba

Gráfico de la Semana

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Cómo se gasta el dinero público España

En la cola de la protección social y en la cima de las infraestructuras inútiles

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Es frecuente escuchar que en España el Estado social es rudimentario, ya que nunca llegó a desarrollarse a los niveles de la Europa rica, ni siquiera en los tiempos de bonanza. Pero ¿qué hay realmente de cierto en ello?

Para comprobarlo, tomaremos dos estadísticas de Eurostat como ejemplo y referencia, que vienen representadas en los dos gráficos siguientes. La primera es el gasto social per cápita en vivienda, y la segunda el gasto per cápita en protección a la familia y a la infancia. Como podemos ver, ambas estadísticas respaldan la afirmación sobre la precariedad del Estado social en España. El gasto en vivienda social es, por decirlo suavemente, testimonial, 20 veces menor que en el Reino Unido y entre ocho y 12 veces menor que en Alemania, Suecia o Francia. No consuela mucho el comprobar que Italia, Portugal y Grecia comparten estas inexistentes políticas de vivienda social.

La situación en políticas de protección a la familia y a la infancia es solo ligeramente menos desfavorable, ya que España dedica aproximadamente un tercio del dinero que Alemania, Francia, Suecia o el Reino Unido. Una vez más, comprobamos que estas rácanas políticas son compartidas por Italia, Grecia y Portugal.

No es extraño que seamos de entre estos países el segundo en nivel de pobreza infantil, solo detrás de Grecia, lo que vemos en el siguiente gráfico.

Estas diferencias tan enormes evidentemente no se pueden deber a diferencias de renta per cápita de los países, que obviamente existen, sino a diferentes prioridades a la hora de gastar los recursos públicos. Esta diferencia de prioridades se manifiesta de forma especial en el caso español, algo que podemos ver en los siguientes dos gráficos, que representan las vías de alta capacidad en Europa (autovías y autopistas) y vías de ferrocarril de alta velocidad, ambas infraestructuras muy costosas. De forma sorprendente, España es el país líder de Europa en estos dos parámetros, algo que no debería corresponder por población ni por capacidad económica. Italia también aparece bien situada en ambos casos y Portugal, con su pequeño tamaño y población y sus escasas posibilidades económicas, dispone también de una gran cantidad de vías de alta capacidad.

Es fácil encontrar estudios que avalan esta sospecha de que España dispone de un exceso de infraestructuras, y recientemente hemos visto cómo ha habido que rescatar autopistas deficitarias, algo que ocurre obviamente porque no hay demanda suficiente por parte de la población. Los costes ocultos de las autovías públicas sobredimensionadas y de las vías de ferrocarril de alta velocidad no son conocidos con precisión, pero a todas luces son enormes.

La gran pregunta es por qué se toman estas decisiones de gasto tan absurdas. La respuesta no es sencilla y probablemente confluyan varios factores. El primero que a cualquiera se le puede ocurrir es la corrupción. La confluencia de intereses entre las grandes constructoras y los políticos en perjuicio del bolsillo de los contribuyentes es algo tan frecuente que aparece a primera vista como el motivo estrella.

Sin embargo, cuesta creer que sea suficiente. Si todo este absurdo fuera debido solo a tramas corruptas, ¿por qué no podría haberse creado también una burbuja de vivienda social en que las grandes constructoras se encargaran de las obras? A mi modo de ver, tienen que confluir otros factores importantes. El primero de ellos pienso que es el populismo de los políticos españoles. Una autovía es ampliamente visible, lo mismo que una vía de alta velocidad, una gran rotonda o una remodelación de una vía pública. Pero el gasto en protección a la infancia no se ve, como tampoco el gasto en vivienda social. Solo lo ven los beneficiados por estas políticas, y si son niños, además estos beneficiarios tienen un inconveniente gravísimo en la mentalidad de un político español: no votan.

Pero quedarse en echar la culpa a nuestros políticos es rascar solo la superficie del problema. Al fin y al cabo, vivimos en un sistema político en el que, con todas las deficiencias que queramos, los políticos al final son votados y elegidos. Las manifestaciones reclamando la llegada del AVE en poblaciones en que la pobreza es un problema enorme han sido numerosas, y basta entrar en cualquier foro popular de internet para comprobar que los insultos hacia los desfavorecidos tachándolos de vagos y aprovechados están a la orden del día. Si es cierto que esto es reflejo de una mentalidad muy extendida en la sociedad española, en este caso estaríamos hablando de que los políticos, al fin y al cabo, solo estarían actuando en su mejor interés, dando a la población lo que reclama. Cómo si no explicar que un pequeño, hiperendeudado y arruinado país de un rincón de Europa sea la gran potencia en el deporte de masas más importante del mundo: el fútbol.

El retrato que podemos sacar entonces de la sociedad española es de lo más preocupante, pues es reflejo de lo que los norteamericanos llaman RWA ('right wing authoritarism') y aquí llamamos franquismo sociológico, que estaría, en estas actitudes sociales, tremendamente extendido. Toda esta mentalidad es lo opuesto a los valores democráticos y republicanos de igualdad y fraternidad. No en vano, muchos seguimos calificando la sociedad española de semifeudal, en el sentido de que perviven muchos aspectos de la sociedad estamental que caracterizaba al Antiguo Régimen. Cuánta tarea nos queda por delante.

Es frecuente escuchar que en España el Estado social es rudimentario, ya que nunca llegó a desarrollarse a los niveles de la Europa rica, ni siquiera en los tiempos de bonanza. Pero ¿qué hay realmente de cierto en ello?

Gasto público Eurostat